Me gustaría hacerme creer que el planeta Tierra gira lentamente. Es muy difícil decir que prefiero estar despierto mientras duermo, pues todo nunca es como parece...
Miraré la noche tornándose en celeste, pero no es lo mismo sin tí porque se necesitan dos para susurrar tranquilamente...
La nubes silenciosas se extendían sobre el cielo y cubrían el sol. Estuve despierto mirando el techo durante dos minutos y luego salí a observar el firmamento por la ventana que hacía de pared. Recordé la noche anterior cuando caminamos de la mano, cuando sonreímos para tomarnos fotografías y cuando sonreímos juntos. Era el día para visitar la ciudad y conocer paisajes que nos relajaran, probar comida típica y conocer todo cuanto sea posible. No debíamos esperar más.
Bajé las escaleras para encontrar tu puerta, pregunté si estabas. Me recibiste con un beso, sentí que el tiempo se detenía por un segundo, luego todo siguió su curso. Me miraste como si quisieras ir también, deberíamos ir a desayunar pero antes esperar el carro que nos guiaría a través de la ciudad. Salimos a esperar el vehículo, mientras tanto decidimos tomarnos algunas fotos, conversar y seguir esperando.
Una vez que llegó el carro, fuimos a la feria en Av. Huacavelica. Comimos y luego partimos a visitar los pueblos aledaños a la ciudad. Hualhuas, conocido por su textilería, vimos telares y también nos gustaron las artesanías y la creatividad que representaban tanto como su tradición. Luego fuimos a San Jerónimo, ya habíamos estado ahí el día anterior, esta vez conocimos una las actividades económicas más representativas de la comunidad, la orfebrería en especial de plata. Luego fuimos en un viaje más largo hacia Concepción, subir escaleras. A veces me ayudabas otras yo te ayudaba, era un ejercicio que nos exigía como cuando jugábamos basket, tal vez más. Llegamos a la cima y me dieron unas ganas de cargarte. Luego visitamos a la estatua de la Virgen de la Imaculada Concepción que se erigía en la cima del cerro. Fue asombroso ver la ciudad desde ese punto tan alto. Sonreímos.
Luego fuimos a conocer una empresa donde se fabrican productos lácteos. Comimos helados de leche, me dieron ganas de probar yogurt, queso y otros derivados más, pero recordé que después visitaríamos Ingenio, la piscigranja y su restaurante. Ahí también lo pasamos genial, comiendo trucha a la parrilla, papa a la huancaína y tomando chicha de jora. El único exedente fue la música, aunque también le sacamos partido a aquello. Fue muy divertido. Antes de regresar a la ciudad, fiumos también al Convento de Ocopa, un centro arquitectónico de la época de la conquista, tal vez de unos años después. Se encontraba en medio de un bosque de cipreces y reunía sonidos de viento y pajaritos a lo lejos. Me gustó caminar por aquel lugar, silencioso. Y luego, regresamos a la ciudad para visitar un mirador y un zoológico cercano. Vimos a los monos, águilas, al cóndor, pequéños y medianos roedores, tanto como a un grupo de leones muy curiosos y peligrosos. El cielo poco a poco se iba tornando más oscuro y decidimos regresar al lugar donde nos hospedábamos. Llegamos sólo para pensar a dónde más podríamos salir, podría ser al centro de la ciudad, quizás visitar la catedral o a lo mejor ir al Parque de la Identidad, tomarnos fotos y caminar. Ocurrió lo segundo. Disfrutamos del día de paseo y sobretodo, nos conocimos mejor.
Una vez que llegó el carro, fuimos a la feria en Av. Huacavelica. Comimos y luego partimos a visitar los pueblos aledaños a la ciudad. Hualhuas, conocido por su textilería, vimos telares y también nos gustaron las artesanías y la creatividad que representaban tanto como su tradición. Luego fuimos a San Jerónimo, ya habíamos estado ahí el día anterior, esta vez conocimos una las actividades económicas más representativas de la comunidad, la orfebrería en especial de plata. Luego fuimos en un viaje más largo hacia Concepción, subir escaleras. A veces me ayudabas otras yo te ayudaba, era un ejercicio que nos exigía como cuando jugábamos basket, tal vez más. Llegamos a la cima y me dieron unas ganas de cargarte. Luego visitamos a la estatua de la Virgen de la Imaculada Concepción que se erigía en la cima del cerro. Fue asombroso ver la ciudad desde ese punto tan alto. Sonreímos.
Luego fuimos a conocer una empresa donde se fabrican productos lácteos. Comimos helados de leche, me dieron ganas de probar yogurt, queso y otros derivados más, pero recordé que después visitaríamos Ingenio, la piscigranja y su restaurante. Ahí también lo pasamos genial, comiendo trucha a la parrilla, papa a la huancaína y tomando chicha de jora. El único exedente fue la música, aunque también le sacamos partido a aquello. Fue muy divertido. Antes de regresar a la ciudad, fiumos también al Convento de Ocopa, un centro arquitectónico de la época de la conquista, tal vez de unos años después. Se encontraba en medio de un bosque de cipreces y reunía sonidos de viento y pajaritos a lo lejos. Me gustó caminar por aquel lugar, silencioso. Y luego, regresamos a la ciudad para visitar un mirador y un zoológico cercano. Vimos a los monos, águilas, al cóndor, pequéños y medianos roedores, tanto como a un grupo de leones muy curiosos y peligrosos. El cielo poco a poco se iba tornando más oscuro y decidimos regresar al lugar donde nos hospedábamos. Llegamos sólo para pensar a dónde más podríamos salir, podría ser al centro de la ciudad, quizás visitar la catedral o a lo mejor ir al Parque de la Identidad, tomarnos fotos y caminar. Ocurrió lo segundo. Disfrutamos del día de paseo y sobretodo, nos conocimos mejor.
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