Buenas noches, autobus. Dime a dónde nos llevarás, a algún lugar donde antes no haya ido. Es el transporte a un nuevo destino, donde dejo mi reflejo en el vidrio. Preguntaría pero no sabemos cuán lejos esta interestatal va, o cuán profundas son las raices de la ciudad...
***
Los segundos de diluyen en medio de la tarde que oscurece. Golpeo su puerta y no está, o tal vez si está pero no quiere abrir. El sonido hace eco en el corredor y empiezo a perder la paciencia. Las luces de la calle de afuera empiezan a encenderse tenues, en orden. Las sombras se apoderan del dormitorio y no logro convencerla de que me abra la puerta, no si quiera me responde. Ábreme o tiro la puerta, grito y no tengo respuesta. Yo sé que está adentro pero no hay sintoma de que me esté escuchando siquiera. Intento una vez empuejar la puerta. El sonido alerta a los vecinos pero no me dicen nada. Piensan que esetoy loco. Piensan que no puedo controlarme. Piesan que debo ser más discreto.
Ábreme. No lo hace.
Golpeo mi cuerpo fuertemente contra la puerta hasta que finalmente logros desbocar la cerradura un poco, sé que el siguiente intento no debe ser tan brusco. Pateo y la luz de la calle se filtra en la entrada del cuarto como un camino de luz naranja tenue, triste. Me abro paso en la entrada y la encuentro en el piso, echada, pálida y en su mesa de noche un diario con las hojas rosadas que tiene muy bien escrito sus planes de qué hacer y que no hacer si las "cosas salen bien". En una esquina dice "R y D =)". Y todo cobra sentido...
Nos conocimos hace dos años en el parque de Ica. Aquel agradable y soleado lugar, espacioso, todo lo contrario a donde me encuentro, y con aquella estrella en el centro de su extensión por razones que tantas veces me explicaron. Estaba descansando de un trabajo que había ido a realizar por allá y decidí visitar el parque, descansar un momento observando los árboles alrededor y después de esa pausa continuar con mi labor. Busqué alguna banca libre y no había alguna, sólo donde estaba ella, era un espacio donde podría sentarme. No sería capaz de sentarme junto a ella, solía ser tímido. Me acerqué con mucho temor, mis piernas temblaban. La conocí con temor y me pareció muy asequible a pesar de que había reconocido mi nerviosismo. Nos hicímos amigos en minutos y sólo tuve que decirle que me tenía que ir pues ya el horizonte estaba en ocaso.
Luego, en el tiempo que estuve por allá nos citábamos para encontrarnos cada día en el mismo lugar, la misma banca del parque, el mismo parque, la misma hora, todo igual como si no quisieramos que el tiempo se diluya en nuestra relación. Así ocurrió. Le prometí que regresaría para conversar después de tres meses, en el tiempo que regresaba a la universidad para seguir con mi carrera, ella accedió pero antes de irme escribió en mi brazo su número de celular para que no pudiera olvidarla, con tinta indeleble. La autopista me llevó de regreso por el desierto y llegué a mi centro de estudios con la convicción de regresar a verla, en tres meses. Estudié sin distraerme mucho, tenía la convicción de que el tiempo pasaría más rápido si no me detenía a pensar en lo que podría suceder sino más bien enfocarme en mis objetivo próximos. Día tras día, en cuanto podía, la llamaba. Ella siempre disfruto de mis llamadas antes de caer la noche. Como para mantener un patrón de conducta telefónica. Siempre se libraba de responsabilidades para esa hora y por mi parte disfrutaba de esos pocos minutos en el auricular.
Al tiempo siguiente de mis clases en la universidad, regresé para encontrarme nuevamente con ella en aquel parque que tenpia en el centro una estrella. La visité y paseamos en los días que tenía libre. Me sorprendió mucho el saber que sus padres sabían que yo existía, incluso que éramos buenos amigos y que nos habíamos conocido en el parque bajo la sombra de un árbol. Luego, todo se hizo más fácil, pues ella decidió venir a estudiar enfermería a Lima, fue muy agradable recibir esa noticia y el apoyo de sus padres. Aunque su tíos no estaba muy de acuerdo pero sentía que a pocos me iba a ir aceptando, pensé. Todo sucedió en cuestión de dos años y supe que las cosas iban para bien. Ella ya había empezado sus estudios de enfermería y por mi parte yo ya estaba a un año de terminar mi carrera. Todo estaba en el lugar y momento preciso.
Hasta que llegaron los problemas, ella empezó a ponerse triste pues vivía sola y con las chicas en su salón no se trataban. Las ansias con las que había venido se fueron esparciendo como hojas al viento. Intenté animarla integrándola a grupos de apoyo comunitario y también a que conozca a mis amigos y fue mejorando su estado de ánimo. Pero las tristezas del alma llegan a ser más profundas cuando no son resueltas a tiempo, y menos si no se pide ayuda, así que noté que empezó a adelgazar mucho y cuando me miraba había una sombra bajo sus ojos que se escondía de los problemas para no llorar en público, sólo a solas porque "así es más fácil". Las siguientes vacaciones tuve que ir al norte y ella regresó al día siguiente después de terminadas las clases a casa. Nuestra comunicación se mantuvo viva a través del teléfono pero siempre después de cada adiós encontraba una lágrima escondida otra vez.
Al regreso de vacaciones, nuestra distancia parecía haberse acortado no sólo físicamente sino también emocionalmente pues teníamos más tiempo para abrazarnos y conversar de todo. Ella me contaba de sus clases y sobre inyectables, al parecer era un tema que le causaba mucha curiosidad. Nunca imaginé que eso mismo la llevaría a quedar pálida e inerte en este piso de su dormitorio. Todo aconteció tan rápido, en unas cuantas semanas. Tal vez no debí decirle para tomarnos un tiempo, tal vez tuvimos que conversar en la mañana cuando me abordó en una conversación con mis amigos. Tal vez hubiera actuado más rápido y evitado que se vaya corriendo y me deje pensando en cómo hubiera sido si...
Tal vez en algún momento en el viaje, en donde sea que se encuentre, pueda escuchar aquellos trinos matutinos que le gustaba escuchar en aquel parque donde nos encontramos. Espero mucho que ocurra eso, pues sabré que puede perdonarme no haberla atendido, pues sabré que me entenderá por lo difícil que es hacer esfuerzos porque nos podamos sentir mejor, y encontrar un lágrima escondida siempre. Tal vez debí decirlo, quizás pude ser más sincero... espero poder serlo pronto...
Nos conocimos hace dos años en el parque de Ica. Aquel agradable y soleado lugar, espacioso, todo lo contrario a donde me encuentro, y con aquella estrella en el centro de su extensión por razones que tantas veces me explicaron. Estaba descansando de un trabajo que había ido a realizar por allá y decidí visitar el parque, descansar un momento observando los árboles alrededor y después de esa pausa continuar con mi labor. Busqué alguna banca libre y no había alguna, sólo donde estaba ella, era un espacio donde podría sentarme. No sería capaz de sentarme junto a ella, solía ser tímido. Me acerqué con mucho temor, mis piernas temblaban. La conocí con temor y me pareció muy asequible a pesar de que había reconocido mi nerviosismo. Nos hicímos amigos en minutos y sólo tuve que decirle que me tenía que ir pues ya el horizonte estaba en ocaso.
Luego, en el tiempo que estuve por allá nos citábamos para encontrarnos cada día en el mismo lugar, la misma banca del parque, el mismo parque, la misma hora, todo igual como si no quisieramos que el tiempo se diluya en nuestra relación. Así ocurrió. Le prometí que regresaría para conversar después de tres meses, en el tiempo que regresaba a la universidad para seguir con mi carrera, ella accedió pero antes de irme escribió en mi brazo su número de celular para que no pudiera olvidarla, con tinta indeleble. La autopista me llevó de regreso por el desierto y llegué a mi centro de estudios con la convicción de regresar a verla, en tres meses. Estudié sin distraerme mucho, tenía la convicción de que el tiempo pasaría más rápido si no me detenía a pensar en lo que podría suceder sino más bien enfocarme en mis objetivo próximos. Día tras día, en cuanto podía, la llamaba. Ella siempre disfruto de mis llamadas antes de caer la noche. Como para mantener un patrón de conducta telefónica. Siempre se libraba de responsabilidades para esa hora y por mi parte disfrutaba de esos pocos minutos en el auricular.
Al tiempo siguiente de mis clases en la universidad, regresé para encontrarme nuevamente con ella en aquel parque que tenpia en el centro una estrella. La visité y paseamos en los días que tenía libre. Me sorprendió mucho el saber que sus padres sabían que yo existía, incluso que éramos buenos amigos y que nos habíamos conocido en el parque bajo la sombra de un árbol. Luego, todo se hizo más fácil, pues ella decidió venir a estudiar enfermería a Lima, fue muy agradable recibir esa noticia y el apoyo de sus padres. Aunque su tíos no estaba muy de acuerdo pero sentía que a pocos me iba a ir aceptando, pensé. Todo sucedió en cuestión de dos años y supe que las cosas iban para bien. Ella ya había empezado sus estudios de enfermería y por mi parte yo ya estaba a un año de terminar mi carrera. Todo estaba en el lugar y momento preciso.
Hasta que llegaron los problemas, ella empezó a ponerse triste pues vivía sola y con las chicas en su salón no se trataban. Las ansias con las que había venido se fueron esparciendo como hojas al viento. Intenté animarla integrándola a grupos de apoyo comunitario y también a que conozca a mis amigos y fue mejorando su estado de ánimo. Pero las tristezas del alma llegan a ser más profundas cuando no son resueltas a tiempo, y menos si no se pide ayuda, así que noté que empezó a adelgazar mucho y cuando me miraba había una sombra bajo sus ojos que se escondía de los problemas para no llorar en público, sólo a solas porque "así es más fácil". Las siguientes vacaciones tuve que ir al norte y ella regresó al día siguiente después de terminadas las clases a casa. Nuestra comunicación se mantuvo viva a través del teléfono pero siempre después de cada adiós encontraba una lágrima escondida otra vez.
Al regreso de vacaciones, nuestra distancia parecía haberse acortado no sólo físicamente sino también emocionalmente pues teníamos más tiempo para abrazarnos y conversar de todo. Ella me contaba de sus clases y sobre inyectables, al parecer era un tema que le causaba mucha curiosidad. Nunca imaginé que eso mismo la llevaría a quedar pálida e inerte en este piso de su dormitorio. Todo aconteció tan rápido, en unas cuantas semanas. Tal vez no debí decirle para tomarnos un tiempo, tal vez tuvimos que conversar en la mañana cuando me abordó en una conversación con mis amigos. Tal vez hubiera actuado más rápido y evitado que se vaya corriendo y me deje pensando en cómo hubiera sido si...
Tal vez en algún momento en el viaje, en donde sea que se encuentre, pueda escuchar aquellos trinos matutinos que le gustaba escuchar en aquel parque donde nos encontramos. Espero mucho que ocurra eso, pues sabré que puede perdonarme no haberla atendido, pues sabré que me entenderá por lo difícil que es hacer esfuerzos porque nos podamos sentir mejor, y encontrar un lágrima escondida siempre. Tal vez debí decirlo, quizás pude ser más sincero... espero poder serlo pronto...
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