Pues ellas llenan el ambiente y dejan lágrimas por todas partes, te pareceré rudo más sólo estaría de pie y observaría atento...
Porque yo duermo seguro y profundamente, pero extraño tus brazos abrazandome. Te enviaré una postal pues deseo que estés aquí...
El cielo se mostraba como una cúpula naranja que se tornaba en azul oscuro, las gotas de lluvia se aferraban a las ventanas, todas ellas en diagonal. Ella se divertía riendo, cantando y aplaudiendo y yo reía al ritmo de la lluvia junto con todos en el lugar, también acompañaba las canciones. Ya era tarde y no habíamos comido durante el día a pesar de aquello, sentíamos que ya estábamos cerca a nuestro destino y los truenos, relámpagos y paisajes alimentaban nuestro interés por llegar antes que por comer. Llegamos cuatro horas después de lo planeado, la lluvia daba sus últimos suspiros y la noche ya había llegado con el cielo cada vez más azul. Nos reunimos todos y decidimos conseguir un hospedaje y salir a comer cuanto antes para luego descansar hasta el día siguiente. Todo parecía nuevo, aún así nuestro interés se volcó en descansar. Comimos, caminamos visitando el centro de la ciudad, ver de lejos la catedral y averiguar algunos precios de artesanias, conversar y contarnos historias tanto como tomarnos fotos. Teníamos que aprovechar el tiempo pues el viaje se trataba de tres días.
De vuelta al hotel, decidí darme una ducha y luego alistarme para visitar una comunidad cercana a la ciudad que en varias oportunidades había escuchado hablar de ella. G, estaba lista también así que nos dimos un abrazo infinito de 4 segundos y nos encontramos con nuestros compañeros de viaje en el turno de la compañia de quienes serían nuestros guías para visitar aquellas comunidades. Néstor, se llama aquel muchacho que nos acompañaría, tenía gracia para darnos comentarios e informarnos sobre los lugares que encontrábamos camino a su comunidad. Nos enseñó sobre la universidad de la ciudad, sobre un instituto también, sobre las actividades económicas de cada región cercana y del clima. Luego de una hora de viaje llegamos a San Jerónimo, un pueblo agradable de calles cortas y caminos con zanjas, flanqueado por bosques de eucalipto y con un buen clima que nos acompaño hasta la tarde. Fue un momento que agradecí mucho vivir. Néstor nos llevó con una familia muy acogedora que nos recibió en su casa como si nos conocieran de mucho tiempo, nos preguntaron nuestros nombres y me enteré que habían conocido un familiar mío. La confianza se hizo más cercana. Nos invitaron desayuno, un alimento que extrañaba comer. Le comenté a G que me encantaba conocer lo nuevo de la ciudad al lado de ella. Y ella me sonrió como sólo sabe hacerlo, sentí que me decía cosas muy agradables sin siquiera articular alguna palabra. Fuimos a la iglesia con aquella familia y compartimos la ceremonia religiosa con la congregación. Nosotros, dos amigos, G y yo, apoyamos en cuanto pudimos al grupo. Me invitaron a tener el mensaje de la mañana y esperé que me entendieran y no tartamudear mucho. Almorzamos juntos y luego me dediqué a tomar fotos, mientras G cantaba y un amigo tocaba la guitarra. El sol se escondía y dejaba ver tras las nubes de algodón brillante.
Para la tarde, compartimos más historias con los jóvenes de la comunidad y sentimos que podiamos ayudarles. Tal vez pronto volveríamos a visitarlos, pensamos. Llegaba la noche y con ella un viento frío que nos invitó a abrigarnos y refugiarnos en casas pequeñas hechas de quincha. Ya era tiempo de regresar. Néstor, nos acompañó en el retorno a la ciudad, aquella ciudad donde nací y donde tengo algunos espamos de recuerdos "como en un sueño". Luego visitamos el otro aspecto de la ciudad, un lugar donde comimos comida china y caminamos hacia un centro comercial, ya era tarde y decidimos dormir una vez regresando a lugar donde nos hospedábamos. Esa noche soñé que podía volar sobre luciérnagas, de la mano de G. El siguiente día sería también de visita. Pero todavía tenía que disfrutar más de mi sueño...
***
Llegó el día siguiente. Salí muy temprano para comprar algunas cosas que olvidé comprar la noche anterior, el sol estaba lúcido en el cielo, las nubes parecían grandes cúmulos de algodon y se mostraban cargadas, prestas para llover, aún así mi instinto me avisó que pasaría mucho tiempo para que llueva. Al caminar por esas calles recordé mi niñez cuando íbamos con mi padre a visitar el correo un edificio de un piso que estaba frente a la municipalidad y que me gustaba ir pues podía ver aquel diseño de las cartas: fondo blanco y rayitas rojas en los bordes que me daban la impresión de tener viaje muy lejanos y regresar íntegras, siempre con sus rayitas rojas a los bordes. Claro que ahora ya no se las usa mucho. Claro que el parque antes parecía más grande. Decidí regresar luego de realizar lo que había planeado hacer y me encontré con dos niños, vestidos con busos de algodón grueso y chompas tejidas, con caras redondas y pintadas de sucio por su temprano despertar y su vida en la calle, llevaban consigo una caja para lustrar zapatos que habían dejado a un lado y que se habían dedicado a jugar pintando con carbón y algunas tizas sobre la vereda. Me inquietó el corazón el sólo hecho de verlos transformar su inconsciente sobre trazos gruesos y algo inseguros en la vereda. Les entregué dinero para que desayunaran. Rogué en un pensamiento que me hagan caso. De vuelta al hotel, decidí darme una ducha y luego alistarme para visitar una comunidad cercana a la ciudad que en varias oportunidades había escuchado hablar de ella. G, estaba lista también así que nos dimos un abrazo infinito de 4 segundos y nos encontramos con nuestros compañeros de viaje en el turno de la compañia de quienes serían nuestros guías para visitar aquellas comunidades. Néstor, se llama aquel muchacho que nos acompañaría, tenía gracia para darnos comentarios e informarnos sobre los lugares que encontrábamos camino a su comunidad. Nos enseñó sobre la universidad de la ciudad, sobre un instituto también, sobre las actividades económicas de cada región cercana y del clima. Luego de una hora de viaje llegamos a San Jerónimo, un pueblo agradable de calles cortas y caminos con zanjas, flanqueado por bosques de eucalipto y con un buen clima que nos acompaño hasta la tarde. Fue un momento que agradecí mucho vivir. Néstor nos llevó con una familia muy acogedora que nos recibió en su casa como si nos conocieran de mucho tiempo, nos preguntaron nuestros nombres y me enteré que habían conocido un familiar mío. La confianza se hizo más cercana. Nos invitaron desayuno, un alimento que extrañaba comer. Le comenté a G que me encantaba conocer lo nuevo de la ciudad al lado de ella. Y ella me sonrió como sólo sabe hacerlo, sentí que me decía cosas muy agradables sin siquiera articular alguna palabra. Fuimos a la iglesia con aquella familia y compartimos la ceremonia religiosa con la congregación. Nosotros, dos amigos, G y yo, apoyamos en cuanto pudimos al grupo. Me invitaron a tener el mensaje de la mañana y esperé que me entendieran y no tartamudear mucho. Almorzamos juntos y luego me dediqué a tomar fotos, mientras G cantaba y un amigo tocaba la guitarra. El sol se escondía y dejaba ver tras las nubes de algodón brillante.
Para la tarde, compartimos más historias con los jóvenes de la comunidad y sentimos que podiamos ayudarles. Tal vez pronto volveríamos a visitarlos, pensamos. Llegaba la noche y con ella un viento frío que nos invitó a abrigarnos y refugiarnos en casas pequeñas hechas de quincha. Ya era tiempo de regresar. Néstor, nos acompañó en el retorno a la ciudad, aquella ciudad donde nací y donde tengo algunos espamos de recuerdos "como en un sueño". Luego visitamos el otro aspecto de la ciudad, un lugar donde comimos comida china y caminamos hacia un centro comercial, ya era tarde y decidimos dormir una vez regresando a lugar donde nos hospedábamos. Esa noche soñé que podía volar sobre luciérnagas, de la mano de G. El siguiente día sería también de visita. Pero todavía tenía que disfrutar más de mi sueño...
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