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8.4.12

Tu buró


Donde residen nuestras historias
Donde los recuerdos te las cuentan
Silentes ellos, traen imágenes
Recogen emociones y las dejan sobre el pecho

Donde una luz tenue se enciende
Donde avisoramos al futuro
Calmo, espectante, atento a lo que llega
Escucha nuestros planes, nos anima

Donde repostamos nuestras cosas
Celular, billetera, llaves
Temporales e imprescindibles
Lo mismo a la vez, paradoja

De donde resplandecen nuestros secretos
De donde nadie puede oirlos
De donde siempre hay silencio
En donde solemos caminar imaginariamente
Sobre las sendas de la intimidad.

Ahí donde te susurro historias de fantasía
Ahí donde tus miradas son únicas
Ahí donde nuestras sonrisas se conjugan
Ahí donde dejo mi seriedad de lado
Donde me alimento de tu risa.

Ahí está esperando un juguete
Ahí descansa una tajeta
Desde ahí observa una lechuza
Desde ahí un libro espera

1.4.12

Dandelion (ii)


Las lechuzas no se equivocan. No.

Sus ojos grandes pertenecían a lo más curioso de su apariencia. Siempre estaban comunicando algo y siempre parecía que estaban alegres. Yo seguía a la anciana a todas partes y ella siempre después de haberme mostrado cada lugar esperaba que yo dijera algo sabio. Todo lo que conseguía era mi asombro. El lugar era completamente nuevo para mí, cómo podría yo conocer sus misterios ¿algún visitante anterior habrá sabido qué hacer antes de pisar la aldea? Los pasos que daba cada vez eran más pesados pues los gestos de desilusión a cada negativa mía significaban mayores dudas en la anciana y los demás pobladores que me observaban.


Hasta que llegamos al límite con el bosque. Ya no quedaba más edificios qué visitar y el desconcierto se dibujó en las expresiones de todas las criaturas en la aldea. Se acercaban para ver qué ocurriría conmigo, simplemente empecé a retroceder por temor a que empiecen a indagar mi falta de creatividad o preparación para la supuesta misión a la que había sido enviado por las lechuzas.


- Ustedes creen que fui enviado por las lechuzas, pero no es verdad. - Se detuvieron y observé un pequeño movimiento de sus orejas como un poco más elegantes, un poco más atentas - sólo llegué acá porque comí el helado que la amable anciana me dio. - Se acercó entre la muchedumbre de poca estatura un aldeano con la misma mirada de siempre, amplia y risueña, aunque esta vez con un sutil fruncido de ceño que me hacía pensar que no era en son de paz.


- Tú no has sido enviado por las lechuzas, ellas se han equivocado. Yo les avisé a todos ustedes que era en vano creer en las lechuzas. - dijo mirando a todos con una arrogancia que me pareció no natural en esas criaturas. - Todos esto del poder de las lechuzas es un invento del viejo que delira, Dandelion que nos hizo creer que nuestro mundo era mágico, que debemos entregarle parte de nuestro trabajo a las lechuzas para que nos sigan dando su poder para que provean por nuestro bienestar, cuando acá tienen la prueba más real de que ellas se equivocan y que en realidad poco les interesamos. - Me sentí parte de la farsa, sin embargo no era nada de lo que decía ese aldeano, pues yo jamás había conocido a ninguna lechuza y menos se me hubiera ocurrido coludirme con ellas para aprovecharnos del trabajo de los aldeanos de Chosecc. Me acerqué al rebelde, su rostro de enojo e indignación me hacía pensar que era más alto de lo que parecía pues con su pecho hinchado y sus hombros desafiantes me llegaba a la cadera.


- No conozco a ninguna lechuza, señor. Tal vez usted esté queriendo levantar a los aldeanos contra Dandelion, pero la verdad es que no conozco a ninguna de ellas y si tengo que hacer algo acá ya sé lo que es. Vengan aldeanos, acompáñenme a la sala de reuniones donde me presentaron. - Caminé firme pensando que había impactado aún cuando no sabía qué tendría que hacer aún.


Unos pares de aldeanos me acompañaron.


Los demás fueron corriendo a sus casas, pensé que era para desentenderse del asunto, sin embargo regresaron con palos y sus herramientas de labranza, tenían un lider, era un poco más alto que ellos, sólo un poco.


Avanzamos los pocos aldeanos y yo hacia el centro de reuniones y ahí nos esperaba Dandelion sin saber qué estaba ocurriendo. Pronto los preparé para huir hacía el bosque donde tendríamos mayor oportunidad de persuadirlos que las lechuzas no estaban equivocadas al enviarme. Obviamente, yo no tendría dónde esconderme así saldría a enfrentarlos. Ojalá las lechuzas no se hayan equivocado... ojalá que no...