Páginas

27.9.09

El mundo allá afuera no es tan diferente cómo lo pensé

Imagina por un instante que no puedas escuchar, mejor aún, que no hayas escuchado nada antes en tu vida. Que sabes que tu mundo, en gran parte de él, funciona con el sonido. Sin embargo, no tienes la oportunidad de escuchar, y tampoco poder hablar en el mismo código que los demás. Además te vez confinado a ver rostros tristes, de rechazo, de cuidado o sobreprotección, y llegas a sentir en todo instante alguna necesidad de poder comunicarte de alguna forma, la mejor que se pueda para no perder el contenido del mensaje. Te vez motivado a poder aprender ese código extraño que hacen los demás al mover sus labios, pero hay algo más que hacen que sientes que no puedes llegar a hacer. Es, hasta cierto punto limitante y frustrante, pero... hay otro método de poder comunicarse, y en un contexto más puro que el de las palabras, las señas.

Poco a poco empiezas también a comprender los grafemas, aprendes a escribir, con mayor tiempo dado que hay que asignarle a cada palabra un significado enteramente gráfico. Pero a la par de ese aprendizaje vas también comunicándote con otras personas que tanto como tú conllevan en sus vidas el reto de no poder oír un sonido, y con ello, vivir una vida feliz y cotidianamente adecuada y adaptada, mucho mejor que algunas personas que no saben valorar aquellos que tienen hasta que lo pierden. El signo, la señal, aquel código estandarizado que todos suelen usar, poco a poco llega a ser comprendido y adaptado a tu vida. Pero... por qué ellos, aquellos que observan, no se toman el trabajo de comunicarse, algunos lo hacen poco a poco el interés que van capatando se convierte en un mundo abierto en comunicación donde se comprometen muchos métodos y formas de enviar el mensaje.

Una vez más estás dispuesto a conocer más del mundo y compartir con él tu mundo de silencio, pero de mucha información, clara, directa, y sin barreras de contexto, estás atento a cada movimiento del mundo allá. Llega una persona y te habla, tu le comprendes y le respondes según mejor puedes expresarte y aquella persona te entiende.

Durante estos días, al rededor del mundo, hubo una movilización de grupos, asociaciones y clubes de personas sordas con una necesidad de que los entiendan, no sólo las autoridades sino también uno de nosotros, y puedan formar parte de nuestra sociedad de un modo activo y continuo, teniéndo el derecho a un intérprete y qué mejor que cada persona se de un tiempo y pueda aprender la mejor forma de comunicarnos. Este mundo presenta dia a dia retos, no sólo para "personas con necesidades" como eufémicamente nos hemos acostumbrado a llamar a todo aquel que no se parezca a nosotros, es tiempo de darnos cuenta que la mayor necesidad la tenemos nosotros, aquella necesidad de dejar de vernos y ver al mundo cómo está girando, en sus actitudes, en su gente, en su cultura y alimentarla.

21.9.09

No convencionales

Encuentro algo bello en tí, algo atrayente, algo que te distingue y que te hace única. El sonido de tu voz mantiene un ritmo y matiz asombrosos, tal vez no los hubiera podido apreciar si en todo caso hubiera tenido aún la visión. Puedo sentir la textura de tu piel y sonreir al sentir tu mejilla rosando con la mía. Es momento de alegrarse, de sentir al máximo cada sensación que recibo del exterior que venga de tí, puedo sentir inclusive cómo me miras, cómo sonries e imagino parte de tu mejilla doblándose dónde los músculos no pueden llegar a cubrir y tu sonrisa amplia iluminándo tu rostro. Toco tus dedos y descubro que tus dedos tienen uñas casi cuadradas, son dedos suaves, palmas un poco ásperas y calientes, comprendo que unos minutos antes tenías los puños cerrados. Intento tantear con mis pies cuán lejos están los tuyos, pero descubro que no es necesario pues siento tu respiración cerca a mi oído y susurras: ¿Cómo estás hoy?¿Puedes discriminar algo... alguna sombra al menos?. Giro mi rostro intentando encontrárte y digo: Todavía nada. Tu rostro cambia de expresión, lo entiendo por la reacción de tus manos que dejan de apretar mis dedos y la distancia que se incrementa mientras se recuestas en la silla frente a mi. Sólo me queda sonreir.

Fue un buen momento para conocerte, aquel día, aquel 12 de junio, fue viernes. Entraste por la puerta del restaurante con tus cabellos alzados por el viento y la luz de afuera iluminando tu sombra azul. Sabía que no iba a durar mucho mi visión así que me animé a conocerte y desde entonces hasta ahora todo ha ocurrido en su tiempo. No supiste que había perdido la visión hasta el año pasado en enero pero me parce que también fue el momento adecuado y preciso para que te enteres, pues tal vez si hubiera sido antes, hubiera primado la lástima o el temor a herirme. La dificultad, o podría decir novedad, de mantener una relación implicitamente planificada, es que aquella planificación no comtemplaba mi ceguera y eso le agrega un punto más en la escala de rareza. Además que sin ser convencionales, tienes, y tengo, aquella habilidad de descubrir lo que el otro piensa hasta en un setenta y cinco por ciento de efectividad. Y es muy bueno saber que tu sabes que puedo estar pensando antes de que lo diga por eso te dejo estas letras para que las entiendas en esa compleja semántica con la que se suele conceptualizar y tratar de entender.

20.9.09

Códigos al rededor

No pretendo buscar un porqué a esta situación, tampoco un cómo, pero al parecer tengo que hacerme una pregunta para entender por lo menos de qué se trata y porqué estoy como estoy. Empezó al momento de sumergirme en el mundo de la lectura y la imaginación, siendo que no concibo alguna lectura sin imaginación. Empecé a rebuscar en mi mundo abstracto el momento exacto en el cual inció este extraño interés por leer, por surcar la vista sobre un papel pintado con formas sinuosas con serif y sin él, con un código comprensible y muchas veces amplio en sus conjunciones y conjugaciones, único en su especie, pero por ello singular, pues es conocido ya que existen muchos códigos que exigen las mismas formas sinuosas pero no neceariamente el mismo orden de conjunción. A travéz de esta indentificación de símbolos descubro muchas perspectivas del mundo tal y como se conoce en la esfera personal. El mundo de los códigos, de los símbolos, de las cosas multidimensionales y rítmicas.

Este afán e interés arrebatador, me llevó a refugiarme de una forma inesperada y según dicen inadecuada de esta compulsión por leer. El rededor se diluye en un segundo plano y la conciencia de imaginación se permite ingresar a mi status quo y soy una vez más aprisionado por letras, y signos de puntuación que me llevan a conocer recintos, paisajes, actitudes, reacciones, pensamientos, emociones descritas y guardadas en esencia pero a todo ello, no se le puede tocar sólo orbservar de lejos. Es cuando me propongo llegar tan sólo a encontrar un modo, y especular que lo obtengo, para poder establecer ese vínculo necesario para infringir las reglas y sentir lo que se imagina tal y como se puede experimentar en el mundo físico. Ese deslinde de imaginación exaltada, ese escape de motivaciones retenidas lleva consigo a un agente encubierto de dolor y pérdida de cordura.

Me pusé a reflexionar sobre mi condición óptica, sobre el estado de mis ojos, y sobre aquella labor que cumplen de llevar información clára y decodificable en mi cerebro. Surgió en mí una necesidad de valorarlos e inclusive cuidarlos de posibles afecciones que puedan dificultar su labor. Pero mis intentos fueron disminuidos y replegados cada día más a sólo intenciónes. No imaginé que tendría que experimentar la pérdida de mi visión tan pronto, y es así como tienen que llegar las noticias, de pronto. Con el simple fin de comunicar lo que acaba de ocurrir. Así de simple e imprescindible.

Era todo sin forma, fondo, ni figura. Era la no oscuridad, pero tampoco cláridad. La gamma que venía de los rojos a los violetas acababa de esfumarse. Mis otros sentidos los experimentaba mermados, disminuidos en su potencial y algunos imclusive hasta quebrados y sin reacción por momentos. Comprendí que por más esfuerzos que intentara realizar no conseguiría obtener de nuevo la capacidad de poder observas ápices de luz y color. Empecé a desarrollar los sentidos que aún conservaba, aunque desgastados pero aún útiles. El tacto se acomodó al reconocimiento de texturas, el oído acopló nuevas formas de distinguir distancias, el olfato apoyaba cuando el ambiente cambiaba de aromas y podía relacionarlo con imágenes que todvía albergaba en mi memoria.

Y después de todo seguía pensando que tenía algo pendiente por hacer. pensar en cómo poder reemplazar aquella adicción tan agradable como es la de leer. el sonido me podría ayudar, aunqué... en efecto, no pensaba estar todo el tiempo escuchando historias en audifonos o contadas por alguien. Necesaitaba un medio por el cual pueda leer por mi mismo y no sea necesario permanecer con alguen al lado en todo momento. Fue cuando aprendí a leer con mis manos, reconocer texturas lisas y en ellas unas imperfecciones que comunican y trasmiten un nuevo mundo de códigos, un universo nuevo de imaginación y luz, una luz muy impactante y amplia de poder comunicar cuanto sea posible. Con esto comprendí una lección muy importante y tal vez básica, la comunicación es necesaria para todo ser humano, y el uso adecuado de ésta permitira desarrollarse, adaptarse y madurar en este mundo que en cada momento está dispuesto a darnos información.

17.9.09

El habitante (parte II)

La caminante se acercó corriendo a donde se encontraba el habitante yaciendo sobre el suelo, tenía las manos sangrantes por los vidrios rotos del retrato quebrado cuyo marco estaba a unos metros de ahí. Le toma de los hombros y empieza a llamarlo por su nombre, pero el habitante no contesta, está con los ojos perdidos, repasando en su pasado, en todo lo que lo llevó a esa situación. el episodio en el que quedaba solo se repetía una y otra vez en su memoria y esto le impedía estar en su presente y darse cuenta de que la caminante estaba con él, gritándole para que le haga caso.

En su memoria repasa el recinto donde estuvo, el espejo, las ventanas, la falta de color, la mesa amplia, los muebles, el retrato y... exacto! faltaba algo, el relicario de plata. Aquel relicario era una joya de diseño muy simple, básico y sin muchos detalles. El contenido era muy importante y valioso sólo que el habitante no podía aún comprenderlo, ni aún intentar recordarlo con claridad. El habitante tuvo un deseo enorme que salió de su constelación interna, quiso retroceder el tiempo, llegar de nuevo a la habitación y empezar a describir todo de nuevo. No podía, sólo deseaba. Cuando el deseo interior se fue acrecentando el empezó a escuchar la voz de la caminante muy lejos, allá fuera de él. Buscó encontrarla. Buscó en su lugar, pero no la encontró, recapacitó que había pasado mucho tiempo en la visión hacia si mismo y empezó a salir de su mundo y darse cuenta de su alrededor. Primero el tacto, algo líquido en sus manos, sus hombros los sentía aprisionados y el suelo frío tanto como el viento en su rostro. Segundo, el olfato, un suave perfume que se quedó grabado en su mente como tantas cosas que no comprendía, el olor a tierra también. Tercero, el sonido que venía junto con el tacto pero que se detuvo un momento porque se sentía difuso, ahora más nítido, la voz de la caminante. Finalmente la visión, que empezó con brillos de las lucez al rededor y poco a poco tomando formas, sombras que se aclaraban y al fín, el rostro de su amada.

7.9.09

Trivialidades, las de siempre

Me gustó conversar contigo ayer. Tu sonrisa me alegraba. Tus ojos mantenían ese brillo de siempre y tus labios eran delgados, pero no tanto, me gustaban cuando se movían para hablarme entanto que me concentraba intantaba comprender qué me querías decir. Empezamos a conversar sobre trivialidades, las de siempre. Me parece que estoy un poco romanticón debido a que empezamos a recordar sobre baladas que gustán y esto, es una confesión, pertenece al lado emocional que inherente al ser humano no puede faltar en mi por más distímico que pueda parecer, en algunos momentos. A raiz de esta reacción, empecé a indagar en mis pensamientos y memoria, desde cuándo es que no estoy dispuesto a reconocer mis emociones y expresarlas tal y como son. Llegué a una conclusión.

La última vez que tuve la oportunidad de experimentar una emoción arrebatante fue hace mucho tiempo atrás, para ser exactos un año atrás. Era invierno como ahora, la neblina estaba más densa y la oscuridad se disipaba con algunas linternas que al mostrar su luz se quedaban limitados pues la neblina se iluminaba y las sombras tenían un inicio notorio, la división era asombrosa. El ambiente estaba preparado, y las pequeñas cosas que faltaban eran una fogata, abrigarse bien y acercarse a conversar de trivialidades, las de siempre. Fue cuando decidí dejar que el tiempo pase y llegue el momento indicado. Éramos un grupo de amigos con un sólo motivo de estar ahí, salir de la rutina y entretenernos un poco saliendo de la ciudad. Aunque no por ello deberíamos dejar la tecnología de lado. Varios llevamos nuestros mp3 en sus diferentes modelos, formas y diseños, pero sabíamos que no lo usaríamos mucho dado que teníamos que cuidar la batería y si nos encasillabamos en sólo escuchar música, no serviría de mucho el cambio de ambiente.

Pero aquella noche, después de las trivialidades, las de siempre, llegó el momento de usar el mp3 cad quien en su mundo, aunque precisamente no planeaba estarlo contuve mis impulsos por un momento moderado. Me acerqué sigilozamente a tu lado, cada uno sabía de las intenciones del otro, inclusive sabíamos hasta que punto ibamos a tolerarnos y aún así sobreactuabamos como si no supieramos nada de lo que pensabamos. Era el juego adolescente de cortejo de sonrisas. Era el momento de las miradas y de la circunstanca en la que nos ibamos a preguntar con frecuencia ¿Y que tal eh? y nos ibamos a responder con frecuencia Bien ahí... como siempre. Luego las miradas evasivas (sabiamos lo que hacíamos, y lo tonto que se veía, pero aún así lo hacíamos, sólo porque era divertido hacerlo), continuando con las empujadas y juegos de manos, al punto en que simplemente la manos se entrelzaban y quedaban donde habíamos planeado deberían estar, entrelazadas. Sabíamos que lo que hacíamos estaba en el límite, así que buscamos un pretexto para envitarlo... el mp3.

- Oye sabes, tengo una buena canción acá...
- Así, ¿Y de quién es?
- No sé la escuché recíen en la radio y la grabé en cuanto pude
- A ver

Comenzamos nuevamente a acercarnos, te presté un audifono, y surgió la idea de siempre de que a alguién se le debe ocurrir crear audifonos dobles para escuchar juntos (que buena idea ja ja ja, el problema es que nadie se toma la molestia aún), en fin, estábamos conpartiendo un audifono con un auricular para cada uno, estabamos muy cerca y fue cuando mis emociones empezaron a traicionarme ¿Era el momento? ¿O era yo quien imaginaba que era la situación correcta? Podía ver tus ojos negros atravesando los míos pero, ¿Eras tú? ¿o era mi imaginación que me llevaba a pensar en aquello? Me regresaste a la realidad diciendo: Ah! esa canción es de Dido. Yo grité para adentro Quééé!!! Sabía que la reacción era la correcta y hasta cierto punto mi imaginación me había traicionado. Luego fue cuando tú en tu sapiensia femenica, aquella extraña habilidad de saber decir lo emocional de una forma muy sutil y podríamos decir hasta subliminal dijiste: Mira, yo tengo esta canción parecida... es de Pauline Croze, es francesa muy bonita, aunque no sé que significa se escribe Te's beau. Tu sonrisa sobrepasó mi umbral de imaginación y sólo me dediqué a escuchar, te miré y tus ojos me mostraron que había una pizca de astucía atrapada en una risa guardada. Sonreímos y guardamos nuestros sentimientos junto a la fogata, las estrellas, nubes iluminadas suavemente por el reflejo de la luna, reflejada por el sol, que nos miraba con sus ojos bien abiertos sonriendo.