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14.12.10

Oportunidades

Era invierno del año pasado, G y yo recién nos conocíamos y de vez en cuando encontrábamos un pretexto para abrazarnos por mucho tiempo. Era como si estuvieramos calculando cuánto tiempo podríamos quedarnos así, abrazados. Nuestra amistad se hacía más cercana y jugábamos a demostrarnos afecto "como amigos". Y lo éramos, y lo seguimos siendo. y también algo más (XD). Fue por esa época que me enteré de una noticia agradable sobre la visita de un personaje que se presentaría en Miraflores por única oportunidad después de mucho tiempo. Lo recuerdo todavía, el evento sería en el Pasaje El Suche. Ahí se presentaría, ahí estaría François, uno de los mejores narradores de cuentos, cuentos que ejercitan la imaginación, cuentos que te hacen pensar en lo cotidiano y en lo abstracto de nuestra interpretación de la realidad. Naturalmente, le propuse (como un comentario libre) ir a ver ese espectáculo. Ella me comentó que tal vez no podría por los exámenes que se aproximaban y que en mi inconsciente también sabía que yo tendría que estudiar pero inmediatamente me repetía que algunas oportunidades se presentan y son tan reconocibles que no tienes tiempo para pensar en dos opciones, aseveraba incluso que esta era una de aquellas oportunidades.

Decidí ir de todos modos, a pesar de saber que el día siguiente tendría que evocar a mi más remotp recuerdo sobre el tema de examen, y por cierto era un tema que podría complicarse con otros temas más, pues mi "apreciado" profesor era, digamoslo siendo eufémicos, un poco "ecléctico". Entonces, un tema se podría amalgamar con otro sólo por el simple hecho de parecerse. Pensé en estudiar en la mañana del día siguiente, pero me conozco así que poco o nada iba a ser verdad cuantas veces me lo jurase. Aún así fui. Fui de puro gusto, de rebeldía si cae mejor la explicación. Recuerdo que la llovizna tímida de Lima caía mientras iba en el carro por la Av. Angamos mientras recordaba algún tema del examen del día siguiente y las gotas diminutas formaban oblicuas en la ventana. Llegué a donde se suponía debía llegar para caminar una cuadras. Revisé mis pertenencias, todas estaban en su lugar. El celular, Ok. La billetera, Ok. Llaves, Ok. Me dispuse a acomodar mi chalina de cuadros blancos y celestes y caminar según mi mapa mental, después de cinco cuadras, dí vueltas sobre mi mismo para darme cuenta finalmente que estaba perdido. Sospeché que estaba cerca, pero no calculaba cuánto.

Pregunté sobre dónde quedaba aquel Pasaje El Suche, me dijeron que estaba media cuadra adelantado. Retrocedí en mis pasos y me encontré frente a una casona. Empecé a investigar por las ventanas y reconocí que eran diferentes restaurantes y bares que se habían distribuido en las habitaciones de esa casa particular en medio de la cuadra. En el fondo de uno de ellos pude observar a través del dintel de la puerta el rostro de François. Me percaté también que el ambiente estaba lleno y que ya había empezado un cuento, que al acercarme pude escuchar la mitad y la mitad reflexioné. Luego vinieron dos cuentos más y una pausa para continuar con dos cuentos más. Mientras escuchaba, me divertía escuchando sus frases. Todo estaba bien hasta que me empezaron a doler las piernas pues me había quedado mucho tiempo de pie. Sucedió que una señorita se me acercó y me dijo que podía ingresar y sentarme en un lugar que estaba cerca al personaje. Me agradó la idea de conocerlo en persona. Pero decliné la oferta pues estaba indeciso de poder quedarme más tiempo. Incluso, sólo saber que era tarde me daba pereza el hecho de pensar en el viaje de regreso. Así que le agradecí y decidí que volvería a verlo la siguiente vez y esa vez sería cuando lo conociera. Luego me repetí: Algunas oportunidades se presentan y son tan reconocibles que no tienes tiempo para pensar en dos opciones, pero lamentablemente lo hice.


En fin. Ese día terminó tarde en mi casa, en mi dormitorio, en mi cama. Pensando y recordando los cuentos, aquellos cuentos que sólo pueden transmitirse por lo buena que esté tu memoria y la facilidad de hilvanar palabras. Repetía los cuentos y me divertía pensando en su contrastación con la realidad. Al día siguiente, llegué al examen y no pensé más en que si lo había hecho bien o mal, incluso terminé primero. Al salir del salón después del examen, saludé a G con una sonrisa y un abrazo infinito que duró medio minuto. Ella se sorprendió pero correspondió mi abrazo. Y pensé: Algunas oportunidades se presentan y son tan reconocibles que no tienes tiempo para pensar en dos opciones.

***
P.S.: Recordé este episodio de mi vida pues hoy hizo el mismo clima que aquella noche, sólo que de día. XD.

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