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22.2.10

Laberinto

En el umbral del laberinto de nuestro pensamientos se encuentra un vigía que subordina los motivos y razones a lo que demande la ley que se encuentra en el centro del laberinto, la ley de nuestras creencias, de lo que estamos seguros aunque no tengamos evidencias, pues siempre ha de ocurrir una necesidad de llenar aquel vacío no sólo cognitivo sino emocional y una vez lleno ese vacío todo encuentra sentido y orden por más paradójica que pueda ser la explicación. En otros casos lo que subordina es la emoción antes que la razón. Este vigía amplía, mientras lo permita la ley, las opciones de respuesta para evitar conflictos por estreches de posibilidades y bagajes de condiciones y circunstancias, a la vez esto implica un nuevo conocimiento de experiencias y la aprehensión de otras creencias para su respuesta no contradictoria con la ley.

El origen de esta ley es la búsqueda de orden y coherencia al sentirse humano, al poder observarse humano y ser social, interactor con el mundo, con las personas y consigo mismo en su entidad social. La ley se forma mientras el ambiente otorga favores de delimitación de creencias mediante la instrucción parental y la valorización significativa de las interacciones con personas comprendidas en el circulo de educadores, por más que el mundo no lo califique así el individuo busca conforme a sus actitudes, prediseñadas en el código genético, hacia una postura inicial, esto conllevará quiera o no a que se demarquen ya arraiguen en el centro de este laberinto estas reglas inquebrantables hasta que se demuestra la falsedad del educador sea cual fuere. Esta quiebra cognitiva y emocional refiere entonces un estado de duelo subjetivo en la ley y de acuerdo a cuán fuerte fue la evidencia de falsedad para que se produzca el quiebre, así de fuerte, y tal vez brusco, será el cambio o por el contrario será lo mas largo, lento y doloroso. Demostrando así una bipolaridad de respuesta que queramos o no estamos destinados a enfrente siempre que se produzca un reto frente a nosotros, esto demuestra que los caminos intrincados en el laberinto al cual me refiero va a tener dos polos, aquella dualidad que desde los inicios de la cultura humana entendió y representó en tótems, paredes, esculturas, escritos, cuentos y expresiones humanas de todo tipo. Delimitando una vez más sus costumbres y sus estilos de vida.

Creo que es hora de buscar el rumbo, primero a conocer al vigía de nuestro laberinto cognitivo, luego, buscar el camino al centro del laberinto para revisar y verificar cada una de nuestras leyes y finalmente reconocer que este laberinto es como el laberinto del Minotauro, un laberinto de difícil salida pues exige arduo trabajo y no acepta atajos pues, la única manera de salir de aquel es elegir por uno de los polos y recorrer cada cual según las consecuencias que acarreen.

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