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21.2.10

El cole

Dicen las buenas y malas lenguas que el cole es uno de las mejores épocas de tu vida, claro cuando estás fuera del cole parece ser así. Pero cuando aún tienes que levantarte temprano, ponerte un uniforme, tomar el desayuno apurado (si es que se toma), y luego partir a encontrar la movilidad que te llevará al cole, no lo creo. Llegar a la puerta del centro corriendo con la agenda abierta para que te sellen, y luego seguir corriendo para poner tus cosas en tu sitio y correr otra vez para la formación. Empezar la primera clase con algo de sueño e intentar comprender de qué está hablando el profe. Luego esperar un tiempo moderado hasta que llegue el recreo.

Recuerdo todas las cosas que hacíamos para no aburrirnos en clase. Las clásicas conversaciones en papelitos que eran entregados cuando el profe se daba la vuelta para escribir en la pizarra o las jaladas de pelo, miradas malas cuando alguien se peleaba, el pretexto de ir al baño, el encontrarse con los cuadernos del día anterior en tu mochila, hacer chistes mientras el profe intenta hacer una clase prolija sobre química o historia, o cualquier otro tema, esperar que llegue el recreo o hacer alguna travesura para que el profesor salga del salón y podamos ser dueños de los subsiguientes dolores de cabeza del personal escolar.

Luego, ya en el recreo, Chapita era lo que se nos dio un tiempo por jugar. Luego las tumbaditas, luego a cantar canciones con un brother que llevaba periódicamente su guitarra. Recuerdo un día cuando un compañero encontró una chapa y salió corriendo para poder jugar en un pequeño anfiteatro que teníamos en el centro de un parque, también pequeño, en el territorio del cole, la emoción en sus ojos y el interés por no perder más tiempo le hizo trastabillar y caer por cada uno de los escalones hacia el centro del  anfiteatro, y claro por respeto (o por aguantarnos de la risa) no jugamos ese día. Luego los partidos de fútbol en las canchas de cemento, eran únicos, con toda la emoción que se reserva cada gol y cada foul. También recuerdo cuánto demorábamos en regresar al salón para continuar con las clases.


Un día un compañero llevó su maleta con clave, y como era de esperarse, todos nos abalanzamos para ver y reconocer su clave, luego en un afán por jugarle la broma le cambiamos la clave y tuvo que pasarse casi todo el recreo buscando cual fue la que cambiamos, creo que trajo unas cuantas veces más su maleta pero la descontinuó porque en una clase no pudo encontrar la clave y se quedó observando al profesor mientras pedía prestados un papel y lapicero. Los martes y jueves, creo, hacíamos cambios de salones debido a que teníamos que ordenarnos por niveles en inglés, era cuando nos encontrábamos con amigos de otros salones y podíamos conversar de todo menos del curso, claro está hasta que l profe nos deje la tarea o empiece con la clase. Hubo un tiempo que se nos dio por votar las mochilas por la ventanas y era gracioso ver las caras de los transeúntes por las afueras del colegio que veían caer mochilas hacia el jardín de afuera. También los días en que íbamos a ver películas eran de vagancia. O los días en que teníamos que salir a recolectar. Días de paseo, o perdón, salida de estudios. Y también los días de campamentos. Creo que el cole tuvo sus momentos chéveres y servirán para mantener aquella amistad con quienes compartieron un aula de clases y las risas mientras hacíamos las travesuras.

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