Me rindo a las emociones y el nudo en mi garganta se retuerce, es idéntico a aquella sensación que cuando era niño y no conseguía el premio esperado sentía. Después de todo somos (soy) los mismos con una cubierta de cordura que regula las interacciones convencionales. Tal vez considere este momento como una confrontación conmigo en la lucha por el control de mis impulsos y mis ideas irracionales, por querer algo con todas mis fuerzas y olvidarme que esto no sólo depende de mi.
Tal vez cuando empiece a considerar que ya no sólo puedo pensar por mi, sino que tengo que pensar por nosotros, que lo que uno desea, con deseo infantil no puede y no debería interferir con la construcción de un vínculo duradero. Y es como todo se comprende como enteramente posible y únicamente comprobable con la experiencia.
Puedo observar desde esta banca el ambiente aún navideño del parque de Chaclacayo, las luces insuficientes en su brillo me impiden leer y calcular el trazo de lo que escribo, los sonidos se hacen más intensos y me regalan una idea de lo que será mi futuro cuando la vista se me oscurezca. Recuerdo cuando escribí sobre una fotografía en sepia y me imagino en un futuro escribiendo muchas cosas más tanto como hoy desde esta misma banca. Poco a poco ese deseo truncado alimentado por ideas sobrecogedoras y aún así difícil de asimilar se va difuminando en cada respiración y al frente cada sonido del pasar de los carros se lleva consigo un momento de ansiedad.
Empiezo a imaginar algún momento en el que no pueda sentir esto, me emociona sentir algo nuevo pero también me incomoda, entonces la razón me dice que es el proceso de adaptación y me percato que tal vez esto dure un poco más de lo pensado. Ayer y otros días antes mencionaste sobre la confianza entre nosotros como una virtud muy valiosa , hoy comprendo su utilidad y tal vez me atreva a intentar poniendo más de mi parte. Pienso y quiero que funcione pero a la vez no me atrevo a poner todo en juego (tal vez esa sea la razón por la cual no hablo mucho), dejemos eso atrás de una vez.
Respiro profundamente y puedo percibir olores de niñez, aquellos que se percibían cuando jugaba, corría, caminaba, saltaba y reía. Tal vez sea momento de empezar a intentar un plan que dejé en el pasado, te comentaré en cuanto nos veamos. Contaré las horas. Te quiero.
zach.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario