Llegué corriendo al trabajo. Subí las escaleras y todo estaba tranquilo, las oficinas aún no estabas todas abiertas y pense en regresar pues había llegado muy temprano. Sin embargo, me encontré con algunos compañeros de trabajo que me dijeron que el décimo primer piso estaban preparando lus últimos detalles para el desayuno con los empresarios que vendrían de visita. Ocurrió como menos se esperaba pues algunos empresarios tuvieron algunos contratiempos y llegaron con demora. Aún así los objetivos de la reunión se cumplieron y las conclusiones nos ayuadron a obtener una mejor visión de los servicios que podemos otorgar como empresa.
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Llegué caminando al trabajo pues sabía que el día se avisaraba con compás moderado. Consentí conmigo mismo en darme el gusto de comer galletas saladas y observar el claro de la mañana desde la ventana de la oficina. Todo surgió como se esperaba y sólo pensaba en que termine el horario de trabajo para ir a la universidad y encontrarme con G, conversar y contarle sobre el desayuno empresarial que tuvimos el día anterior. El tiempo pasó rápido a pesar de salir de comisión y estar en trasporte urbano por dos horas. Luego, sólo esperar que llegara el fin del día laboral e ir lo más rápido posible a conseguir un vehículo que me llevara a la universidad, a una hora u hora y media de mi centro de trabajo. Fueron dos, por el tráfico. Llegué después de una siesta confiada en que el conductor no estaba mal de los reflejos. Entré por la puerta saludé al señor de seguridad y corrí por la vereda para llegar al pabellón donde me esperaba G. La encontré y la abracé como si no nos hubieramos visto por meses (fué un día y medio), aunque sí nos habiamos escuchado. Toqué su espalda y ella sonrió recostada en mi mejilla.
Entré al salón donde me esperaba el último examen de la carrera de pregrado. G ya lo había dado por eso la encontré afuera. Reconocí los rostros de mis compañeros de clase mientras ellos pensaban. Me apresuré por leer, comprender y resolver la prueba. Una vez que entregué mis respuestas olvidé las preguntas. "Será lo que tenga que ser" me dije y salí. Nos tomamos de la mano y caminamos.
El salón de cuarto año había preparado una cena de "despedida". Aún no entiendo el objetivo, me imagino que debe ser saldar las cuentas pasadas o por primera vez encontrar dos salones de clases que tuvieron comunicaciones esporádicas e intrincadas para aprender el valor de amistad a través de el uso de la memoria en honor a los cinco años de estudios. Tal vez eso o tal vez me equivoque. En fin, la cena estuvo servida mientras, nosotros, los invitados llegamos. Nos saludamos con profesoras (es predecible que las mujeres son las más interesadas en este tipo de reunión, es como una cualidad innata por experiementar circunstancias emocionales, a veces suele ser necesario, lo admito) que no habíamos visto de mucho tiempo debido, ahora, a las labores que nos separan de la universidad por dos ciclos. Ellas se enteraron de nuestros planes, de nuestros quehaceres y de lo nuevo que acontece en nuestras vidas. Nos aconsejaron con la experiencia de otras promociones y nos recomendaron fijar nuestras metas. Luego, empezó la reunión.
Estuvo llena de música, conversaciones, recuerdos, fotos y sonrisas espontáneas. Nos dió gusto recordar algunas ciscunstancias compartidas desde primer año, que por razones extrísecas habíamos olvidado. Algunos (en efecto, algunas) lloraron, otros entre risas y comentarios de nostalgia se desearon lo mejor para el futuro. Luego simplemente estuvimos agradecidos por el tiempo compartido. Este tipo se celebraciones al parecer tendrán lugar tiempo y comentarios para muchos años más. Tal vez eso nos alimente, tal vez el recuerdo sea un aliciente para resaltar nuestros logros. Tal vez sea necesario de cuando en cuando enumerar momentos que disfrutamos y que nos ayuden a valorar lo agradable y alegre que es tener el privilegio de comunicarnos y sonreir entre amigos. Una vez más, gracias amigos.
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