Hace poco Josh criaba una paloma africana. Un frágil animal que cantaba todas las mañanas y cuando tenía hambre. Tenía su plumaje entre gris y marrón y una linea fina que dibujaba un collar blanco sobre su cuello. Siempre que llegaba del trabajo miraba a Josh intrigado en el cantar de aquella ave. Era un espectáculo lleno de interés y tranquilidad. Observar a un niño de siete años analisar a su mascota, abrazarla sin apretar mucho, ver al animalito mover su cabeza ritmicamente y caminar sobre sus patas haciendo equilibrio con sus alas. Josh, cuando llegaba, me empezaba a contar qué cosas había aprendido el ave. A caminar sobre un palo de escoba dispuesto en un esquina del patio como una rama, bañarse en una tina, a veces la paloma al momento de comer prefería echar al piso el alpizte y esparcirlo, ocasionalmente venían dos aves más pequeñas y comían junto con ella en el piso del patio con el atardecer naranja sobre las paredes. Me sentía agradecido con la Naturaleza por el espectáculo tan vistoso que nos regalaba en medio de nuestra selva de cemento. Josh festejaba la llegada de sus acompañantes e incluso decidía acercárceles, naturalmente las avecillas salían volando raudas hacia una parte alta y esperaban a que nadie quedara en el patio, yo les veía desde la ventana que daba al patio convertido en centro de convenciones aviares.
Un día llegué tarde, la noticia de que Josh se mudaría a su nueva casa estaba estrechamente relacionada con el ambiente un poco desordenado de cosas embaladas y algunas cajas vacías que se cruzaban en mi práctica arragiada de caminar sin hacer el menor ruido posible. Me percaté que las luces del patio estaban encendidas y que aún Josh estaba despierto. Me pareció extraño, pero recapacité en que ya era el fin de clases y por ser el último día el tendría licencia de quedarse despierto al menos una hora más de la acostumbrada. Me acerqué saludé a todos y lo noté muy hablador y hasta jocoso con algunas frases. Sentía que estaba ansioso por los eventos temporales: su mudanza, el fin de clases, navidad. Llegué y vino a abrazarme como solía acerlo cuando llegaba tarde y lo encontraba despierto y luego se iba a jugar con sus carros de Hot Wheels, y con unos muñecos multiformes, Gogos.
Esta vez cené en el tiempo que mi hambre me lo permitió y me dispuse a enterarme de las últimas noticias que acontecieron en el día o pensar en qué podría escribir por navidad en unos días adelante, tal vez contar sobre cómo pasé alguna navidad en mi niñez o tal vez sobre otra cosa. Entonces se me acercó Josh y me empezó a contar. Me dijo: Zach, hoy saqué a mi paloma de su jaula para que pasee, se iba del palo del patió al lavadero luego se subió a un cordel y en eso vino un gato y la espantó. Se fue volando lejos, hasta ahora no regresa. Mi mamá dice que parece que no va a regresar. Pensé en Kafka. La mamá de Josh, mi hermana, se preocupó un poco al otro lado del recinto donde estabamos conversando, me miró y yo entendí que la paloma no se había ido volando sino que había sido presa de las fauces felinas de aquel visitante oscuro que llega en las tardes o en algunas mañanas aún hasta este días. Y me convencí de que debería explicarle muchas cosas que a veces para los niños se hace dificil de procesar debido a que la palabra "muerte" no se suele mencionar mucho o se prefiere evitar el tema algunas veces también.
Josh, me llevó a su cuarto y me enseñó el recuerdo de aquella frágil ave, unas plumas que había recogido luego de su ataque y supuesta "huída". Al momento de entregarme aquellas plumas, grises con un poco de marrón, el cuerpo de mi sobrino infante se empezó a desencajar y la lagrimas comenzaron a brotar de debajo de sus ojos. Me abrazó fuerte. Entendí que antes sólo estaba buscando olvidarse del tema o tan sólo no darle vueltas a la idea de la pérdida de su mascota alada. Le abracé también y quise explicarle sobre qué pasa con los animales cuando mueren, pero me quedé atrapado en mis pensamientos al momento de explicarle de la manera más facil y con palabras no tan complicadas lo que significa la muerte para cada persona y cómo sería una reacción "normal". Pero decidí que primero segregue sus emociones, lo acompañé en su tristeza y en su dolor. A pesar de ser un animalito que nos acompañó por un año, tal vez un poco mas, reconocí también que la noticia era un detonante de tristeza. El duelo tendría que pasar. Lloró por un tiempo prolongado, mientras me escuchaba la explicación de porqué las aves tienen alas, sé que no era la más adecuada tal vez pero era la única que se ocurría en ese momento una explicación racional y simple para que sus ideas no le traicionen en el futuro. Las palomas fueron creadas con alas para que puedan volar, no fueron creadas para tenerlas en cautiverio, tal vez ahora tu paloma debe estar encontrándose con sus pichones, o llegando a su nido (sabía que la verdad era otra, más cruda y tal vez le podría lastimar más). Sus ojos empezaron a calmarse mientras le iba contando la historia de aquella paloma que se encontrba con los suyos y recuperaba su vida anterior. Él, ya con sus lagrimas secas sobre sus mejillas, me preguntó: Entonces, por qué llegó acá, porqué ese día me esperó en la puerta. No supe qué decirle, sólo: Tal vez porque necesitaba nuestra ayuda. Nosotros tenemos una responsabilidad con los seres que nos acompañan, con los animales, tenemos el deber de cuidarlos. Tal vez por eso llegó ese día a nuestra puerta para acompañarlos. Luego me dijo: Ahora, debe estar acompañando a sus pichones que le debieron haber extrañado ¿no?. Sólo le contesté: Tal vez.
Nuestras actitudes hacia el universo redundan en nuestras actitudes hacia nosotros mismos. Espero que, estando proximos a cerra el año, estemos dispuesto a mejorar (siempre hay algo qué mejorar) en algún aspecto de nuestra vida. Hagámonos una autoevaluación. Aloha.
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