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3.3.10

Mamá ¿Y qué fue de papá?

Esa fue la frase que tensionó aquel nudo en la garganta de aquella mujer. Delgada, de cabello largo y arrugas marcadas, no sólo en el rostro sino también en las manos.

El dolor de una ruptura se ve expresado en emociones intensas y que marcan la etapa del desarrollo que se vive. En este caso, las familias monoparentales por abandono de hogar de parte de uno de los progenitores es uno de los casos de mayor incidencia en nuestro país, de este tema se puede encontrar regular información en la red, como también de instituciones que apoyan la superación en la persona a cargo de la familia que en muchas oportunidades es una mujer, la madre, y no hay necesidad de hacer estadísticas (a no ser que se quiera hacer un programa de apoyo colectivo o de gran alcance) para darnos cuenta que en muchas comunidades en Lima y en otras ciudades, se encuentran estos casos. O peor aún, ir a un colegio secundario para ver las siguientes familias monoparentales potenciales y a una escuela primaria para observar las consecuencias que trae las decisiones de "adultos" (que no aprendieron a ser responsables). Recuerdo en la práctica profesional que conocí algunos casos que trajeron estragos en la vida emocional de sus miembros.

Madre: Me siento mal, esto no puede llevarse de otra forma tengo que irme lejos para que no sigamos sintiendo culpabilidad. Desde que se fue ha sido difícil pero tengo que trabajar el doble de lo que antes trabajaba y a veces no tengo tiempo para mi hija. Mi mamá se queda con ella pero no es lo mismo a veces le engríe demasiado y no sé ya cómo decirle que no lo haga. Pero tampoco puedo irma porque no tendré con quien dejarla y ella me pide que nos vayamos de casa porque ya no soporta más que mi padrastro le grite como si fuera cualquier cosa. Sé que no es buen ambiente para mi hija pero ¿digame, a dónde voy? Su papá tiene contacto conmigo pero no tanto a veces se aparece en casa pero sólo para darme 50 o 60 soles después otra vez desaparece. Una vez fui a su casa pero me dicen que no está, que no ha vuelto porque ya tiene otra mujer.

Hija: Mi mamá me quiere mucho, pero mi abuelito no, él es malo y a veces me grita y me pega, mi abuelita si me quiere, ella se queda más tiempo conmigo. Mi mamá me dice que ya va haber tiempo para irnos a otro lugar pero nunca llega ese tiempo. Me gustaría irma con mi mamá y mi abuelita las tres no más, solitas. ¿Mi papá? No sé nada de él, dicen que se fue cuando era chiquita pero no me acuerdo, no quiero que vuelva tampoco.

Padre: Ya van tres años que no regreso, ni que veo a mi hija. La última vez la vi de lejos no más fue a la salida de su jardín pero después no creía ser capaz de estar con ella porque me odiaría por todo lo malo que le dije. Siento que el tiempo ya está perdido y no hay nada más que hacer. Mi familia me protege pero se que ellos están mal pues creen que ella no es una buena mujer. Están chapados a la antigua y como ella trabajaba y yo no me metieron ideas en la cabeza y cuando estaba tomando hice tonterías que ahora me arrepiento, pero no quiero pedir perdón porque mi orgullo es mayor.

¿Qué esperamos para cambiar? Para darnos cuenta que esperar no va traer ninguna solución, es posible dejar de sentir aquella impotencia debido a las circunstancias sólo enfrentándola con los sentidos y la mente clara. Busquemos que nuestra sociedad se conforme por personas que asuman sus responsabilidades y respeten a sus conciudadanos, apoyemos a quienes tomaron decisiones contraproducentes para su vida y practiquemos a pensar cuando quieran estar primero las emociones antes que la razón.

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