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11.10.10

In Quietudes

Cargando un paquete en una bolsa de papel marrón paramos el taxi que nos llevaría al colegio. El taxista tenía una apariencia peculiar y naturalmente no la me percaté de aquello hasta que se puso  a conversar con un compañero de trabajo que iba en el asiento de adelante. Me pareció que tenía muchas ganas de hablar y a la vez en muchas oportunidades imponía lo que pensaba y en otras me causaba mucha suspicacia su actuar. Empezó hablando de política, mencionando sus aportaciones al fondo Nacional de Vivienda y sus múltiples conjeturas respecto a cómo estuvo la política en Perú desde un poco antes de la década de los ochentas, a ser exactos durante y después del gobierno de Belaunde. Hizo una pausa a su discurso de conocimientos políticos y se concentró en el camino hacia aquel colegio en el centro de Lima, observamos con curiosidad un anciano con delirios de policía de tránsito que dirigía el tráfico en una calle con semáforo. ¡Avance! - gritaba - ¡Avance! - otra vez. Observé con gracia el silbato que colgaba en su cuello. Luego de unos segundos, el taxista empezó a cantar alguna canción de hace mucho tiempo. Hoy para mi es un día especial, hoy saldré por la noche... No lo podía creer ¿estaríamos a salvo en aquel vehículo? Seguro que sí... en realidad muy poco seguro. Luego de su interpretación intempestiva hizo un comentario sobre el gobernante actual y su primer gobierno y luego continuó hablando su discurso político, tal vez versado, tal vez contrariado, tal vez desinformado, tal vez por necesidad de hablar. Y llegamos.

La actividad que fuimos a realizar a aquel colegio se llevó sin accidentes, de no ser por mi inquietud al hablar y atropellar algunas palabras en el camino. Observé los autobuses morados que tenían su paradero en el parque afuera en la calle. Octubre, el mes morado, todo por el centro se torna en morado, las paredes, las ropas, los anuncios... y cada fin de semana el Cristo de Pachacamilla dirige la procesión multitudinaria. Terminamos nuestra visita al colegio y regresamos al centro de labores a continuar con las tareas que dejamos pendientes.

***
Al salir del trabajo, mis piernas no escatimaron esfuerzos para llegar pronto a la estación del metro, donde me iba a encontrar con G, pero antes hice una escala en una librería donde busqué un libro cuya publicación fue reciente. Santiago, su autor parece ser un gran novelista, vive en España si mal no me equivoco y me causa gran curiosidad observar sus imágenes narrativas. Bueno, llegué a la estación del metro y supuse esperarle en un centro de comida, donde me serví un pie de manzana y una bebida caliente. Aproveché para leer las últimas páginas a un libro de Alonso, Sueños Reales. Al terminar concluí que quería seguir leyendo pero ya estaba por llegar G y tenía que peinarme, por lo menos.

Nos encontramos en un abrazo infinito que duro medio minuto y caminamos a la zona de comida, me propuso comer algo, le comenté de mi reciente merienda, aún así compartió conmigo y sonreí con mis ojos, mientras comíamos le contaba algo acerca de lo que había leído en la mañana sobre las noticias de actualidad, me escuchaba y sentí que podía continuar hablando del tema, una vez terminada su merienda decidimos regresar a Chaclacayo y tomar un vehículo que nos llevaría pronto de regreso. Conversamos durante el viaje, esta vez estaba autovigilado en no atropellar mis palabras y ya me equivoqué menos, conversamos como siempre: sin necesidad de disfrazar las palabras, intentado ser sinceros y comunicar cuanto sea posible lo que nos pasó y cómo interpretamos aquella interacción. Compartimos lo que nos pasó en el día y entre risas y comentarios nos decíamos frases de aprecio. Luego llegamos a nuestro destino y la despedida fue larga y los detalles me los reservo. Llego a mi casa y a este escritorio, me encuentro con las palabras y el recuerdo de un día agradable, de mensajes en el celular que hacen sonreír al revisarlos y de noticias nuevas de cómo les fue a mis familiares durante el día. Echo un vistazo por la ventana, encuentro la luna en cuarto creciente tanto como ayer, tanto como lo estará mañana. Espero mañana tener la misma curiosidad por el mundo y las cosas que él hacemos, lo decidiré pronto, quizás en un sueño.

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