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25.10.10

Expectativas


Tengo sueños recurrentes de que estoy de viaje. No creo que sea la consecuencia de mis constantes ires y venires del trabajo a casa. Mas bien de las ansias que experimento del sólo hecho de pensar que voy a viajar a la ciudad donde nací. Lo comento con G y ella también espera conocer aquel lugar que me acompaño el primer año de vida y algunas temporadas de vacaciones en la diversidad de las historias que guardo en mi memoria como momentos de libertad en las alturas. Se encuentra a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y envuelve en sí misma un aura de sol y frío que me tranquiliza saber que volveré a experimentar. Cuando le cuento a G aquellas historias personales de mis travesuras en aquella ciudad ella revive también algunas historias que vivió mientas vivía en su ciudad natal. Tal vez por eso nos parezcamos tanto y a la vez tengamos algunas individualidades singulares, eso alimenta nuestra relación como aliciente para momentos en los cuales no queremos callar.

Recuerdo la primera vez que me interesó observar una hoja de eucalipto, con el alma de libertad en su aroma. Sentía que era todo un descubrimiento importante, un descubrimiento personal y del universo que me rodeaba. Luego observar lo transparente de las aguas del puquio, y entender porqué los árboles bailan antes de la lluvia cuando son llevados por los vientos que la anuncian. El sonido del agua corriendo desde lo alto del cerro a través de riachuelos. O el rebuznar de un asno a unas cuadras de donde nos encontramos. Son detalles que me hacen saber dónde me encuentro y que me otorgan un sentido de descanso, de pausa de todo cuanto me estresa en el trabajo. En suma sería mejor compartirlo con G. Es seguro que pronto ocurrirá. En los sueños me imagino caminando sobre sendas empedradas y crujientes en cada pisada, el sol radiante de fondo o a lo mejor la lluvia suave que invita a quedarse debajo de un techo para ver su danza de tiempos rápidos y bien marcados en el camino, sobre las paredes de quincha, sobre las tejas, sobre los sembríos de caña de azúcar, papa y quinua y sus acompañantes al lado del camino, el maguey y los eucaliptos mirando desde arriba.


Pronto en la ciudad también se presentan otros espectáculos. El cielo despejadísimo y oscuro con algunos pinchazos de luz que dan las estrellas y la sonrisa nítida de la luna liderando la noche. Caminar por el parque donde se encuentra la catedral o tal vez ir a visitar un lugar donde vendan artesanías. Visitar algún lugar turístico o simplemente quedarse en casa acurrucado, abrigado y pensando en escribir con una taza de leche al lado, sobre el buró.


Respirar profundo y saber que el viento está helado, sentir que ingresa por su nariz, continúa en la garganta y cambia de temperatura ya en el interior de la tráquea hasta los pulmones. Sentir que tu piel cambia de estado por el frío o aferrarse cada vez más para no perder el calor tan fácilmente. Luego pensar en visitar el punto más alto de la ciudad y observar las construcciones de todo tipo, desde rudimentales, de quincha y reforzadas con concreto, o de material noble o reliquias desde la época de la conquista. Es como estar volando, es como vivir cerca al cielo. Pronto será momento de despertar y darse cuenta que aún no estoy allá. Pronto estaremos allá ;).

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