Los rayos solares una vez mas asoman y sonríen en este cielo traidor. El tiempo de primavera de vez en cuando se acuerda de volver y se olvida de ir, parece que todo cambiará con la estación a cuestas. En todo este mundo mutante, voluble e inestable se encuentra Marcia, una vez más, sonriendo y jugando con las emociones y las expresiones de la naturaleza. En un afán por encontrarla busco un lugar pacífico, un parque. Pero reconozco que no llegará. Por el contrario, está de viaje. Está en el viento, volando hacia otro lugar. Está en el agua navegando al oeste. Está en la tierra sacudiéndose y bailando. Está en el fuego, toda ella, mística y sorprendente.
Recuerdo el sonido de su voz, recuerdo que la soñe, recuerdo que estuvo frente a mi y no se despidió. Fue una última vez sin querer. Fue y no volverá hasta el siguiente año. El sonido del río, junto con el crugir de las piedras empujadas en su ímpetu, el silbido del viento entre las verdes hojas de los árboles, el susurro del viento sobre los pastizales, muy pronto vendrán y dirán que Marcia, volverá cuando ellos se hayan ido, a la sexta luna después de su partida. Cada sombra que se dibuja sobre el suelo me permiten seguir el rastro de aquella que se fue sin despedir. Sombras que se muestran durante el día y que me hacen caminar en circulos.
Día a día Marcia se aleja más. No es porque esté huyendo sino porque va junto con la tierra, va junto con el sol, va junto con la luna, si aquella que cuenta historias y que sonrie al mar cada noche que no hay niebla. Hasta hoy llego a ver el rastro que dejó, mañana ya no será más y las sombras serán una señal de que se fue, se fue y no se despidió.
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