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15.10.09

Jueves en octubre...mmm

Jueves, en octubre... ¿qué más puedo pedir? No el domingo, porque es cuando hay más tiempo y no se hace nada. El lunes tampoco pues cuando todo lo que no se hizo el domingo se debe hacer además de trabajar. El martes, ni modo, es martes. El miércoles, puede ser un buen día pero definitivamente es el día en que se trabaja más... y llego al jueves, un día genial. Único. Perfecto para pensar, escribir, hacer tareas, cocinar, para hacer lo que más te guste hacer. Sin embargo, hay un pequeño detalle que incomoda el perfecto día jueves en octubre: El sonar del martillo del vecino que, sin querer, le gusta martillar su pared para colgar cuadros, cada jueves. Genial, perfecto día arruinado por una "perfecta" actividad del "perfecto" vecino que "perfecciona" la ruina de este día.

Dado que ya no hay escapatoria, decido arruinar de una vez este día, yendo a Santa Anita de shopping. Si, porque los varones también pueden ir de shopping, entonces sería una ruína completa el hecho de ir de shopping a Santa Anita, no a Lima, no al sur, no al norte, sólo a Santa Anita y se acabó la discusión. Salgo de casa para no arrepentirme de la decisión mientras no llega a mi razón. Tomo la primera combi que consigo subir al cruzar la pista. Una vez a dentro, me arrepiento pero ya es demasiado tarde para decidir bajarme.

El camino se hizo corto a pesar del tráfico. Intente imaginar en cosas agradables, al fin y al cabo el día arruinado se completaba con el esmog, con los cláxones, con los gritos de los cobradores, con los vendedores cantantes que suben a la combi. Lo admito, considero que son difíciles de soportar, a diferencia de lo que puedan estar pasando con sus vidas, tal vez sea por eso que aún guardo mis impulsos en lo profundo del ello (psicoanálisis) y sigo pensando en cosas agradables hasta llegar a mi destino: el óvalo de Santa Anita. Bajo de la combi, felizmente no era asesina, y puedo observar las tiendas en apertura y la gente yendo de un lado a otro. No conozco algún lugar que me guste, así que decido ir a la tienda más grande que veo cerca, si, exacto cruzando la pista, esa tienda amarilla.

Entro, miro al rededor y camino, tanto cómo el tiempo puede cargarme en sus hombros. Doy un respiro y sigo caminando, viendo cada sección, revisando cosas interesante y escuchando música en la radio juvenil que ponen de fondo. El momento una vez más parece perfecto, pero me percato que aquella tienda grande está en remodelación y que han cercado una gran parte de ella, aminorando los productos en stock y limitando las áreas de expedición. Descubro una vez mas que el jueves en octubre no es perfecto y que lo más sabio de mi parte es ir a la sección lácteos para disminuir mi asiedad tomándome un yogurt, medianamente frío y refrescante. Consigo llegar y en cuanto veo la botella brillando en el centro del estante frío la cojo y huyo del mundo para poder calmar la ansiedad de desengañarme que el jueves no es un día perfecto, sino un dia normal, en el cual puedes hacer lo que más te gusta.

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