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16.11.09

El algarrobo (tercera parte)

Las ramas del algarrobo se iban haciendo cada vez más fuertes, las arrugas en su tallo se iban demarcando día tras día, tanto como en el rostro de su cuidador el campesino. El árbol obtenía juventud en sus hojas, en su postura en la sombra que podía otorgar y que el campesino cansado y adolorido aprovechaba para descansar. Cada día crecía, cada día el campesino se levantaba temprano y observaba a su hijo adoptivo fortalecer sus ramas, nacer hojas en aquellas y estirar sus brazos cada vez más hacia el sol (tal vez esa pueda ser la razón por la cual parecía ser muy frondoso). Una noche, el mar empezó a bailar con la luna, aquellas olas intentaban alcanzarla y la luna jugaba a las escondidas ocultándose en las nubes traslúcidas. Esa noche, fue la última noche del campesino, quien cayó de su cama con un dolor fortísimo en el pecho, arrastróse hacía la puerta de su casa y lo último que vio fue al algarrobo con sus hojas agachadas y llevadas por el viento, en el fondo el mar en aquella danza ilusoria buscando alcanzar a la luna y ésta ocultándose. Murió.

A la mañana siguiente la esposa del campesino, ocultó su pena y no brotó de sus ojos lágrima alguna, cogió un algarrobo que ella cultivaba en secreto y lo trasplantó junto a su semejante en el desierto frente al mar, luego enterró a su esposo debajo de las raíces del primer algarrobo y se enterró con el segundo para nutrir a las dos plantas y encontrarse con su amado en el sinfín del tiempo. Fue así como sucedió fue cómo las dos plantas estiraron sus raíces tanto como pudieron y las entrelazaron bajo tierra. El sol sonrió y la luna lloró, se mezclaron aquellos elementos: la risa y el llanto y siendo trasladados por el viento llegaron a caer sobre las raíces entrelazadas dando inicio a la historia. Los dos algarrobos demostraban aquella cualidad de la vida, en la que la dualidad permite un equilibrio para su mantenimiento. El sol y la luna, el mar y la arena, el viento y el fuego, los dos algarrobos.

Estas dos plantas, entrelazadas sus raíces, decidieron entonces ser más que dos plantas en medio del desierto, decidieron cumplir lo que no cumplieron en sus vidas. Ahora, estando en el control de las plantas podían darles emociones y conversar entre sí con susurros del viento en sus hojas. Sin embargo, el temor del primer algarrobo aún no había sido superado.

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