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16.11.09

El algarrobo (segunda parte)

Aquel árbol de vida primario se erigía débil, sobre la tierra y mañana tras mañana alzaba sus ojos al cielo y extendía sus hojas cual brazos para alcanzar las nubes. El campesino día a día se despertaba más feliz pues sentía que la naturaleza estaba de su parte, el sol sonreía y alumbraba cuanto podía y debía, la luna por su parte permitía según su ciclo que la marea se mantenga alejada de la planta y sólo se acerque para entregarle nutrientes subterráneos, el viento evitaba acercarse con tanta fuerza y buscaba alguna forma de mantener limpias las hojas de la pequeña planta. Hasta que llegó el día de los cuentos.

Aquel día las olas sonaron diferente, aquel día el sol alumbró diferente, aquel día el viento sopló inclemente, aquel día la luna no salió, aquel día las nubes cubrieron cuanto pudieron el cielo, aquel día la tierra puso su cara más fea, aquel día fue el peor día. Lo único que se supo fue que el campesino observó desde su casa de adobe cómo se acercaba la tormenta de arena iniciada a lo lejos, en el horizonte. Observó, impotente de proteger al algarrobo, cómo aquella tormenta se acercaba y cubría todo alrededor, en un desliz de la vista cómo la tormenta cubría el mar y éste cómo se embravecía haciendo un conflicto intenso y extraño en la región (sino el único). Todo pasó en un instante y fue catastrófico. Al disiparse todo rastro de peligro, el campesino que se encontraba abrazando a su esposa cubriéndola de la arena en un rincón de su casa levantó la vista y se limpió los ojos para poder calcular los daños que aquella tormenta de arena le había dejado. Empezó a barrer con su vista el lugar, y no encontró otro daño que el techo de su casa que había sido lanzado unos metros lejos de la casa y el ambiente había quedado empolvado todo. Se puso de pie y echó un vistazo por la ventana viendo al pequeño algarrobo cubierto con arena entero, pero felizmente la tormenta no le había arrancado de la raíz y aún se podía mantener en pie.

Nunca surgió una pregunta sobre la razón de ese extraño fenómeno, nunca nadie supo porqué se inició aquella tormenta, nunca nadie supo quién la inició, nunca nadie supo si se pudo evitar, lo único que se supo fue que ocurrió. Los días después de éste fueron de más cuidado, después de reparar la casa de adobe y el techo de ésta, después de reconstruir el cerco que protegía al algarrobo de transeúntes que nunca vendrían, el campesino se puso a construir una pared de precaución, también colocó en la parte alta de la pared una bandera que le avisaría si el viento incrementaba su velocidad. El sol regreso a su estado natural, escondiéndose de vez en cuando en las nubes para no dar demasiado calor, el mar se calmó nuevamente, y la luna salió aquella noche aunque tímida, pero salió. La tierra puso nuevamente su rostro alegre y todo continuó como solía ser, pero la incertidumbre de aquella tormenta que ya había quedado olvidada por el campesino y su esposa, no fue olvidada por el pequeño algarrobo que día a día se fortalecía para algún día dar inicio a la historia.

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