Estuve leyendo un artículo en el periódico sobre la realidad de mi país. No tengo como costumbre leer el periódico pero como tenía ganas de sentirme viejo, sentimiento que por cierto me viene más seguido y me hace pensar más sobre cuántos años tengo o mejor explicado, sobre cuantos años creo tener. En fin, la realidad de mi país no es ajena a la del mundo, está como un país sin buenos administradores debe estar, un país en el que simplemente se hace lo que se solía hacer, por lo tanto, no vivimos en el pasado sino vivimos en el pasado. Inclusive se deforma la creencia de que nos actualizamos y lo que conseguimos es adaptar forzosamente lo nuevo a la costumbre que ya está enmarcada en nuestra mente.
Lo que continua después de esa reflexión es una canción chicha en la casa contigua que retumba sus vidrios de la ventana y de coro se escucha una voz sufriente y desentonada, un poco ronca y obviamente desilusionada. El mundo ya no pertenece mas a su realidad, esta persona se desvive y refugia en su ensombrecida situación. No existe nada más, es él y su sufrimiento, el mismo sufrimiento, perdón, el mismo clamor que llevamos gritando por muchas centurias sólo que con diferentes matices. ¿Y la pregunta que no queremos responder? Si, esa pregunta que nos negamos a responder pues pensamos que así estamos bien, que no podemos estar mejor, que ese es nuestro destino. Naturalmente es un vicio que estuvimos adquiriendo a lo largo de muchos años de esclavitud, pensamientos sociales comprados a nuestros antepasados, nuestro país atrapado en el tiempo. Sufriendo y viviendo lo que estuvimos acostumbrados a hacer siempre.
Tengo la suerte de conversar en muchas oportunidades con personas mayores que yo a quienes pregunto sobre qué será de sus vidas, cuándo comenzaron a decidir por ellos o hace cuánto que no buscan lo que siempre quisieron para ellos mismos, lo que soñaron y encuentro en ellos y ellas una nostalgia profunda sobre el pasado, un mundo que nos atrapa y nos confunde en cada oportunidad que nos ofrece; a esto se agrega la dificultad de decidir por nuestro futuro, me he dado cuenta que en muchas decisiones cruciales, situaciones que determinarán nuestro bienestar, se suele elegir por un bienestar cercano, aquel que nos hará sentir muy bien y que por su característica mediática y breve nos deja siempre con una sensación de que debió ser más, debió durar un poco más. Y una vez obtenido ese sentimiento nos condicionamos a vivir del pasado recordando aquella situación que fue agradable y que según pensamos “no volverá más”, es justo en este momento que nos viene a la mente dos frases más: “recordar es volver a vivir” y “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Por supuesto que fue mejor pues es lo único que tenemos, no podemos compararlo con otro. Pero ¿por qué tiene que ser mejor? Podemos hacer que sea un buen recuerdo y mejorar aquella situación con un proyecto con miras más altas. Me parece que es una opción más saludable hablando en términos psicosociales: Cuidar lo que obtenemos a través de nuestros sentidos y mirar al futuro de forma visionaria, realista y objetiva... suerte en el trabajo.
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