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10.4.09

Ella, la de la mirada esquiva


Recuerdo que uno de esos días en los que suelo soñar, uno de aquellos en los cuales no me doy cuenta si estoy durmiendo o estoy despierto, uno de ellos cuando el estado de vigilia es tal que no recuerdas como se llama Ella, me encontré con Ella y la llamé por su nombre, que no recuerdo, sólo sé que la llame por su nombre porque en medio de tanta gente no hubiera respondido tan alegremente como lo hizo en esa oportunidad.


Recuerdo también que decidí acercarme cuanto más cerca era posible. Ella sólo sonrió y desapareció entre la multitud dejando suspender sus cabellos por el aire que soplaba y se escabuía atravesando los cuerpos de las personas que caminaban de un lado a otro atropellando y obstaculizando el uno al otro, el paso.


Recuerdo que después de un largo silencio, paradójico por cierto pues me encontraba entre muchas personas, recapacité y nuevamente recordé a quien me hacía recordar aquella chica de la cual no sabía su nombre, y que se escapaba escondiéndose detrás de hombros y espaldas.


Recuerdo los momentos que pasé con Ella y con aquella que me hacía recordar y que coincidentemente se llamaban igual, Ella. Simplemente así como así, Ella y nada más que Ella. Lo más probable es que haya sido Ella misma. Pues “tenía un aire” a Ella, y sonreía como Ella, tenía el modo de caminar de Ella. Pero había algo que me hacía pensar que no era Ella.


Recuerdo cómo la conocí, desde siempre tuvo esa mirada esquiva, desde siempre sonreía en cualquier momento, inclusive en el menos esperado, su risa entre dientes era única, su voz también, y eso que estaba afónica (con mayor razón, verdad?).


Recuerdo que me acerque tan igual como en el sueño de mentiritas, le pregunté como estaba y empezamos a conversar como si cada uno hubiera separado el momento para conversar, era como si nos entendiéramos en un nivel mas allá de la simple conversación trivial, común y protocolar.


Recuerdo que sus ojos estaban marcados con ojeras, de seguro porque no durmió por hacer su tarea o por prepararse para la clase del día siguiente, de seguro cuando estaba en su cama recostada estuvo recordando aquellas cosas que las chicas siempre recuerdan a esas horas, de seguro se quedó viendo una película hasta tarde.


Recuerdo que su voz, aunque un poco quebrada, sonaba agradable. Recuerdo que siempre buscábamos un pretexto para seguir conversando, y fue cuando me enteré que estuvo preparándose para la clase del día siguiente. Hizo un esquema, con cuadraditos y de colores para entenderlo mejor. Comprendí que era detallista.


Recuerdo que prometí nunca jamás olvidarme esa situación tan agradablemente forzada y con decisión de parte mía y suya de seguir conversando y de seguir mirándonos y conversando en el pensamiento con palabras no encubiertas, con palabras de aceptación, con palabras de admiración, con palabras de querer y con palabras de mejor que no te enteres que no es verdad lo que yo siento pues no te conozco.


Recuerdo que hicimos catarsis, como para conocernos cuanto más pronto sea posible, buscando tal vez una comprensión y relación adecuadamente rápida y duradera. Tal vez no lo queríamos demostrar, tal vez sólo dejar entrever que queríamos y que el otro debería proponerlo, aprisionándonos en un juego de intercambio de miradas obvias y cínicas que decían todo y a la vez nada y que sin el intento de alguno no iba a terminar. Me propuse terminarlo, sólo me propuse pues se acabaron las excusas y sólo dejé fluir el protocolo y la parafernalia que nos hacía despedirnos y luego, el silencio paradójico que te decía: Habrá otra oportunidad.

zach

Pensando en Ella.

Lima, 01 de abril del 2009, unas horas después...

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