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20.4.09

día triste como para no olvidar

Hoy fue un día triste, pero un día como para no llorar, como para recordar siempre que el orgullo nos invade y nos convierte en un cúmulo de pretensiones y órdenes sólo porque sí.

Hoy en la universidad hubo un aire a felicidad incompleta y de tristeza vacía, de igual modo era un sentimiento muy extraño pues ni siquiera se trataba de sentimientos encontrados, aunque era muy cercano a eso. Empezó con la noticia, que ya había corrido ayer, que un pastor, y a la vez doctor (de teología), había muerto y su cuerpo estaría siendo velado en el salón de actos. En realidad, para mí empezó con un dolor de cabeza del más difícil de tratar debido a su etiología: comida que cae mal. Llegar tarde a la clase de la mañana era el mismo trajín de todos los jueves, ponerme a jugar un videojuego antiguo y dejar pasar la hora, bañarme y cambiarme apuradísimo, tomar la primera moto que se encuentre en el paradero y leer el texto de apoyo para no llegar a la clase insapiente de lo que se trataría si es que, de acuerdo al humor del profesor, me permite entrar. Bueno al llegar no más y pasar apurado por un periódico mural me fije de reojo el nombre del pastor, y a la vez doctor, que había fenecido.

Corriendo y dejando chillar mis zapatillas en el piso recién encerado me dispuse a subir las escaleras que me llevarían hacía el salón donde tomaría las clases. El profesor, de buen humor por cierto, aún no había comenzado la clase (lo cual era muy extraño). Ni bien me senté, empezó a hablar y llamó lista…

Al terminar la clase, salí corriendo, bajé las escaleras y subí otras para ir a practicar ping-pong en la residencia de varones, donde estaban jugando unos amigos. Fue cuando me encontré con un estudiante de teología que, otrora, fue mi compañero de salón en la secundaria. Y me comentó: qué chévere debe ser morir de esa forma - ¿por qué? – pues porque el se puso en regla antes de… tu sabes – o sea, el ya sabía que iba a morir – si, y antes de que ocurra decidió arreglarlo todo – pidió perdón y ofreció disculpas… asu que chévere…

Después de esa conversación, me quedé pensando sobre la muerte; es tan corta, es tan fugaz, es tan próxima, es tan singular e inesperada. Los libros te dicen que existe un proceso de duelo y que tendría que completarse el proceso de una forma adecuada para evitar posibles problemas conductuales, emocionales o de otra índole pero… ¿cuán difícil es dejar las letras impresas en el libro y vivirlo en la persona próxima que, tal vez, nunca imaginaste que le pasaría? ¡qué difícil!... me parece que lo mejor que podríamos hacer es dejar que el momento llegue y vivirlo al máximo (y no me refiero a rasgarse las vestiduras, sino a aceptar nuestro dolor y vivirlo tal y como una persona debería vivirlo, siendo que no tenemos un ejemplo a la mano, me parece que debería ser lo más realista posible y nuestro comportamiento lo más cuerdo posible), aunque me parece que el término de “vivirlo al máximo” no es el correcto sino… bueno creo que ya me dejé entender (en algo por lo menos).

Bueno hasta el almuerzo y después de este estuve pensando sobre este tema. Luego, sólo me quedó continuar con la monotonía de las clases y pasar 4 horas atendiendo las clases para no perderme de nada y, con mayor razón, dormirme. Finalizando las clases, aunque un poco accidentadas, fui a echar un visazo a la gente que también estaba en el equipo para el encuentro de la noche contra otra facultad, y los encontré en el taller de teatro. Allí estaba J, un broder buena gente que ya había sido eliminado pues le tocó jugar con un patita que jugaba rápido y lo apuró y entre tanto juego rápido lo más próximo que se tiene es fallarte las mejores bolas, justo donde tendrías que acabar el juego. También estaba R, un broder más chibolo, cachimbo para los entendidos. Y faltaba JN que no sé dónde se habría metido.

Durante el taller, les hicieron cargarse, modelar y posar… en otras palabras perder el miedo al ridículo. Al finalizar comprendí porqué estaban en ese taller. Chicas. Lindas chicas, cachimbas para los entendidos.

Fuimos a jugar. Practicamos un momento, J entró para hacer barra, JN estaba ya practicando, R y yo practicamos en una mesa. Unos minutos después, los árbitros empezaron a llamar y me tocaba después de JN. Así que, empezaron. JN perdió. Ahora nos tocaba a R y a mi jugar al mismo tiempo, jugar en mesas diferentes. Mientras R jugaba, se hacía en sorteo en la mesa. Me tocó sacar.

Mi contrincante se llamaba E, era chibolo, digamos de 1,65 m de estatura, delgado y con unos lentes que daban cuenta de su estilo de vida, callado, lo calificaría como flemático, no sonreía, tal vez entre dientes, tenía un buen revés, potente, me di cuenta en los primeros minutos que tuvimos para practicar. Yo, no tan viejo que digamos, de 1,73 m de estatura, grueso y sin lentes como para darle más miedo sabiendo que en realidad debería usarlos no lo hice. Empezó el partido y fue tomando la delantera me llevó por cuatro tal vez más puntos, yo me desfasé del letargo y empecé a matar y poco a poco le alcancé hasta llegara a 10 – 10. “¡Maldición! Tengo que ganarle” me dije. Me puse las pilas y le gané el punto, pero el me empató en el saque, otra vez saqué y me ganó el punto, ahora yo estaba en desventaja. Salte sobre mi sitio y me preparé para su saque, y le respondí suave, me devolvió alta, y simplemente me decidí por matar. Punto. Después de unos tres puntos más yo tenía la ventaja y finalmente gané con un punto de mate.

Cambiamos de posición en la mesa, él sacó y fue cuando empezó todo, me nublé, me repuse después de 4 puntos. Pero la diferencia poco a poco iba acrecentando. Sólo me quedó liquidarme y seguir al otro set, el definitivo.

Empezó, estaba en mi cancha, pero otra vez me nuble e intenté matar, su juego me apuró y ya no sabía qué hacer, escuchaba: “¡Vamos E! tú puedes” ¿acaso eso significaba que yo iba ganando? Al parecer no, vi el marcador de reojo y me percaté que iba perdiendo, escuché ahora una voz familiar parecía de J: “Sólo voléala” Mmm dije para mi, debo poder hacerlo, y funcionó, pero esta vez le tocaba sacar a él, su juego rápido me aceleró las respuestas y terminé fallando en el punto en el que era necesario mantener la calma para finiquitar el partido. Perdí. Pero fue un partido muy divertido. Le agradecí en cuanto mi orgullo no se sobreponía.

De regreso, recordé este día que será como tantos después de unos meses más, sólo sabré que hoy, fue un día triste para no olvidar.

zach

Jueves, 16 de abril del 2009. Será en otra oportunidad.

PD.: R también perdió.

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