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Hace mucho que no la veía. En su momento fue alguien que me ayudó mucho, a costa de sí misma, y lo mejor de todo fue su sinceridad y su amistad amalgamada con amor.
Todo empezó en el primer año de la universidad, se presentó como una amiga y siempre la vi así, nunca imaginé que en el segundo ciclo sería lo suficientemente sincera como para decirme que me quería (you know what she meant to say). Fue un baldazo de agua helada en la espalda. Y yo como todo hombre orgulloso (y en ese entonces recuperándome de un episodio depresivo) le dije que mejor que lo tomáramos con calma y que no nos apresuremos pues todavía faltaba mucho para pensar con los pies en la tierra y en el futuro, pues recién estábamos empezando la carrera… etc etc etc… y lo interpretó como todas las chicas inteligentes lo saben interpretar (ya deben saber cómo).
Me sentí triste después de haberlo dicho, pero ya era tarde, por lo tanto sólo me quedaba creérmelo y ya. No imaginé que un año después estaríamos abrazándonos en una despedida que sólo duraría una o dos horas. Dejábamos de abrazarnos, nos dábamos el beso en la mejilla y su pensamiento la traicionaba, la dejaba a la deriva de sus instintos, luego sólo quedaba abrazar tiernamente al ser humano que en ese entonces era el amigo con derecho que hacía unos minutos atrás en el primer abrazo ya había perdido los estribos y lo único que lo mantenía cohibido de sus instintos era el hecho de estar a la vista de unos wachimanes chismosos.
Quedamos en encontrarnos en el paradero donde se toman las combis para ir a Lima, a eso de las 3 de la tarde para que pueda acompañarla a una reunión con sus amigas, y dado que ella se mareaba cuando viajaba en la combi (no había costumbre, supongo) y yo “que no quería”, le dije que si, que no había problema en acompañarla, además que podríamos ir un poco más temprano para pasear y aceptó tomando en cuenta “que no quería”.
Llamó a su amiga, me pasó con ella y yo sólo recibí explicaciones sobre cómo llegar. Tomamos el carro, llegamos a otro paradero para tomar otro carro, una vez en el segundo carro me tomó de la mano y yo aproveché para abrazarla, mi mano traviesa (como ella solía llamarla) empezó su tarea, de su hombro pasó a la cintura. Se percató de mis intenciones, así que me tomó de las dos manos e hizo que la abrazara y se recostó sobre mi pecho. Fue cuando me gustó más pues sabía hasta qué punto dejarme avanzar y hasta qué punto darme alas para quererla. Respetaba las reglas de los amigos con derecho.
El viaje duró una hora por toda la avenida Javier Prado hasta la altura de la Biblioteca Nacional, una cuadra más adelante, era el lugar donde ella debía ir. Pero como aún era muy temprano, decidimos pasear por ahí, llegamos a un parque con un diseño muy singular, y como si fuera poco un conjunto de bancas que quedando solas esperaban que las ocupemos. Nos sentamos en la primera, perdón, me senté en la primera banca. Se percató de mis intenciones. Se sentó una banca más allá como diciendo “si quieres quererme tendrás que seguirme”.
Le di el alcance y la abracé como queriendo protegerla ella se recostó en mi pecho y cruzó mis manos alrededor de su cintura y pronunció las palabras definitivas: “tu amistad me da más alegría que tu amor”. Y esperó a que yo le preguntara qué era lo que quería decir.
“Es que no sé, tú eres chévere, pero… me gustas más como amigo que como enamorado” dijo para explicarme, ahora ya no podía hacerme al tonto que no entendía, lo comprendí completamente. Sonreí, dejé de abrazarla, y me puse a pensar con la cabeza gacha: ¿en qué consistía este juego? ¿acaso ella estaba haciéndome recordar cómo se sintió hace un año atrás? ¿o la estaré hostigando demasiado con mis abrazos y besos en la mejilla (pues un amigo con derecho nunca besa en la boca, al menos para los que están de espectadores es así)? ¿y si de una vez por todas le propongo empezar algo serio (con el sólo hecho de llamarlo algo ya estoy perdiendo seriedad)? no, no creo, me acaba de decir que le caigo mejor como amigo que como enamorado…
Fue una tarde agradable pues después tuvimos tiempo para conversar como lo que éramos, una pareja atrapada en sus sentimientos de amistad y amor… terminamos de la mano y sonriendo acerca de nuestra relación tan extraña y caminando hacia el punto de reunión con sus amigas, me presentó como su amigo y nos despedimos con un beso (en la mejilla).
zach
Lima, abril del 2009 recordando lo que pasó dos años atrás
Todo empezó en el primer año de la universidad, se presentó como una amiga y siempre la vi así, nunca imaginé que en el segundo ciclo sería lo suficientemente sincera como para decirme que me quería (you know what she meant to say). Fue un baldazo de agua helada en la espalda. Y yo como todo hombre orgulloso (y en ese entonces recuperándome de un episodio depresivo) le dije que mejor que lo tomáramos con calma y que no nos apresuremos pues todavía faltaba mucho para pensar con los pies en la tierra y en el futuro, pues recién estábamos empezando la carrera… etc etc etc… y lo interpretó como todas las chicas inteligentes lo saben interpretar (ya deben saber cómo).
Me sentí triste después de haberlo dicho, pero ya era tarde, por lo tanto sólo me quedaba creérmelo y ya. No imaginé que un año después estaríamos abrazándonos en una despedida que sólo duraría una o dos horas. Dejábamos de abrazarnos, nos dábamos el beso en la mejilla y su pensamiento la traicionaba, la dejaba a la deriva de sus instintos, luego sólo quedaba abrazar tiernamente al ser humano que en ese entonces era el amigo con derecho que hacía unos minutos atrás en el primer abrazo ya había perdido los estribos y lo único que lo mantenía cohibido de sus instintos era el hecho de estar a la vista de unos wachimanes chismosos.
Quedamos en encontrarnos en el paradero donde se toman las combis para ir a Lima, a eso de las 3 de la tarde para que pueda acompañarla a una reunión con sus amigas, y dado que ella se mareaba cuando viajaba en la combi (no había costumbre, supongo) y yo “que no quería”, le dije que si, que no había problema en acompañarla, además que podríamos ir un poco más temprano para pasear y aceptó tomando en cuenta “que no quería”.
Llamó a su amiga, me pasó con ella y yo sólo recibí explicaciones sobre cómo llegar. Tomamos el carro, llegamos a otro paradero para tomar otro carro, una vez en el segundo carro me tomó de la mano y yo aproveché para abrazarla, mi mano traviesa (como ella solía llamarla) empezó su tarea, de su hombro pasó a la cintura. Se percató de mis intenciones, así que me tomó de las dos manos e hizo que la abrazara y se recostó sobre mi pecho. Fue cuando me gustó más pues sabía hasta qué punto dejarme avanzar y hasta qué punto darme alas para quererla. Respetaba las reglas de los amigos con derecho.
El viaje duró una hora por toda la avenida Javier Prado hasta la altura de la Biblioteca Nacional, una cuadra más adelante, era el lugar donde ella debía ir. Pero como aún era muy temprano, decidimos pasear por ahí, llegamos a un parque con un diseño muy singular, y como si fuera poco un conjunto de bancas que quedando solas esperaban que las ocupemos. Nos sentamos en la primera, perdón, me senté en la primera banca. Se percató de mis intenciones. Se sentó una banca más allá como diciendo “si quieres quererme tendrás que seguirme”.
Le di el alcance y la abracé como queriendo protegerla ella se recostó en mi pecho y cruzó mis manos alrededor de su cintura y pronunció las palabras definitivas: “tu amistad me da más alegría que tu amor”. Y esperó a que yo le preguntara qué era lo que quería decir.
“Es que no sé, tú eres chévere, pero… me gustas más como amigo que como enamorado” dijo para explicarme, ahora ya no podía hacerme al tonto que no entendía, lo comprendí completamente. Sonreí, dejé de abrazarla, y me puse a pensar con la cabeza gacha: ¿en qué consistía este juego? ¿acaso ella estaba haciéndome recordar cómo se sintió hace un año atrás? ¿o la estaré hostigando demasiado con mis abrazos y besos en la mejilla (pues un amigo con derecho nunca besa en la boca, al menos para los que están de espectadores es así)? ¿y si de una vez por todas le propongo empezar algo serio (con el sólo hecho de llamarlo algo ya estoy perdiendo seriedad)? no, no creo, me acaba de decir que le caigo mejor como amigo que como enamorado…
Fue una tarde agradable pues después tuvimos tiempo para conversar como lo que éramos, una pareja atrapada en sus sentimientos de amistad y amor… terminamos de la mano y sonriendo acerca de nuestra relación tan extraña y caminando hacia el punto de reunión con sus amigas, me presentó como su amigo y nos despedimos con un beso (en la mejilla).
zach
Lima, abril del 2009 recordando lo que pasó dos años atrás
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