El silencio es parte de la vida, la quietud, el sosiego es un estado que últimamente los humanos no somos capaces de experimentar pues siempre estamos creyendo que el mundo tiene que girar gracias a que nosotros nos movemos y la concepción del silencio y quietud se relaciona con la falta de movimiento. Peró qué del acto de pensar, del incremento de las ideas y de la elaboración subjetiva-absracta de estas, somos inherentes a estas.
El mundo gira y nosotros con él, no al revés, somos nosotros los que ponemos ritmo a nuestras actividades, somos quienes decidimos hasta dónde y cómo trabajar y con cuánto ruido queremos trabajar.
En lo profundo del alma nos damos cuenta que en el silencio está la mejor manera de conocernos, que en el silencio están ocultas todas nuestras verdades más profundas y es ese silencio humilde, un silencio no forzado, muy espontáneo el que te invita a hacer una pausa a toda esa locomoción de actividades.
Hoy puedo disfrutar de ese momento, un momento de libertad sonora, tal vez sea el momento en el que recordamos el claustro materno, ese momento en el que nos olvidamos de nosotros mismos y buscamos a Dios para preguntarle aquellas preguntas filosóficas que siempre al imaginar que tenemos una respùesta nos olvidamos de aquellas hasta el siguiente cuestionamient, sin embargo es ese el silencio que nos invita a cuestionarnos.
Es cuando decidimos darle forma a nuestros pensamientos líquidos que intentan darnos rasgos de lo que es la realidad. ¿Pero qué es la realidad sino sólo conjuntos de percepciones? ¿qué es la realidad sino sólo estas bellezas orgánicas que sustenta la tierra desde la raiz? ¿qué es la realidad sino sólo el agua en su ciclo de la supervivencia? ¿qué es la realidad sino sólo el vacío del hombre frente a tanta maravilla creada por un Ser Supremo?
Naturalmente y por sentido de la física debemos dirigirnos a una sola pregunta y que nos dirige a un sólo Ser. Tal vez en ese proceso de recibir la vida Dios nos dejó esas preguntas en nuestro cerebro aún en formación para que nosotros, estando en este mundo después de habernos completado y desarrollado lo busquemos, y encontremos el sentido de la existencia. Como dijo Einstein: encontramos a Dios detrás de cada puerta que abre la ciencia. Y sin más ni más el silencio, aunque humilde, nos dirige nuevamente a conocernos a nosotros mismos y comprende cómo nos sentimos en lo profundo de nuestras almas. Tanto como el sol decae cada tarde así decae el silencio esperando encontrarse con nosotros otra vez.
zach
03 de julio del 2009
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