Estuve recordando a Andrea. Empezó cuando me dirigía a Chosica en la combi cumbianbera. Pasando por Chaclacayo me percaté que en el parque había (hay) una feria. Por una cuadra están los juegos, al frente están los puestos de venta de artesanías de comida, etcétera. Fue hace más o menos unos 7 años, lo cual me hace pensar que estoy viejo, felizmente que puedo luchar con mis pensamientos.
Éramos muy jóvenes. Yo tenía 13 y ella 12, adolescentes con la energía vital sin utilizar, aún. Sus padres se llevaban bien con los míos. Hubo la oportunidad de salir a pasear a Chaclacayo. Mi madre ya sospechaba acerca de nuestra relación. Nos propusimos ser lo menos evidentes posibles, sólo nos mirábamos y sonreíamos en plena complicidad inocente. Su hermana, que era menor, la cuidaba y me tenía un odio desmesurado, supongo que pesaría por qué estoy muy cerca de su hermana, por qué su hermana quería pasar mas tiempo conmigo que con ella. En fin, ella estaba a nuestro lado cuanto más podía, su mamá también pero sólo con la vista, mientras conversaba con mis padres que también me vigilaban. Nosotros sólo sonreíamos para nosotros.
Con Andrea tuvimos una muy buena amistad, una cercanía muy singular tratándose de nuestra edad, 13 y 12 años, tenía unos cabellos muy bien cuidados y me encantaba cuando se hacía trenzas. Sus párpados un poco somnolientos cubrían el marrón claro de sus ojos cuando reía, y sus besos sinceros… únicos. Ejem, creo que no debí escribir eso.
Recuerdo aquel día cuando su hermana se enteró. Después de ese día nos vimos obligados a confesarlo, pues su madre se iba a enterar de todos modos. Ahora que lo pienso bien… me parece que todo estaba preparado… mmm… No creo. Y ese día, cuando tuve que conversar con su madre, nunca lo olvidaré. Fue jueves ¿o viernes? Bueno, más me parece que fue un jueves de tarde. Yo la había visitado en su casa, como de costumbre, con el pretexto de conversar y practicar algo de piano. Después de haber cumplido con el pretexto solía quedarme unos cuántos minutos más conversando, y así perdíamos toda la tarde. Andrea me dijo: Hoy mi mamá va a llegar más temprano, le dije que tú querías conversar con ella. Yo me quedé helado y susurré entredientes: Gracias por avisarme, me prepararé…
Al minuto, llegó su mamá. Empecé a hilvanar las frases con las que me declararía a su madre (medio extraña esa frase ¿verdad?). Su madre me saludó y yo como de costumbre tartamudee. Ella me invitó a quedarme a cenar muy sonriente, tal vez feliz, razón por la cual creo que ya lo sabía y sólo estaban probándome hasta qué punto era capaz de llegar con el compromiso que ameritaba la situación. Accedí a la invitación y luego de un café no tan cargado y dos panes con queso y habiendo esperado terminar la sobremesa. Me dispuse a pedir una conversación personal en la sala con su madre.
Mis pies perdieron su fuerza me senté en cuanto pude en el sillón cómodo, cogí un cojín y lo puse sobre mis piernas para obtener seguridad al hablar. Su madre se sentó muy atenta y me dijo: De qué quieres conversar conmigo Isaac. Mmm y ahora que digo, pensé. B-bueno se-señora usted sabe que Andrea y yo somos amigos de mucho tiempo y que… – mis pensamientos me traicionaron y todo lo que había pensado decir no pudo ser dicho, lo había olvidado. De pronto empecé a sentir un calor que subía por mi cuello y no recuerdo las palabras que dije, sólo sé que las dije y las dije en el nivel aceptable porque la señora sonrió acompañando su alegría con una mirada muy maternal y dijo: bueno si quieren ser amiguitos, o algo más formal como tu dices, no creo que haya ningún problema siempre y cuando no se descuiden los dos en sus estudios. Y luego esperó a que yo dijera algo.
Estuve en blanco. Unos minutos después mi rostro rojísimo por la situación tan comprometedora en la que pensaba estaba fue regresando a su color natural, sonreía y le dije: Gracias. Ella se puso de pie y dijo: entonces les dejo juntos para que conversen. Andrea que estaba unos metros más allá viendo la conversación desde la mesa del comedor levantó su rostro con una sonrisa extraña. Se acercó y me abrazo, me susurró al oído: Te quiero mucho, te pusiste rojazo, je je. Ese fue un día muy particular, como sólo ocurren algunos cuando tienes 13 años. Ahora es muy diferente, mis recuerdos se fueron desvaneciendo y el carro siguió su camino hacía Chosica mientras el parque de Chaclacayo con sus luces de aniversario quedaba atrás
Recuerdo que el año pasado tuve la oportunidad de saludarles de lejos. Fue una remembranza tal y cómo la que tuve al ver el parque de Chaclacayo. Ellos estaban caminando juntos: su padre, su madre al lado, ella atrás de ellos y su hermana (llegamos a llevarnos bien después) y su otra hermanita, Alexandra, quien debe tener aproximadamente 7 años (coincidentemente). Los aprecio mucho. Gracias por su apoyo y amistad. Dios los bendiga.
zach
Lima, 18 de abril del 2009.
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