Ocurrió hace un mes aproximadamente. Estaba en el colegio, trabajando, con una niñita de dos años ayudándole a armar un rompecabezas mediano, cuando su profesora afirmo: Debes tener mucha paciencia con tus hijos… Hubo un silencio en milésimas, cómo si el tiempo se hubiera tomado un tiempo (valga la redundancia) en esa habitación. Yo respondí: Je, je, no tengo hijos. Y para seguirle la conversación le pregunté: ¿cuántos años crees que tengo? Ella dijo: 28
Hoy me han dado unas ganas inmensas de escribir. Es cierto, no llovió. Aún así tengo ganas de escribir, lo más seguro es porque hoy sí que hizo frío y me da esa extraña sensación de que ha llovido, como suele serlo en mi tierra (claro está que he vivido casi veinte años en Lima que más parece mi tierra, pero no, Huancayo es donde nací y donde llueve, y donde quisiera morar para escribir).
Hoy escribo más allá de saber que no sé cuando podré ponerlo en el blog, pues presté (otra vez) mi USB. Hoy escribo porqué lo necesito. Hoy escribo porque lo necesito dos veces.
Cuan viejo parezco es justo lo que no pretendo ser, es todo lo contrario, no es que quiera ser joven, sino que no quiero ser viejo. Es el instinto de vida que se manifiesta. Pero el hecho de que esto haya ocurrido es porque doy la impresión de que soy viejo (cabe resaltar que recién he cumplido los veinte, así que ocho años más, y a eso le agregamos hijos… me parece un poco exagerado).
Respeto mucho la vejez, me encantaría ser viejo habiendo completado todas mis etapas, pero para completarlas tengo que esperar y para esperar tengo que vivir el momento en el que estoy esperando y para vivir el momento en el que estoy esperando tengo que ser joven y para ser joven tengo que tener veinte años y para tener veinte años tengo que haberlos cumplido y para tener que haberlos cumplido tuve que haberlos vivido y vivido bien.
Por eso quiero tener veinte años y que me reconozcan como un ser humano de veinte, aunque, lo admito fui precoz y sigo siéndolo para algunas cosas. Nací a los ocho meses de gestación, según me cuentan mis padres, aprendí a leer antes que el promedio (en ese entonces, pues ahora los niños son más plásticos para la lectura), estudié segundo de primaria antes de terminar inicial (siendo que mi tía profesora enseñaba en ese salón y yo era un polizonte en el aula), la educación del primer grado de primaria la pude llevar sin presión, pues ya sabía leer. Más adelante, tuve mi primera enamorada a los doce (no tan precoz pero algo es algo ¿verdad?) y ya pensaba casarme a los quince, no “descansé” después de terminar el colegio, mis relaciones sociales se hicieron más complicadas y (la cereza en el helado) ejerzo mi carrera antes de terminarla.
Hace un año quise ser padre. Sólo lo quise mas no lo intenté. Gracias al cielo que pensé antes de actuar. Me imagino cómo sería yo si fuera padre, empiezo a volar (con mi imaginación, para evitar malentendidos) y recuerdo aquellas relaciones alrededor de los quince años cuando siendo adolescente uno empieza a soñar con ser independiente.
Soñábamos a ser padres. Teníamos una hija. Era muy linda. Aunque el argumento no me gusto en un principio pues en nuestra suposición el padre no estaba en casa, estaba trabajando, estaba… trabajando. Qué padre tan negligente fui. Mi hija le preguntaba a su madre por mí. Su madre le explicaba porqué estaba trabajando y simplemente el vacío se hacía incongruente, absurdo y la adolescencia se hacía a un lado para dejar fluir pensamientos de adulto y complicadas situaciones quemando nuestras etapas y creyendo que somos lo suficientemente maduros para afrontarlo. Siendo el vacío el mediador, la sombra detrás del telón que dirigía la tragedia de la hija con la madre conversando en un espacio rígido del universo…. ¿cuántas veces ese sueño se hace realidad en hogares de Lima? Y no sólo de Lima ¿del Perú? Y no sólo del Perú ¿de América? Y no sólo de América ¿del Mundo? Exacto.
Cuando sea padre recordaré que ese vacío paradójico y que sin querer (o tal vez queriendo) surgió en la mente de dos adolescentes soñadores, maduramente inmaduros, que mi hija tendrá un espacio reservado en mi tiempo (por muy contradictorio, en términos del argot dimensional, que suene).
Te amo pequeña Arantxa (mi primogénita onírica)
zach
03 de mayo del 2009
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