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28.6.10

Calor y distraibilidad



Con las orejas frías camino por la vereda con el inmensa neblina circundante. Intento esconder mis manos en el fondo de los bolsillos de mi casaca y mis puños se abrazan a sí mismos. Mi mentón empieza a temblar involuntariamente y siento escalofríos débiles por mi espalda. A pesar de estar caminando no logro mantener el calor y me propongo recordar algún momento donde pude contener el calor para sobrevivir.Bueno, no tanto para sobrevivir, pero creo que se puede considerar un intento por no quedarse helado y sufrir problemas respiratorios. Creo que ocurrió hace poco. Tal vez me parezca que ocurrió hace poco. Ojalá.

Me encontraba en un lugar con cerros inmensos y vegetación alrededor, indescriptible en pocas frases. el cielo se presentaba cubierto de nubes aunque de vez en cuando me regalaban el privilegio de observar la luna cara a cara o las estrellas bailando alrededor de ella, el viento llevaba las nubes de paseo o tal vez aprovechaba que dormían para llevarlas y regalarse el premio ver de las montañas desde arriba y luego de la alegría empezar a llorar y perder su densidad y cubrir las montañas con copos de nieve. A mitad de los deslices que me permitía la imaginación, recapacité en la situación en la que me encontraba, baje la mirada a ras de la superficie donde estaba parado. Tenía que pernoctar con mis amigos sobre el grass, en medio de nosotros una fogata dando sus últimas fauces de luz y calor, unas cuantas llamas de fuego que se empezaban a extinguir también llevadas por el viento. Me senté sobre el grass frío e intenté acurrucarme lo más que podía. Mis orejas no estaban frías pues llevaba un gorro, pero mis manos no tenían guantes y se formaron puños que se abrazaban a sí mismos. Me puse el sleeping cual si fuera un capullo protegiéndome de todo el mundo acechante. Recordé cómo apretaba los capullos que pendían de árboles cuando era niño, no quise ni imaginarme la maldad que había cometido, me arrepentí con el pasado por aquella travesura y otra vez recordé que estaba con frío. Las piedras alrededor de la pequeña fogata estaban aún calientes, pretendí arrastrarme para no perder el poco calor que con esfuerzo lograba mantener. Una vez más mi imaginación me hizo trampa y empecé a imaginar cómo me vería con aquellas cámaras que miden el calor del cuerpo. Si el rojo intenso aún existiría en ese mapa de temperatura o simplemente quedarían naranjas. Volví a mi realidad y cogí la piedra como tanteando su calor, por supuesto estaba tibia. La cogí y me seguí arrastrando hasta recostarme en una loma que se encontraba cerca, la piedra era mi fuente de calor y poco a poco sentía que se extinguía. Mi mirada se elevó otra vez al cielo pero se detuvo en el perfil del cerro, formado por rocas y algunos árboles pude dibujar algunas formas graciosas. Aún así la piedra a mi lado no podía reírse conmigo y de tristeza se enfrió. Mi mentón empezó a temblar y mis dientes de apretaron uno contra otro pero el temblor no los dejaba estar juntos. Los escalofríos se fueron haciendo más fuertes. La hipotermia se acercaba escondiéndose en los árboles atrás. La sentía, la escuchaba caminar sobre las hojas secas, sabía que no era el viento. Recordé que tenía unas barras de chocolate en mi mochila. Abrí el bolsillo y encontré las barras. Esto me salvará pensé. Las comí estableciendo raciones por tiempo. Cada media hora un pedazo pequeño de la barra. Sentía que la noche se hacía más oscura cada vez. La penumbra incrementaba sus dominios y ya no podían ver tan lejos como hace una media hora. Luego me abrace cual mis puños y pensé en dormir. El temblor era lo último que me impedía dormir, el silencio de la noche, lo primero. Luego de unos 5 minutos de haber cerrado los ojos, pude observar una estrella en el cielo. La Estrella Resplandeciente de la Mañana. Me dije para mi mismo. Soñé que podía amanecer pronto. Alguien salió de su carpa. Nos miró a mis amigos y a mi. Y sonrió.

Al recordar aquella vez. Siento el calor del sol de aquella mañana, siento cómo se inmiscuía entre las costuras de mi ropa y alejaba los escalofríos de la noche pasada. Aprecié el sol como un amigo. Ahora el frío se mantiene pero mi sonrisa ya no es fingida por el frío sino por el recuerdo de que el frío no dura tanto como para quedarse helado al lado de una piedra.


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