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28.1.12

Lima, la impredecible (i)


Llegué a Lima junto con mi familia al final de la década de los ochentas, cuando el Perú se observaba herido, culpable, irresoluto, asustado y conmocionado. Llegué descubriendo el mundo a mi corta edad. Lima, no era tan gris como ahora, era mas bien silente, sorda a lo mejor, viviendo de espalda al terrorismo en provincias y sufriendo la desarticulación gubernamental con los extremos del territorio. Llegué y descubrí lo agradable que se siente despertar de noche para despedir el tren que pasa cantando su canción triste y estrépita. Llegué y descubrí lo que significa ir a un comedor vecinal y comer polenta, sémola, cau cau y refresco de bolsita. Llegué y descubrí lo dulce de reir a la luz de una vela sostenido por los brazos de tus padres y el taqueteo de la máquina de escribir de mi hermana trabajando en su tarea de la universidad. Llegué y desde niño comprendí que la vida no sería fácil, que los retos del universo siempre traerán emociones fuertes. Llegué para jugar sobre montículos de arena, almorzar a la sombra de una parra y preparar cachangas los días especiales cuando terminaba el ciclo de estudios o cuando celebrábamos un cumpleaños. Llegué para extrañar las vacaciones de visita a mi tierra, al lugar donde nací. Llegué y ya no me quise ir. Escapaba por momentos, pero siempre regresaba. Me acostumbré a cruzar la carretera central, me acostumbré al sonido del tren, al silbido de la fábrica, a los camiones que entran y salen de ella, me acostumbré a ver los carros interprovinciales pasar, a tomar las combis para ir a pasear, a soñar con algún día movilizarme en mi propio vehículo, me acostumbré a escuchar lo trino de algunas aves en la madrugada, a ver la luna de noche para que me cuente historias, a disfrutar del sol en la piscina y pensar en escribir cosas mías, en secreto, para nadie, para mí, para ella, para los míos, para los suyos, para todos, para el olvido, para el recuerdo después de haber buscado entre polvo y papeles, para la vida que te sonríe con sus paisajes, que te amedentra con sus circunstancias, que te regala felicidad y te comparte la responsabilidad de sobrevivir, para el universo ininteligible, para la fantasía que no se cansa de dibujar, para la realidad que se imprime de lo absurdo, que se contradice y se da coherencia a sí misma.

Mientras crecía Lima fue creciendo conmigo. De pronto había una calle larga con un mercado en el centro que se solía llamar Av. Grau, desordenada, desprotegida. Por otro lado aparecía una avenida amplia, larga, sin mucho tráfico que salía hacia el sur. No tenía un mapa de cómo eran las cosas pero los lugares estaban ahí flotando, reconocibles en sus formas, en sus siluetas, en sus climas, en sus paisajes de cemento, los parque grandes se dibujaban en mi mente Manco Capac, Plaza San Martín, Plaza Mayor. Lima crecía se agradandaba territorialmente, habían lugares, calles, casas que con cada día que pasaba aparecían y el mapa crecía. Poco a poco aprendí a ubicarme a llegar de un lado a otro, caminaba por lugares desconocidos y enlazaba referencias con distancias. Ahora ya me pierdo menos. Lima creció más rápido que yo, Lima se desfigura por sectores se amalgama con otras ciudades se olvida por otras zonas y se contruye por partes. Lima se pinta en sus paredes y se contruye rápida en edificios. Sufre por las noches cuando valdalos la utilizan de cómplice para hacer sus fechorías, cuando sus futuros gobernantes se drogan en las discotecas, cuando sus antiguos moradores yacen durmiendo con sus tormentos psíquicos sobre sus calles, beodos. Lima ha aprendido a saludar, Lima ha aprendido a verse bella, con las tradiciones de Palma, con sus parque y árboles enormes. Lima ha aprendido a leer, a observar pinturas, a ver películas, a asistir al teatro, a analizar el arte. Lima ha recordado cuando fue virreinal, cuando fue preinca e inca, cuando dio a luz a la música criolla, cuando aprendió a cocinar rico. Lima ve salir el sol detrás de los cerros de Chosica, Cieneguilla, San Juan de Lurigancho y Carabayllo y lo ve ocultarse a lo lejos en el mar desde Pucusana, San Bartolo, Punta Negra, Punta Hermosa, Lurin, Pachacamac, Villa El Salvador, Chorrillos, Barranco, Miraflores, Callao y Áncón. (Por cierto, ahora entiendo porqué la eligieron como capital.)

6.1.12

Dandelion (i)

En estos días de verano los astros están cada día más felices. Salvo algunos días que la neblina los cubre y nuestras aldeas los extrañan. Pero en general, siempre están presentes, el sol sonriendo y la luna misteriosa narradora de cuentos.

Chosica, un nombre particular para un pueblo que ha vivido mucho. Chosica es un nombre misterioso, se relaciona con seres mágicos e historias que no se han contado jamás. La palabra aymara Chosecc quiere decir "lugar donde habitan lechuzas" y guarda en su significado una historia llegó hacía mi de la manera antigua, por medio de cuentos a la luz de una hoguera.

Paseaba por el parque principal de Chosica observando de lejos la municipalidad, el Cristo Blanco, lo colegios al rededor, una iglesia, y muchas tiendas. La pileta en un lado del parque, al otro lado los juegos para los niños y un anfiteatro, al centro un monumento al fundador de Chosica, Emilio del Solar. Me senté en una banca a la sombra de una de las muchas palmeras. Se me acercó una señora muy anciana vendiendo helados, tenía una mirada y sonrisa extrañas, la forma de sus orejas me pareció peculiar también, parecía no tener demasidad estatura pero así podía llevar su carga sin hacer mayor esfuerzo.

- Joven, desea probar unos helados.
- Eh... - La miré con un poco de desconfianza, pero accedí - Esta bien ¿Cuánto cuesta?
- No, no sé preocupe es para que pruebe, otro día ya me compra.
- ¿Así? - Mis sospechas estaban acrecentándose - Bueno... - Acepte muy suspicaz.
- Pruébelos son muy buenos, están hechos de chirimoyas y unos frutos mágicos.
- Gracias, lo probaré en un momento - Le dije casi no tan convencido.
- Andele, pruebe una cucharadita. - Sus ojos se hicieron un poco más grandes de lo normal.
- Mmm... - Ya sin salida - A ver - Recogí un poco del apreciado dulce y lo probé.

Súbitamente empecé a sentirme extraño. Esto no podría estar ocurriéndome a mí, había caído inocente en la fauces de una timadora, una ladrona con rostro amical y con apariencia de no tener malas intenciones. Todo el ambiente cambió de color. El sol, el viento, los árboles, todos seguían iguales pero sentía que el color se perdía, no entendía lo que ocurría. Me sentía muy consciente y orientado, lo único que me molestaba era el cambio de color en el ambiente. Pero eso no sería todo. Las construcciones a medida que el ambiente se iba coloreando iban cambiando de forma, algo más antiguas, rústicas, como en una aldea. Las casas al fondo del paisaje eran reemplazadas por árboles frutales: manzanas, chirimoyas, paltas, mangos, algunas fresas. Todos árboles al fondo del paisaje. Cada vez que se iba acercando la metamorfosis ambiental los árboles iban cambiando de especie, forma y tamaño. Al terminar, las palmeras del parque se hicieron más frondosas, al rededor de ellas, huarangos. La iglesia, la municipalidad, los colegios y las tiendas también fueron cambiando su forma, algunas en torres de vigilancia, otras en centros de reunión, unos en edificios de entretenimiento, otros en sencillos lugares de reposo y conversación amena.

Me pregunté si estaba en Chosica aún. Si, me respondió la anciana. Esta es una Chosica que no conoces. Supuse que estaba bajo los efectos de algún alucinógeno pero al recapacitar comprendí que estaba muy conciente de lo que ocurría a mi alrededor, no había sopor, ni dolor de cabeza, todo como si estuviera despierto, muy despierto. Observé que las pistas y las veredas habían desaparecido y en vez de ellas estaba el pasto que cubría toda la aldea y el bosque alrededor. Una vez más le pregunté dónde estaba. Chosica, me respondió. Pero qué había pasado, por qué.

- No, no hay forma de explicarlo. Son pocas personas que después de haber comido ese helado han llegado a compartir con nosotros nuestra aldea. Eres bienvenido.
- Gracias, pero ¿por qué yo? ¿qué tenía ese helado?
- Mmm... nada fuera de lo común. Si deseas te llevo a la heladería para que veas cómo se prepara.
- Esta bien, le creo. ¿Ahora desearía saber el motivo de porqué estoy acá?
- Para que nos enseñes un misterio.
- ¿A ustedes?
- Si, tu eres el mensajero de este mes. Cada plenilunio un mensajero llega a nuestras tierras a través de un medio diferente cada vez y nos enseña un misterio de nuestro mundo.
- Pero, yo recién conozco su mundo ¿cómo podría yo develar un misterio si no sé todavía de qué se trata.
- No te preocupes, ya estamos acostumbrados al asombro de los mensajeros. Ya te enterarás de lo que se trata hoy en la noche que tengamos la reunión alrededor de la hoguera.

¿Yo, un mensajero? ¿Un misterio? Creo que son seres muy preocupados por su aldea. Además han sabido armonizar sus edificaciones con el ambiente. Creo que no tienen problemas de polución ni desperdicio de recursos. Ahora que misterio tendré que enseñarles. Primero debo aprender de su mundo.

La pequeña anciana me llevo al centro de reuniones. Era una edificación de piedras y techo de madera con tejas a doble agua. Escuché un barullo. Me llevó atrás de la construcción hacia una plataforma de piedras que todo el público expectante estaba observando. Me percaté que detrás de aquella plataforma había una caida de agua y ésta transcurría por debajo de toda la edificación como un riachuelo. Me presentaron como el mensajero pero aún no entendía de qué se trataba todo eso. Algunos se soprendieron al verme. Parecían reconocerme. Sonreí sutil.

Unas voces me hicieron sentir importante, otras me preocuparon. Todos sospechaban que lo que habían conseguido era suficiente para ellos y no necesitarían develar un misterio más para evitar romper el equilibrio. Me interesó ese comentario e incluso llegué a estar de acuerdo con él. Así que podría irme sin enseñarles nada y sin querer que me enseñen más. Pero el sonido de un bastón sobre la piedra llamó la atención de todos ahí presentes. Sabría que nada bueno significaría ese sonido. Todos giramos nuestros ojos hacia la silueta del anciano que acababa de entrar al recinto por el mismo camino que yo había entrado guiado por la anciana.

- Amigos de Chosecc, sean bienvenidos a esta reunión del todo especial. Hoy ha llegado nuestro mensajero de la milésima centécima décimo primera luna. Tiene que tener algo de especial, aunque muchos de los que conozco aún dudan de su sabiduría - Que algunos dudan de mi sabiduría, incluso yo lo estaba haciendo pues al tener tantos meses de vida y con una tecnología orgánica muy desarrollada era muy probable que mis conocimientos alcanzarían sólo para darles humor y ocio antes que una lección mayor. - No duden amigos, que las lechuzas no se equivocan.