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30.1.11

Aquel libro azul

Rebuscando en aquellas gabetas que recogen documentos de mi pasado, y algunos recuerdos de interacciones con personas valiosas para mí en esos momentos y ahora más o menos también, encontré un pequeño libro azul de unas doscientas páginas de textura antigua con algunas manchas de vejez y con cierto trajín en la encuadernación. Lo cogí con añoranza pues a mi memoría trajo imágenes de lecturas largas en las que ponía en juego mi imaginación y acompañaba al Dr. Otto Lidenbrock y a Axel en su travesía por miles de kilómetros de viaje no sólo a través de la superficie terrestre sino, como ya se entenderá, también al centro de la tierra.

Recuerdo cómo conseguí ese libro. Fue un regalo de mi padre, el lo compró por el hecho de que quería que yo leyera y yo lo leí por el hecho de me causó curiosidad saber que Julio Verne fue alquimista que fue considerado profeta por sus escritos futuristas para la época y, en algunos casos, considerados como descabellados. Ese era Julio Verne un descabellado que se atrevió a soñar sin pensar en que tarde o temprano esos sueños serían llevados a la realidad con esfuerzo y dedicación. Me imagino a Julio Verne quedándose pensando en alguna idea que pudiera llevarse a cabo en su taller un objeto que pudiera volar o sucar el océano o ir al espacio. Siempre con un destino, siempre con un objetivo.

Aquel día, cuando empecé a leer aquel libro azul, hacía frío afuera. Me recosté en mi cama. Apagué el televisor y con un resaltador en mano comencé a identificar las palabras que no me eran familiares, así comencé aquella travesía que me llevaría a muchos lugares mediante muchas páginas y con muchos autores. Hace poco encontré ese libro, hace poco recordé que mientras seguía la trama de la historia empecé a visitar algunos parque a mirar a las personas caminar con sus hijos o tan sólo a pensar dejándo mi mirada fija en el mover de las hojas de los árboles llevadas por el viento. Fue hace muchos años y no me arrepiento de haber cogido esa tarde aquel libro azul que hasta ahora me acompaña contándome desde su tapa la historia de una aventura. Otros libros también lo hacen, me cuentan cada cual, a su manera, una historia nueva o con más detalles, con palabras que hacen la lectura lenta o con frases que sintetizan el detallar del entorno. Así que no esperaré quedarme otro día sin darle vuelta a una página y descubrir un mundo lleno de posibilidades ligadas a la imaginación que compartir, no sólo por recreación sino también para impartir un mensaje claro: una sociedad en la que se cultiven el respeto y la responsabilidad.

23.1.11

Te espero


Contesto el teléfono
Tu voz hace eco en mis oídos
Sé que estás en un lado
No estás a mi lado
Estás cerca
Muy cerca

Pronto regresarás del viaje
Con noticias que decir
Malas y buenas
O malas a medias
Buenas enteras
Te espero desde acá

Me dices que me extrañas
Yo te extraño igual
Comprendo que quieres venir
O estar allá, también
Juntar dos mundos
Acercarlos hasta que sean uno

Deseo estar donde tú estás
Pronto será...
Costa o sierra o selva
¿Qué será?
Mientras tanto
Te espero desde acá

ILD XD

21.1.11

Cosas del machismo (I)

Hoy, observé con descontento cómo es que nuestras interacciones humanas conllevan actitudes negativas aprendidas en el hogar y extrapoladas en una construcción de la personalidad que dificulta la adaptación en una sociedad, que se espera lo sea, democrática y de orden.

Primer evento

En una situación poco convencional y por motivos de promoción de la novela Lalola, unos reporteros de Frecuencia Latina salieron a las calles a preguntar a los varones ¿Qué harían si despertaran convertidos en mujeres? Naturalmente, esa no es una pregunta que pocas personas, varones y mujeres, que no tengan pulsiones homosexuales latentes se hacen, por lo tanto la pregunta en sí, más allá de ser un medio de promoción, es también un medidor cualitativo (según la interpretación que se obtenga de la reacción) de las creencias que tienen los personajes encuestados (en este caso varones, claro que la situación en el sexo opuesto sería igual de válida). Las reacciones fueron multiples y éstas la mayoría de veces se relacionaban con la respuesta verbal. "No sé, me volvería loco" decía el joven que luego torcía los labios y cambiaba su punto de mirada para el suelo, finalmente sonreía. "Sería como sería, natural, pues no se notaría ningún cambio" decía un señor adulto que suponía que los problemas de adaptación al nuevo cuerpo serían también una dificultad enorme de asimilar. "No, no se puede, no, eso es imposible, me moriría" decía otro señor adulto que marcaba su mirada en su entrevistador y utilizaba un mecanismo que los psicoanalistas suelen llamar negación.

¿A qué viene está referencia? Bueno, ya es sabido que a nuestra sociedad le cuesta mucho dejar su legado de machismo y con esto el conjunto de creencias que esto supone. Por lo mismo se infiere que este tipo de respuestas como "me volvería loco", o "no se notaría ningún cambio", o "no, no se puede" se presenten en general, es posible también que se puedan encontrar respuestas como "me daría libertades, que ahora no me doy", o "buscaría ayuda" que suponen en síntesis otro tipo de estructuras conceptuales de lo que significa verse como un ser sexuado e identificarse con ello. Que pueda existir la posibilidad que se pueda cambiar esa estructura conceptual, es altamente posible, siempre y cuando se llegue al punto de darse cuenta de cómo nuestras creencias influyen en nuestro fuero interno y cómo respondemos a lo que nos ofrece el ambiente que nos rodea. Al fin y al cabo son sólo situaciones que nos permiten observarnos en un espejo psíquico y mostrarnos que tan racionales (y por qué no, socialmente adaptados) podemos ser.

Segundo evento

Esto ocurrió en un entorno menos público, en una calle cercana a mi casa. Después de haber dado una caminata vespertina, cosa que suelo hacer algunas veces para pensar y aclarar algunas ideas, me encontré con una pareja de adolescentes que caminaba a unos cinco pasos delante mío. Me propuse adelantarlos para evitar interrumpir alguna muestra de amor espontánea. Los alcancé a la altura de una esquina y por la transversal se acercaban un grupo de tres muchachos, recién escapando de la niñez y potenciales pandilleros en unos años por su forma de caminar y de hablar. Uno de aquellos muchachos fue alertado por sus dos acompañantes sobre la cercanía de la pareja adolescente. La muchacha que estaba abrazada con su pareja le llamó diciéndole: ¡Ratón! Lo cual refiere de la poca diferenciación e identificación que tienen los miembros de la familia. Los púberes que le acompañaban al "ratón", le instaron para que tome cartas en el asunto. Lo que él hizo fue ignorar a la pareja e irse caminando con la gorra tapándole los ojos y la amargura en su mentón. Fue un momento rápido y justo me encontré en el medio de esa escena, como un extra, un metiche en medio de la pelea silenciosa. Mi suposición: la pareja se ve a escondidas de los padres, la muchacha se encuentra con su hermano y lo llama para avisarle que no la delate frente a su familia, el muchacho sufre porque sabe que el que pagará los platos rotos es él pues no cuida de su hermana como su padre le encomendó.

Muy a la par de mi suposición, lo que suele ocurrir en las familias que poseen poca diferenciación de sus miembros suele ser que las responsabilidades y roles no están bien distribuidos, incluso sólo se asumen por ser tácitos y tienen carácter de ser temporales (conforme uno se va haciendo mayor). La carga que los padres ponen a sus hijos se hace mayor pues la transición de la niñez a la adultez va hacia la pérdida de algunos privilegios y la asunción de nuevas obligaciones y con esto el hacerse cargo de sus actos.

¿Se podría hacer un cambio de esquemas respecto a la valoración de los roles que cada ser humano según género tiene que cumplir en la familia y luego con la sociedad? Si, estudiando, aprendiendo y practicando.

17.1.11

Contigo


***
Tu voz me despierta, me doy cuenta que aún no estás acá, es sólo mi imaginación. Estas de viaje y te extraño. Y en mis tiempos libres, en los que solía estar contigo, recuerdo todo cuanto hemos compartido.

Ese día empezaba a hacer calor, era fin de año y llevábamos un curso en la universidad. Ya hacían unas semanas antes que nos encontrábamos y sonreíamos tímidamente. en ocasiones mi brazo llegaba a tocar tu hombro y no ponías resistencia lo que me hacía pensar que no era tan osado o tal vez que era privilegiado también. Aquel día decidiste ir caminando después de clases conmigo. Despedimos a nuestros amigos, que decidieron también acompañarnos, después de una amena charla y repaso de las tareas. Nos quedamos solos, estábamos cerca a tu casa así que te acompañé. Y sutilmente hablábamos de otras cosas y también de nosotros. Llegamos a la puerta, debería despedirme. Tu me sonreíste como sospechando mis intenciones. Yo sólo me acerque para despedirme y te abracé como nunca antes lo había hecho. Tu me diste un beso en la mejilla y poco a poco nos acercamos. Ese día escribí para ti.

Pronto regresarás, sé que debes estar disfrutando del clima cálido que hace por estas fechas. Por acá también hace calor, pero diferente. He recordado también aquellos tiempo antes de estar juntos. Cuando solía caminar, jugar y seguir caminando. Mucho ha cambiado. Recuerdas cuando me invitaste a jugar basket. Llegué con sueño, pues solía dormir en ese horario, y jugué poco pero recordé cuando jugaba en la secundaria. Cuando iba a practicar por las tardes y a veces pensaba en quedarme jugando hasta tarde, aquellos tiempo en que no te conocía aún. Ahora cuando jugamos de mañana suelo sentir también lo mismo, quedarme hasta más tarde jugando contigo.

Hace poco vimos el atardecer juntos. Fue agradable, luego te protegí de aquel horizonte oscuro y me abrazaste fuerte, muy fuerte, así como nos abrazaremos cuando regreses del viaje. Durante esta semana estuve aprendiendo muchas cosas que podemos hacer juntos, pronto. Sospecho que ahora debes estar caminando de regreso a tu casa después de un día de actividades con tu familia. Te llamaré en unos minutos y podré escuchar tu voz en unos minutos, estaré mas tranquilo de saber que estás bien y descontaré un día más a mi espera por tu regreso. Te extraño.

10.1.11

Susurro

Es tiempo de empacar
Me voy de viaje
Extiendo los brazos al horizonte
Abrazo el universo
A volar


***
Sofía, tiene ojos grandes, una mirada inquebratable y la sonrisa de su madre.
Sofía, es pequeña, quiere caminar pronto.
Sofía, gusta de aprender de todo a su alrededor, es inteligente, astuta y práctica, además le gusta jugar también.

***
Un día desperté en una llanura de pastizales y sauces cerca a un río que emanaba agua cristalina y donde vivían peces de diferentes colores. En el horizonte podía observar una lluvia de la serranía, arco iris que surgían como cortinas después de la lluvia iniciados en el rocío o tal vez en los cristales. En quel universo de tranquilidad sospeché que aún seguí durmiendo, soñando.Caminé hasta encontrar una casa de dulces en medio del bosque, entré empujando la puerta de chocolate. Hola, hay alguien en casa. Nadie contestó. Pronto, me encontré visitando todos los compartimientos que tenía la casa. Las paredes de malvaviscos, los cuadros de frutas y chantilly, brownies en el techo como candelabros y caramelos en las manijas de las puertas  que una tras otra develaban un hogar dulcérrimo. Habían también manazanas dulces, duraznos en almibar, babarois de guanábana, entre otras melosidades. Encontré galletas saladas, también. Luego de revisar toda la casa llegué al sofá de algodón de azúcar extendí mi brazo recogí un pedazo de la lámpara que era galleta de vainilla añada en cobertura de chocolate blanco, sentía que era demasiado dulce por ese día y quise prender el televisor de chocolate bitter y ver vasos de agua para que el sabor del dulce se disipe. La puerta se abrió y entró una señorita con un bebé en brazos. Me quedé atónito ¿Estería invadiendo su espacio onírico? Tendría que pedir alguna disculpa por los dulces faltantes.


- Hola
- Hola
- ¡Qué bonito bebé!
- Dirás bonita
- ¡Oh! Es muy linda, como su mamá


Ella sonrió y me miró a los ojos, me fue muy familiar esa mirada. 


- Tiene la nariz de su padre


Lo dijo y continuó sonriendo, me sentí feliz. Reconocí aquella sonrisa en la bebé también, tenía sus hoyuelos en las mejillas. Éramos padres, estábamos en casa y teníamos todos los dulces a nuestro alcance. Deberíamos proteger a nuestra hija de ellos hasta que tenga edad suficiente para saber reconocer el nivel tolerancia del organismo para procesar los dulces y debería empezar por nosotros en el comprender primero el nivel de tolerancia que tienen nuestros cuerpos frente a tanto dulce, debería empezar por mí. Tendría que hacer tantos cambios que me cambiarían la vida entera. Todo lo posible por proteger esa pequeña vida de la cual éramos responsables, todo lo posible por trascender a través del compromiso de cultivar en su vida un ritmo de hábitos que le hagan una niña que sepa reconocer los peligros y sea siempre sincera. La llamaríamos Sofía, por su interés por conocer sobre lo que le rodea. Siendo aún pequeña sus manos exploran las cosas a su alrededor, descubre texturas. Siento que tengo el deber de protegerlas, de acompañarlas y sonreir juntos, siento que los dulces son retos que podemos evitar o usar moderadamente por el bien de nosotros, por el bien de Sofia.


Después de esto, se hace difícil despertar. Tal vez no sea el momento para seguir despierto en este lugar de pastizales y casas de dulces, tal vez sea necesario sólo soñar en la realidad como si fuera un susurro del futuro.

7.1.11

Yuyanapaq


Ayer, después de tanto tiempo me dí el gusto de visitar el Museo de la Nación. Un lugar donde disfruto mucho de estar ahí por el silencio y por la información que guarda presta para ser atendida y aprehendida. Caminar como mínimo unas dos horas observando hitos que perduran en el tiempo para contar historias. Cerámicas, retablos, lienzos, libros, fotografías, cada utensilio forma parte importante para evocar memorias de historias que no conocimos.

Nací a fines de la década de los ochenta, recuerdo vagamente el terror que se vivía en el Perú por ese entonces, las noticias de atentados eran borrosas frente a programas de televisión en blanco y negro que intentaban alegrar al público ya mermado de llanto y dolor en la situación política y social que impedía al Perú desarrollarse en educación y en economía. Las conversaciones de preocupación de los adultos no era ocultada, sin embargo el brillo de juguetes de plástico o de un algodón de azúcar hacían que mi atención se dispersara. Abrí mis ojos a la realidad peruana en el gobierno de Fujimori, donde aparentemente las cosas estaban más estables. Sin embargo, las noticias en la televisión sobre atentados y luchas antiterroristas, la imagen de un hombre de barba con polo y pantalón a rayas detrás de unas rejas caminan de un lado a otro levantando la mano izquierda también se habían quedado grabadas en mi memoria y sabía de una situación difícil que tuvo que vivir el Perú, justo en la época donde nací. Recuerdo la historia que contaban mis padres sobre la travesía para regresar a casa, pues justo estábamos de viaje de vacaciones, que tuvieron que hacer cuando el inti dejó de ser inti y se cambió de moneda a nuevo sol. Escuchar hablar a personas sobre el dolor de huir de sus tierras para llegar a Lima, escapando del terrorismo donde la mejor opción que podías tomar era quedar callado para que ni los miliares, ni los terroristas, te hagan algo. Fotos de personas haciendo colas para conseguir alimentos, toques de queda, juicios donde lo que menos se practicaba era la justicia, todo grabado como un mal sueño, borroso.

La exposición Yuyanapaq, me enseñó a valorar lo que realmente fue ese episodio de terror para el Perú y de los estragos que todavía se siguen sin solucionar en esta época. El inicio de la "guerra armada" se localizó mucho tiempo antes de que se declarara, como cualquier pleito las heridas se empiezan a marcar cuando los malentendidos y el desconocimiento de la total situación empujan a tomar decisiones erróneas, impulsadas por la emoción del hecho de sentirse denigrado. La brechas sociales que diferencian a una personas de otra hace que las emociones basadas en la frustración impiden el uso adecuado de la razón y el recurso próximo es la violencia. Eso pudo ser prevenible, pude ser evitable. Pero las cosas se dieron así, y lo mejor que podemos hacer ahora es aprender de ese doloroso pasado. Mi interés por el pasado político de mi país me llevó a conocer que se escribió mucho sobre testimonios de personas que vivieron en comunidades poco atendidas por el gobierno donde iniciaron ideologías radicales de izquierda que idealizaron un sociedad sin jerarquías aparentes. El dolor que produjeron sus impulsiones afectaron tanto al país que el número de víctimas no sólo quedó el más de sesenta y nueve mil personas asesinadas en circunstancias de desesperación de, por un lado no poder avanzar en la propagación de una idea y por el otro de acabar con la afrenta contra el estado y en el centro el pueblo, las víctimas están hasta ahora con el cargo de sus recuerdos imborrables, traumas mal procesados que afectan a sus descendientes, generan familias con resentimiento, con miedo, con dificultades para crear soluciones positivas a su situación.

Las generaciones que llegan después de conflictos crean diferentes formas de afrontar su entorno, algunos deciden la autodefensa de sus propiedades, otros buscan la conquista de nuevos bienes, otros se refugian en su soledad y sufren durante su vida, otros son indiferentes a su frustración y creen que nada sucedió, pocos son los que deciden aprender del pasado y trazarse metas que puedan desarrollar una sociedad de cooperación, responsabilidad y respeto, una sociedad donde se busque el bien común y se ponga de lado el egoísmo. Yuyanapaq insta a un esfuerzo conjunto que promueva el trabajo mancomunado de estado y pueblo para el desarrollo de políticas que afiancen un avance progresivo y sostenido entre la pluralidad de nuestro país. Esto nos permitirá aprender de una forma adecuada y madura a afrontar los grandes estragos que dejó esta guerra. Estemos listos a no olvidar, recordar y concretizar un futuro mejor para la sociedad.