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30.8.09

El habitante (parte I)

Este día no está necesariamente gris, pero el brillo cotidiano se ha ido, el sol ilumina peor no hay luz en la habitación a pesar de las ventanas abiertas. El viento grita al rozar con el borde de las ventanas y rompe la tranquilidad del recinto, el habitante se pone de pie y camina hasta verse frente al espejo y empieza a recorrer con su vista cada elemento reflejado. El fondo es la pared opuesta de color intenso, azul. Los muebles son bajos y amplios en desacuerdo con la magnitud de la habitación, oscurecida por una razón sin lógica. Los haces de luz sutiles se pintaban sobre la pared escondiéndose en los límites de las ventanas y difuminándose en el ambiente primaveral del exterior. Sobre una mesa pequeña al lado de uno de los muebles amplios se observa un cuadro, dos rostros. Un recuerdo feliz.

El habitante contempla el recuadro y la fotografía que alberga, se acerca y coge el objeto limpia el polvo, evidencia de su olvido. El habitante traza imaginariamente con luz a su alrededor, la alegría encuentra un lugar dónde instalarse y da un hálito de libertad al ambiente, el sol y sus haces se inmiscuyen en la falta de brillo resucitan el estado de ánimo del habitante que repasa en su memoria el momento que la fotografía fue hecha. El viento deja de gritar en el bode de la ventana y se permite ingresar en la escena, las cubiertas de los muebles descubren las polvaredas diminutas que danzan y envuelven al sujeto desde los pies hacia la cabeza, se van convirtiendo en partículas brillantes y revitalizadoras. El cuadro toma vida y el recuerdo conlleva a una sonrisa en el rostro del habitante, luego la risa, un arrebato de euforia, luces y objetos alrededor, levitantes, cíclicos en su movimiento. El color retoma su parte en la escena e invita al habitante a salir del recinto, le invita a dejar su rol de habitante y convertirse en caminante.

El caminante coge la manija de la puerta que obstaculiza su salida al ambiente primaveral del exterior, aquella puerta un poco rasguñada, con detalles antiguos, de madera pesada y de imponente forma, tallada rápidamente y sin detalles, con esquinas rudas. Gira la manija y descubre el universo diverso en el mundo exterior, las calles con un color muy distinto al que se había imaginado, recordó que hace algún tiempo era también así, los colores estaban tomando su color y sorprendido de ese cambio. Caminó de frente y se dirigió hacia el templo que se erigía en medio de la ciudad, al lado de un parque inmenso. El templo era muy moderno, el caminante sintió que había estado mucho tiempo como habitante, el tiempo había transcurrido raudo afuera de la habitación y comprendió que había perdido muchas oportunidades de disfrutar del mundo exterior, se detuvo a analizar los vitrales que adornaban a la iglesia, los detalles que daban una impresión de ser más alta de lo que, en efecto, era, líneas muy largas que contornean las paredes, los extremos de la iglesia, en lo alto del frontis de la construcción una cruz diseñada y esculpida en yeso. Las puertas del templo mucho más imponentes que la de la casa del habitante, ahora caminante. Decidió ingresar mientras iba repasando en su memoria las historias que lo traían de vuelta a la realidad, al la sociedad, a comunicarse consigo mismo y con el mundo que lo rodeaba, fue exactamente en esos instantes que sintió un aprisionamiento en su pecho, del centro a la izquierda en su pecho, la respiración se hizo más continua, seguida, constante, y el sintió que algo estaba por pasar.

Las sombras de la iglesia, muy alta, se hicieron más agudas, el color se fue yendo poco a poco, se hizo muy opaco, existía le color sin embargo era muy cercano al gris, o tal vez sería un gris coloreado con los colores básicos, el ambiente se transformó. Su memoria le traicionó y fue cuando recordó el episodio que le hizo sentir ese apretón pectoral. Las personas que participaban en esa escena pictórica en el retrato de la habitación que, por cierto, se encontraba en su mano izquierda y que se cayó cuando el caminante sintió que el pecho le apretaba, aquellas personas sonreían en la fotografía sus ojos estaban muy brillantes, sinceros y felices, de fondo estaba el parque enorme, al lado la iglesia moderna, detallada y brillante con su cruz en la cornisa. Esa tarde hace unos años cuando aquella pareja estaba feliz, se desató algo inesperado, el sol se ocultaba en el horizonte y las luces de los carros que cruzaban alrededor del parque ya se hacía evidente, el caminante y la caminante se dirigían rumbo a la iglesia y observaron cómo un señor, dueño de un restaurante maltrataba a un niño de 10 años, le gritaba y le recordaba en frases repetidas que no servía ni aún para recibir mandados, que era un inútil.

El caminante se acercó para defender al pequeño, empujó al señor y se agachó extendiéndole su mano para ayudar al pequeño a ponerse de pie. El niño cambió de estado de ánimo empezó a reirse a carcajadas, y musitó: no puedo creer que seas tan ingenuo ja, ja, ja… El señor que se recuperaba del golpe en la pared se empezó a reír del caminante junto con el niño. El caminante buscó desesperadamente su acompañante, pero no la encontró. Corrió para buscarla en a la vuelta de la esquina, en el parque, en el templo alto, muy alto, en las tiendas, no estaba había desaparecido, después no recordaba más.

El cuadro quebrado sobre las escaleras que llevaban a la puerta de la iglesia alta, muy alta, los vidrios y la cerámica rotos estaban regados en los escalones y el viento una vez más empezó a gritar ya no en el borde de las ventanas sino en los bordes de la iglesia en la esquinas y el sonido era muy ensordecedor, indisoluble en el ambiente. El sol ya se había ocultado pero aún quedaban rezagos de sus haces en los cielos morados y naranjas.

Ideosincracia?

Estuve leyendo un artículo en el periódico sobre la realidad de mi país. No tengo como costumbre leer el periódico pero como tenía ganas de sentirme viejo, sentimiento que por cierto me viene más seguido y me hace pensar más sobre cuántos años tengo o mejor explicado, sobre cuantos años creo tener. En fin, la realidad de mi país no es ajena a la del mundo, está como un país sin buenos administradores debe estar, un país en el que simplemente se hace lo que se solía hacer, por lo tanto, no vivimos en el pasado sino vivimos en el pasado. Inclusive se deforma la creencia de que nos actualizamos y lo que conseguimos es adaptar forzosamente lo nuevo a la costumbre que ya está enmarcada en nuestra mente.

Lo que continua después de esa reflexión es una canción chicha en la casa contigua que retumba sus vidrios de la ventana y de coro se escucha una voz sufriente y desentonada, un poco ronca y obviamente desilusionada. El mundo ya no pertenece mas a su realidad, esta persona se desvive y refugia en su ensombrecida situación. No existe nada más, es él y su sufrimiento, el mismo sufrimiento, perdón, el mismo clamor que llevamos gritando por muchas centurias sólo que con diferentes matices. ¿Y la pregunta que no queremos responder? Si, esa pregunta que nos negamos a responder pues pensamos que así estamos bien, que no podemos estar mejor, que ese es nuestro destino. Naturalmente es un vicio que estuvimos adquiriendo a lo largo de muchos años de esclavitud, pensamientos sociales comprados a nuestros antepasados, nuestro país atrapado en el tiempo. Sufriendo y viviendo lo que estuvimos acostumbrados a hacer siempre.

Tengo la suerte de conversar en muchas oportunidades con personas mayores que yo a quienes pregunto sobre qué será de sus vidas, cuándo comenzaron a decidir por ellos o hace cuánto que no buscan lo que siempre quisieron para ellos mismos, lo que soñaron y encuentro en ellos y ellas una nostalgia profunda sobre el pasado, un mundo que nos atrapa y nos confunde en cada oportunidad que nos ofrece; a esto se agrega la dificultad de decidir por nuestro futuro, me he dado cuenta que en muchas decisiones cruciales, situaciones que determinarán nuestro bienestar, se suele elegir por un bienestar cercano, aquel que nos hará sentir muy bien y que por su característica mediática y breve nos deja siempre con una sensación de que debió ser más, debió durar un poco más. Y una vez obtenido ese sentimiento nos condicionamos a vivir del pasado recordando aquella situación que fue agradable y que según pensamos “no volverá más”, es justo en este momento que nos viene a la mente dos frases más: “recordar es volver a vivir” y “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Por supuesto que fue mejor pues es lo único que tenemos, no podemos compararlo con otro. Pero ¿por qué tiene que ser mejor? Podemos hacer que sea un buen recuerdo y mejorar aquella situación con un proyecto con miras más altas. Me parece que es una opción más saludable hablando en términos psicosociales: Cuidar lo que obtenemos a través de nuestros sentidos y mirar al futuro de forma visionaria, realista y objetiva... suerte en el trabajo.

23.8.09

traficando frases te pienso

Descubrí el secreto de tu voz
Recobré la noción de tiempo y espacio
Di un suspiro que no se escuchó
pues se ahogó en mi pecho y desvaneció
en tu imagen alejándose poco a poco.

Encontré el compás de tus pisadas
No comprendo aún el de tu mirada
tan lejana, tan extraña

Te miro de muy lejos,
como vas y mi reflejo,
acaso estoy feliz? no lo entiendo
será que es hoy, invierno

El viento susurra poniendo lento el momento
entiendo que ya no es más mi cuento
ya no es más imaginación , ni tormento
ilusión de esperpento

Recuerdo, cuando era niño
la dinámica del mundo, todo muy grande
diseñado para personas grandes
sin embargo era todo realmente nuevo
ahora la mistica cambió
sigue siendo nuevo, pero... es nuevo incompleto

recuerdo estando en Ahuac, un lugar apacible

el sol, las nubes, el agua fluyendo del manantial
el pasto suave sobre mis pies
y las sombras desapareciendo al mediodía

recuerdo estando acá, viendo la neblina llegar
la garúa, el viento, el frío que se mezcla con el ambiente
las sombras ya no existen, a no ser por las siluetas
sutiles y difusas en el manto blanco de confusión

fue ahora cuando me pareció verte
fue ahora cuando tu silueta compró un recuerdo
fue ahora cuando te vi y no pude alcanzarte
fue ahora cuando escapaste, y no te pude seguir

te extraño, las nubes, te pienso, el frío
te tengo presente, invierno sombrío
dilucido tus labios, viento lluvioso
te abrazo, respiro tu aliento
tu aliento no es más que una brisa invernal

te amo.

20.8.09

Escribir

Estuve pensando en lo que escribo, o mejor... porqué escribo, o mejor... escribo? No hace mucho (un año) no tenñia muchas intenciones para escribir, sólo miraba el mundo que me rodeaba, el entorno, los árboles, el camino, mis amigos, mis amigas, las tareas, la familia, las actividades normales y anormales, las estupideces de la vida, las emociones, lo absurdo, lo real, la vida, la muerte, las enfermedades, el caos, todo cuanto me ofrece el hecho de vivir. Lo observaba y conversaba para mi. Llevaba una vida intrapsiquica muy cercana, basaba mis pensamiento en lo externo pero eran mis pensamientos, era lo que percibía y comprendía, usando recursos propios y nada más.

Llego el día, como siempre llega el día en los cuentos, en que tengo que cambiar esa rutina y alguién, un ente perteneciente a ese mundo externo al que me refería me ofrece un libro, un objeto que contiene papeles organizados y en aquellos papeles encuentro letras impresas que me sugieren decodificar el idioma escrito. Utilizo aquellas herramientas cognitivas para decodificar aquellos simbolos y reconozco cada palabra, cada frase, y el significado de estás... naturalmente esto ocurre en milésimas de segundos. Descubro que es un libro muy interesante, muy atractivo y en lenguaje simple. Quedo impregnado de ese libro en mis pensamiento, las redes de cognición se modifican y me doy cuenta que llego a pensar como el libro me recomendó pensar, reconozco que sigo pensando yo, pero con otro punto de vista, reconozco que los libros tienen un poder muy persuasivo, convincente y hasta de caracte invasivo. Me ronda la idea de pensar y escribir lo que pienso, mi interés por escribir crece, no sé si será bueno o malo, sólo sé que es lo que me gusta hacer pues puedo comentar al ese mundo externo del que hablé sobre lo que me ocurre en esta vida intrapsíquica y es una conexión. es un enlace, un cordón umbilical que permite una alimentación recíproca una comunicación bidireccional que, espero nunca termine.

No te vayas... te olvido

Te ví en la mañana, estabas sola. Creo que estuve en el lugar donde no debía estar, a la distancia que no debi estar, en el momento que no debi estar, pero te vi y eso me produce un sentimiento que se desvanece y vuelve. Es intermitente. Estaba a unos cuantos metros, ni lo suficiente, ni lo necesario... te vi, estabas donde debías estar, donde podías dejar ver tus cabellos lazios caer sobre la parte superior de tu espalda sin dejar uno detrás, era el momento que el mundo se detiene sólo para preguntar a la razón si eso es físicamente posible, es probable.

Te persigo en mi imaginación te sostengo del brazo, tu giras y me miras, encontramos nuestras miradas y sonreimos, nos abrazamos en un momento eterno sin embargo noto algo raro en ti, no eres la misma, has cambiado. Tu sonrisa se desluce y cambia en indiferencia a tu rostro. Te miro intento reaccionar, quiero decirte algo importante, algo que te haga feliz, algo que nos haga sonreir de nuevo, pero sigues indiferente. Luego te desvaneces.

Recobro la cordura y me encuentro nuevamente en el lugar no indicado, en el momento equivocado y a la distancia errática, te busco y ya estás cada vez más lejos. Encuentro tu s cabellos flotando en el viento y me percato que quedan muchos rezagados en tu ropa, muchos de ellos que se quedan y no quieren volar. Sonrío para mi y dejo que el tiempo me lleve al lugar correcto donde debí estar, al momento exacto de donde no debi escapar, a la situación y distancia de la cual no debi moverme, mirando atrás esa sospecha de episodio vivido que ahora me niego a recordar, que ahora sólo puedo imaginar que me miento a mi mismo diciendo que nunca ocurrió, aseverando que ya no es para mi en mi inconsciente y creyéndome aquella mentira.

Las sombras se van, la neblina escapa del sol y el viento lleva consigo las hojas de los árboles que quiera o no me hacen acordar el momento en que te vi, soñé y me inventé un olvido. El sol dirige sus rayos al planeta con mucho ímpetu y la sombras nuevamente se van. Respira, vive, imagina.

16.8.09

Trampa

Estuve inmerso en mis pensamientos mientras caminaba hacia el destino más próximo, un lugar donde me puedo sentir bien sin necesidad de fingir, un lugar como mi casa, o la iglesia, o el teatro (en cualquiera de sus expresiones), o un museo. Mientras caminaba pensaba en todo lo que debo hacer, en lo que debí hacer y en lo que debo estar haciendo, sin embargo todo lo que pensaba se estaba convirtiendo en falsedad. Fue cuando te vi, y soy sincero, lo estaba esperando desde hace mucho, comprendí que no iba a ser un día para reflexionar. Comprendí que debería ser un día para actuar rápidamente, estár atento y adelante de la situación. Nos vimos, y sonreimos.

Ya van unas cuantos días que estamos viéndonos, y sólo nos dedicamos a hacer eso, vernos, disparar nuestras miradas directamente a través de la persona que tenemos en frente que venimos a ser el uno y el otro (tu y yo). Es una situación muy atrayente y hasta absurda pues si es que se precisa para mirar es tener los ojos abiertos, nosotros, estabamos invirtiendo mucho más energía y atención e inclusive una necesidad de antelación al momento, era una guerra añorada (como nunca existió) con matices de odio y amor, con alegrías y tristezas enfrentadas en una sonrisa o un cambio de expresión, naturalmente nuestra conversación, en su mayoría está basada en lenguaje no articulado, demasiado gestual, kinésico, proxémico, para resumir sin palabras, y es justo en esos instantes cuando estoy hasta la mitad de seguro de lo que quiero y hasta la otra mitad de lo que no quiero pero tampoco odio, cuando te dejo de ver, el odio ocupa esa mitad inestable.

Hoy no hicimos excepción en sonreir, en mirarnos de costado y conversar sin palabras. Sin embargo, ocurrió algo raro mientras ocupábamos nuestro tiempo en ese extraño hábito... tu mirada se oscureció busqué una razón, no la encontré. Algo anda mal y no comprendo qué es. Pensé que había "dicho" algo que no te gustó, sin embargo tus ojos me decían una vez más que no era esa la causa. Pensé que no te había prestado la necesaria atención, sin embargo los bordes de tus labios me confirmaban que no era así. Pensé que estaba incongruente con lo que "decía" y lo que sentía, lo cual era muy cierto, pero al pensarlo y examinarme no comprendí cómo era que te habías dado cuenta.

Mis ojos lo demostraban, para ser más exactos mis pupilas. Fue cuando completaste esa mitad inestable. Ahora la dificultad se presentaba mayor pues, la mentira estaba descubierta, sin embargo, había caido en mi propia trampa, me había traicionado pensando que no pensarías en algún momento que te estaba mintiendo y una vez descubierto en mi intento de falsedad me encuentro atrapado en el mundo de la certeza completa de saber que te quiero. Tus ojos se oscurecieron pues comprendiste que era un mentiroso, pero ¿habrías comprendido el otro lado de la historia? ¿aquel detonante que acababas de activar? el mundo se detuvo una vez más y fue todo pensamiento, como solía serlo, sino que esta vez tenía que tomar en cuenta algo que no pensé sucedería, abstracto pero comprensible. Tenía que hacer algo urgente.

Pensé en sonreir pero tu mirada de lado me dijo que mejor no lo intente. Pensé en entrecerrar los ojos pero me ganaste en el intento. Pensé en hablar, pero negué si quiera la idea, no era lo más sensato, sabía que estabas atenta a cualquier palabara que me atreva a mencionar para analizarla y desentrelazar los impulsos que me motivaban a articular y dejar de comunicarme por signos faciales, fue cuando sólo atiné a decir: eh?... Te reiste y comprendiste que tal vez no era lo que pensabas, te confundí por unos segundos y aporveché la oportunidad de iniciar la conversación antes de que te percates que ya estabamos hablando y no sólo pensando. Fue cuando dejamos de lado todo lo que analizabamos y cuando nos conocimos realmente, aunque de vez en cuando es bueno volver a analizar el por qué empezamos a hablar y encontrarás que todo empezó con un intento por mentir que se tornó en un trampa emocional.





2.8.09

Luna, mar y horizontes

La luna está llena, blanca entera, sus mares congelados se diluyen y se mezclan con el color blanco para poder dejar mostrar un claro más brillante, un claro único. Las nubes simplemente escoltan tal belleza inocua. Recuerdo muchas oportunidades anteriores en las que tuve la oportunidad de ver a la luna tal y como la observo ahora.

Estaba en la playa, aún lo recuerdo como si fuera ayer cuando en realidad fue hace unos ocho o siete años atrás, era 31 de diciembre y era un campamento a la orilla del mar, estaba aún en la etapa preadolescente y mis hormonas estaban por inquietarse, la luna fue la que guardó aquel secreto.

Era una época de travesuras. Al llegar, no embarcamos... en la aventura de construir carpas. Éramos un grupo de 3 púberes (como los llaman ahora, aunque suena raro no?) que estábamos en la misión de poder armar la mayor cantidad de carpas de la comunidad acampante... se aprovecharon de nuestra nobleza y nos dejaron construir. Luego, una vez cansados y con el sol radiante (antes no quemaba como ahora) nos fuimos al mar a nadar un rato antes de que se haga tarde.

Las olas estaban perfectas, sentir que rompían a tus espaldas después de haberte zambullido era casi sublime. El sol quemando nuestras espaldas y el mar reflejando su brillo, era casi perfecto. A unos metros a la izquierda unas chicas de nuestra edad, jugaban tan alegres como nosotros, eran muy lindas y de aquella cualidad nos percatamos los tres. Nos acercamos para planear el encuentro (aquel comportamiento sutil y reconocible cuando las hormonas empiezan su labor), entre la reunión acordamos que el líder las saludara y quedara en conversar como caminando a la orilla. El líder (claro está no era yo) se adelanto, nosotros nos pusimos aún en plano para que nos miren, la lideresa se adelantó y conversaron unos cinco minutos, mientras nos hacían señas de que el trato ya estaba hecho.

El trato había quedado después de la cena, pues sella también se iban a quedar para celebrar año nuevo. Nadamos una hora más y luego salimos para dar vueltas y hacer una estrategia de "ataque", aún quedaba mucho tiempo para pensar y hacer, el sol aún no acariciaba el horizonte y nosotros estábamos muy ansiosos que llegue la noche. Decidimos avanzar el reloj subiendo un cerro que era el límite entre aquella y la otra playa. Fue una peripecia que de seguro se sujetará de la experiencia de aquella noche en nuestros recuerdos de la preadolescencia. Subimos la cuesta arriba la primera impresión: lagartijas, unos pequeños reptiles que se daban cuenta de nuestra presencia y corrían lo más rápido que podían, en nuestra curiosidad, les perseguíamos. Uno de nosotros, se concentró tanto que estaba en plena carrera detrás de una diminuta lagartija, gris por el polvo, cuando no se percató de que estaba yendo al borde del cerro y si no le llamábamos gritando el hubiera caído entre las olas que rompían sobre las rocas de la base. Continuamos en nuestro camino fuimos al tope de aquel cerro, encontramos los nombres de los conquistadores previos de la cima, fuimos indiferentes y decidimos regresar sólo porque ya no había más que ver que la otra playa en un horizonte sin límite (por más incongruente que suene) dado que sabíamos que desde ese punto de visión panorámica y limitada en el rango de nuestros ojos la tierra era redonda y el mar inmensurable. Regresamos.

La noche se acercaba y no sabíamos cómo poder avanzar las horas, sólo con el fin de poder conversar con nuestras coetáneas y sonreír a la luz de la luna (en nuestra inmadurez expelíamos nuestras emociones sin querer encubrirlas, sin represión, salvo una muy sutil que era que no queríamos que los adultos se enteren, situación que hacía mucho tiempo había sido descubierta y encubierta por los mismos con el fin de observarnos, nosotros insapientes de esta situación repartíamos miradas mentirosas y apurábamos la hora de comer observando la cocina). Llegó el momento de la cena, nuestro sistema respiratorio nos obligo a suspirar y fuimos presa de una broma, la comida estaba muy caliente. En el apuro de terminar lo más rápido posible nos quemamos la lengua, perdimos la sensación gustativa que fue remplazado por una ardor en la punta de la lengua que no se nos quitaría sino hasta dos semanas después y nos retrasamos en la hora y no porque termináramos últimos sino que terminamos primeros pero con un dolor estomacal que no se quito en media hora.

Llegamos a la cita pactada con una premura de no llegar tarde cuando ya era tarde, felizmente y cómo toda mujer preadolescente, estaban practicando en el afán de llegar tarde (cualidad ostensible de las damas de 22 años, :) sólo algunas) lo cual nos llevó a encontrarnos en la situación de llegar tarde al mismo tiempo, lo en síntesis significaba no llegar tarde. Estábamos en la primera cita de amigos preadolescentes que no sabían que hacer sólo mirarse y sonreír hasta que el más osado de nosotros atinó a decir: Vamos a caminar. Fue una distensión asombrosa del ambiente, pues todos aceptamos la sugerencia y poco a poco nos íbamos alejando no muy lejos para que no parezca que estuviéramos ansiosos por estar solos. Cada cual con su pareja se fue apartando y la luna blanca se hizo presente detrás de una nube, las estrellas sonrieron desde lejos tal y como lo suele hacer el sol todos los días en verano y los seis divididos en tres grupos de dos nos olvidamos de la presencia de los otros y reservamos el tiempo y el espacio para sonreír y hablar. Las olas mostraban su borde blanco que se aclaraba conforme se acercaba a la fogata de un campamento al lado, el horizonte se mostraba obscuro y se mezclaba en con el cielo en una curva lejana y sutil. el momento era el indicado y faltaba muy poco para Año Nuevo... fue justo en ese instante de armonía, sutileza, sencillez, inocencia preadolescente que ocurrió. Me desperté del sueño golpeando mi cabeza con el borde del segundo piso (si es que se puede llamar así) del camarote. Fue la desilusión y la necesidad que ese sueño vuelva y no acabe, trate de cerrar los ojos lo más que pude sin embargo los rayos solares ya habían invadido el recinto. Sólo me quedo despertar prepararme para salir a caminar.

Salí de mi casa rumbo al parque, común hábito adquirido desde ya hace mucho tiempo, alcé la vista y estaba la luna blanca con sus mares congelados mostrándose osada de día, enfrentando al sol en su labor de alumbrar, robándole cada brillantez de aquel astro y regalando mística y misterio. Sonreí y empecé a tararear una canción que irá a través del mar hacia ese episodio onírico para concluir con lo esperado y ansiado por aquellos tres preadolescentes.

zach.
miércoles 05 de agosto del 2009

P.S.: esta puede ser una de las canciones que también enviaría a ese universo preconsciente.