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29.5.10

Hojas naranjas y marrones

El clima va con mi estado de ánimo. Si estoy sosegado, pues hace frío y es tiempo de pensar, estoy feliz pero a la vez se expresa en un deseo de tomar cafe observando un paisaje natural. Si estoy alegre, es que no me duele la cabeza y mejor aún si hace viento y puedo sentirlo en mis orejas. Si estoy callado, puede que esté cansado o no tenga nada que decir (obvio ¿no?) y el tiempo no es nada certero para el día, puede solear y a los cinco minutos hacer frío y nublarse. Me gusta cuando las hojas de cambian de color a tonalidades marrones y narajas, me gusta pues parecen que las cosas cambian tanto que no se sabe que vendrá y genera expectativas de cuánto podemos cambiar, ahí mi mundo se llena de alegría y tengo mucho interés de conversar, un interés poco usado en mi persona debido a que mis interacciones se delimitan a lo estrictamente necesario: saludar, protocolos de conversación, comentar cosas curiosas, despedirse. Algunas veces esos intereses se vuelven más intensos, vale decir, cuando veo hojas naranjas y marrones, con alguien con quien tengo intereses comunes, o con alguien que tiene experiencia en un área especial que recién acabo de conocer (aunque algunas veces mi inquietud por conversar me lleva a hacer preguntas que luego solo me las respondo, claro, después de una mirada de "lee, hijito").

Recuerdo en algún momento en mi vida, tuve la oportunidad de ir a El Guayabo, en El Carmen, ciudad acogedora de Chincha. En ese lugar hay árboles altos pintados de escalas marrones y naranjas, a lo lejos parece un pedazo bosque "puesto encima" de la tierra alrededor. Son árboles de pecanas, altos y frondosos. Ese día me quedé sin hablar porque eran demasiadas palabras que se me venían a la cabeza. Pero cada vez que necesito una cuota de conversaciones intento acordarme de aquellos árboles.

Recuerdo otra opotunidad en que conversé hasta por los codos. Fue un martes. Llovía mucho y el cielo parecía caerse, por los truenos. las nubes se pintaron oscuras en el horizonte y sobre nosotros. Tenía 5 años y mi abuelo al frente mío atizando el fogón donde se iba a cocinar la cena de ese día, era nuestro refugio ese lugar. Y fue cuando conversamos como si no hubiera cierta noción de tiempo. Le contaba sobre mi viaje y cómo llegué a encontrarme con él en aquel refugio iluminado por la luz de un foco de cincuenta watts elevado hacia el techo de tejas que me hacía imaginar más y le agregaba algunas pintas de acción a mi historia arriesgada para visitarle. Él me escuchaba como si todo le contara fuera real, me prestaba atención y dejaba escapar una sonrisa de "sígueme contando". Después de haber pasado la parte donde las artes marciales y el momento de peligro habían pasado el fogón ya estaba apagándose con esa tierna calidez que se siente sobre las brasas rojas entre las cenizas. Mis ojos se habían iluminado de historias de fantasía y mi abuelo disfrutaba de mi imaginación. Ese día hablé mucho y creo que no hubo otro momento en que mis labios pronunciaron tantas palabras al contar una historia. Tal vez si. No sé.


Una vez más hoy, pienso en querer llegar a ese refugio. O a lo mejor construirme uno cerca. Tal vez sólo sea necesario imaginarlo. Será para cuando el tiempo me favorezca y esté de humor para construir.

23.5.10

Autopsia

Es una rutina ahora, poder leer. El leer mientras hay tiempo y es lo que busco en cuanto esté libre de quehaceres, o cuando me obligue a pensar que estoy libre de quehaceres. En esta semana estuve con muchas ganas de escribir, como en muchas otras, en algún tiempo tuve aquella pausa para poder escribir lo que se venía a la mente en aquel instante y en otro tiempo sólo escribir lo que pensaba que debería ser escrito por simple necesidad de escribir sobre un tema específico. En muchas oportunidades en el texto que escribía dejaba plasmado deseos que muy pocas veces suelen ser expresados por la imagen que proyecto de ser reservado en asuntos personales, también escribí sobre mi querida sociedad, tan anhelada, tan utópica y tan al alcance de un cambio de perspectivas. Estas historias van a la par con mi vida, que se distingue por ser tan singular y tan común como las otras, es tal vez un sueño egocéntrico el querer pensar que soy único en algo, pero también sé que muchas personas lo hacen siendo esto parte de un colectivo ninguno de nosotros lo somos. Sé además que vivir con un libro bajo el brazo es relajante y me permite aclarar algunas ideas respecto a la opinión de los demás, algo pocas veces comprensible debido a mi vida intrapsíquica muy usada y autocomprendida. En algún momento me muestro tolerante y sé que eso se debe a la búsqueda de establecer vínculos normales en mi desenvolvimiento social y pienso que hago un buen trabajo, hasta donde puedo ver los resultados de mis interacciones. Es justo en esos momentos cuando el deseo de escribir estas experiencias es incontenible en mis puños cerrados pues me aferro fuertemente a mi casaca para poder no tener frío después de estar con los ojos acuciosos inmiscuyéndome y especulando en pensamientos ajenos.

El silencio es mi amigo inseparable, siempre que puedo le doy una visita. Recuerdo que en una entrevista de trabajo me preguntaron si podía trabajar en equipo, respondí que si me era posible siempre y cuando se tratara de pocas personas. Así como cuando le expliqué a G que me podía llevar mejor con una o dos personas en una conversación que con diez o grupos mayores pues no sabía a quien atender. Después de haber mencionado esas frases sentí que el silencio me daba palmadas en la espalda diciéndome muy fiel a su estilo con una mirada al horizonte que estaba muy bien lo que había hecho pues la sinceridad permitiría más espacios vacíos en las conversaciones y el silencio no podría sentirse dejado de lado también.

Recuerdo una conversación, la siento tan próxima, fue un dialogo que me dejó con muchos vacíos en la conversación pero me llenó de alegría y nostalgia haberla tenido. Las expectativas venían desde unos días atrás y cuando llego el momento pregunté ¿De qué se trata lo que me habías comentado? Ella bajo la mirada y recordó la historia tan próxima como si la viviera nuevamente, me odié por preguntar y dejar que se ensombrezcan sus ojos, pero la incertidumbre tampoco era justa para mi. Me contó como explicándome con palabras simples como para que no me chocara tanto como a ella, que le tocó vivir. Sentí que el tiempo iba mas lento y pude comprender no tendría un buen desenlace ¿era como suponía? No lo creo, sentí que la decisión que ella tomó después de haber conversado tuvo mucho que ver con el tiempo que nos dedicamos el uno al otro, supe que no era una decisión fácil y tampoco con las referencias que tiene acerca de mi, sentí que podía hacer algo pero me vi imposibilitado una vez que acabo de contarme, lo único que me la sostenía eran mis brazos alrededor de su tronco y no pensaba en dejar de abrazarle. Hubo una pausa mayor. Mis ojos se ensombrecieron junto con los de ella y supuse que no debía decir algo hasta que ella preguntó ¿y tú que opinas? Simplemente las frases se habían alejado de mi mente y quise saber si tendría que opinar algo positivo o negativo. Racionalicé. La amé. Y le agradecí mucho porque el tiempo que teníamos juntos era muy constructivo, conversamos nuestras inquietudes y eso nos ayuda a tomar decisiones de mejor forma. La abracé con mayor sentido de afecto y me prometí a mi mismo quererla aún más. Lo escribí.

foto de mandarinaAsesina

22.5.10

Semana laboral

Durante esta semana me he sentido más adaptado a la rutina que vengo llevando desde dos meses atrás aproximadamente. Todos los días son casi iguales, claro que cada cual se presenta como único, se mantienen variables según el día que les corresponde vivir. Los lunes toda la oficina está con la energía cargada después de el fin de semana de supuesto descanso, muy pocas veces se tiene una actitud negativa el lunes pues no serviría mucho pues hay mucho qué hacer y, desde la perspectiva del lunes, muy poco tiempo para terminarlo.

Los martes son más tranquilo y un poco más desapercibidos, pues se llevan a cabo poco a poco las tareas pendientes, es el día en el que si hace sol o frío no es tan interesante como en un jueves o viernes. El martes es el día en que todo tiene buen ánimo pues aún se espera terminar las tareas a tiempo. Los miércoles, en cambio, se pintan a veces grises. Desde la mañana se empieza a tomar en cuenta pues ya parece que la semana se acaba, es el día perfecto para los imprevistos y para cada nueva noticia que se presente como un pendiente que no se tomó en cuenta a tiempo, el ascensor es el que trabaja más pues los trámites no se dejan esperar desde muy temprano, es estrés se estaciona en cada una de las oficinas y el tiempo parece incontenible en las cuatro paredes que protegen el ambiente laboral.

El jueves, jueves de decisiones, es el día designado de soportar el estrés del miércoles que no se pudo desfogar pues el documento no llegó o el momento asignado a la reunión no fue suficiente, se acerca el fin de semana y el clima importa mucho, es preferible entonces un sol radiante como predictor de buen ánimo y la conclusión esperada de las tareas pendientes que se avisora con buenos bríos. El viernes ya casi no se piensa bien pues el fin de semana ya llegó y los planes de descanso largo se siguen de ideas de entretenimiento después de la jornada. Es el día donde se confirma el clima de el fin de semana como prometedor o sin mucha expectativa, todo depende si sale el sol o se nubla el cielo. Es así como los días pasan y cada día es único y particular, siendo un aprendizaje cada día y el vivir sabiendo que haz trabajado por el desarrollo de la sociedad.

foto de Bright Tal

19.5.10

Silencios

El silencio es un momento que disfruto mucho porque puedo escuchar las conversaciones de mi fuero interno. Pero un silencio incómodo es si que es insoportable, a sabiendas que pudiste haberlo provocado continuas en ese silencio, como para dejar en cuenta que no eres el culpable. Recuerdo que en muchas oportunidades en los avatares de mis 20 años y un poco más que me quedé en silencio, por voluntad propia, por pura desfachatez, por malcriadez tal vez. Era un silencio que significaba mucho pues daba a entender que no desea estar en ese momento en esa circunstancias, menos teniendo aquella conversación y negaba aquella situación obligado a aquella persona a vivir en el silencio incómodo por minutos que más tarde comprendí que parecen eternos, cual si estuviéramos en la indecisión de saber que cabello se nos cayó o aquella incomodidad de sentir que alguien está respirando sobre tu nuca.

El silencio es terapéutico, es un momento de soledad que todos necesitamos, es un instante de pausa, es la necesidad de saber que puedes ser quien eres realmente o crear personajes en tu imaginación representados por ti mismo suponiendo que aún no dejaste de ser niño y que sólo lo reprimes para evitar problemas con lo que los demás esperan de ti. Aquel silencio que te lleva a repasar los confines de tus recuerdos, aquel silencio que te lleva a vivir el preciso instante de lo que significo el momento más importante de tu vida y repetirlo como en una película una y otra vez en un afán egoísta, sin embargo qué importa eres tú. Así es como eres y estás en tu espacio, en tu mundo, en aquella dimensión única donde confluyen tus deseos, inquietudes y racionalizaciones.

Es un lugar donde puedes gritar sin hacer ruido porque sabes que te puedes escuchar y nadie más puede hacerlo porque nadie más puede saber qué está pasando por tu cabeza, esbozas una sonrisa porque tu pensamiento te traiciona y piensas en que eres único. Pero sabes muy en el fondo que no, que eres uno de los tantos que vive en en la misma situación, la misma rutina, aquella de vivir contigo mismo. El silencio te permite respirar para adentro, te permite declarar lo que piensas sin temor a que sea mal recibido, el silencio es tu mejor cómplice pues comparte contigo sus secretos, tan sólo con una acción, callando.

Es muy agradable compartir el silencio de la noche, las estrellas en su danza organizada pluriétnica y singular noche tras noche, estás se esconden y dejan ver tras las nubes, la luna las dirige y su canción se escucha a través del universo en un simple y necesario silencio.

15.5.10

Contarle historias

Me encanta contarle historias, disfruto mucho de su rostro expresando emociones del espectáculo frente a sus ojos, no es un espectáculo con luces o con interactividades tecnológicas como las que hay y deslumbran, es simplemente media parte de mí, expresando  historias que acabo de vivir unos días antes y recitándole mis impresiones sobre lo el porqué de mis reacciones, siento que ella disfruta de aquello, siento que a veces llegó a ser absurdo, siento que mis expresiones son exageradas, y siento que puedo ser sincero en cuanto llega a nosotros la cordura. Luego le toca el turno de contar historias a ella, y empiezo a examinar sus gestos, empiezo a pensar en qué puede estar pensando, adelantarme a sus emociones y sentir que el tiempo nos pertenece. Disfruto también cuando me cuenta historias, cuando sus ojos se llenan de pasado y puedo disfrutar de su sonrisa a veces nostálgica a veces traviesa.


Me encanta verla abrir sus ojos, después de pestañear. después de dormir, después de reir y bostezar. Saber que hemos pasado tiempo juntos, saber que aprendemos el uno del otro. Hace poco leí un mensaje suyo decía: Amor, Comprensión, Alegría. Muy a su estilo de pocas palabras, comprendo lo que puedo y ella considera suficiente. Aprendemos a delimitar nuestra individualidad aunque a veces a conciencia propia nos la invadimos. Me alegra haber establecido este vinculo en tan poco tiempo y considero que se reforzará en tanto y en cuanto estemos dispuestos a continuar... en tanto y en cuanto estemos dispuestos a conversar.... en tanto y en cuanto estemos dispuestos a dedicarnos tiempo y sinceridad. Oro por no perder aquellos valores.


Saber que el tiempo que tenemos juntos me lleva a pensar en que nos conocemos algo pero aún hay caminos de reacciones (y emociones) que nos falta caminar, siento que estamos encaminados pero que las responsabilidades del medio también han de caber en nuestra lista de responsabilidades, es simple y necesario para poder continuar. Hubo en una oportunidad que le dije que se quedaba con la mitad de mi (y algo más)... ella sonrió. Y sentí que me amaba. Yo la amé también.

Step back please!

Hace ya algunas semanas que he dejado este hábito guardado bajo los fólderes dentro de un cajón del escritorio de la oficina donde trabajo. Lo dejé ahí porque los pendientes nunca faltan, lo dejé ahí porque temía que se me cayera al regresar en la combi, lo dejé ahí porque quería ser responsable con otras respònsabilidades y como si fuera una osadía me permití dejarlo ahí para olvidarlo. No pude. No quise. No podía.

Siento que las demandas de tiempo, se hacen día a día más obligatorias de parte de lo que considero importante, por ahora vendría a ser mi vida social y el trabajo, aquellas áreas que dejé de lado por un tiempo considerable que extraño de más y que ahora me dedico con paciencia y con cierta irracionalidad.

Me alegra que el clima frío ya se esté sintiendo en Lima, me agrada que el viento sople gélido sobre mi rostro amenazando con quedarse por tres meses más, me aferro a la chompa que llevo puesta y pienso en encontrarme pronto con un papel en blanco y un lapicero para poder expresar aquellas conjugaciones de palabras, imaginando en un sueño de combinar vocablos buscando las frases con sentido jamás escuchadas, tal vez con sentido filosófico, con sentido de absurdo o mejor dicho sin sentido aparente, con sentido de curiosidad, con aquella necesidad de deliberadamente plasmar un recuerdo trivial sobre una inscripción de tinta.

Cada que el ambiente me lo permite, me pongo a pensar en mi futuro (ajeno) siendo escritor. Conviviendo con un lapicero en el bolsillo y un cuaderno a la mano, cual fotógrafo inseparable de su cámara, al igual yo inseparable de mi pensamiento atento a describir lo que mis ojos me permitan soñar. Creo que la necesidad postergada de escribir se funde en mis emociones y me invita a buscar en aquel cajón este hábito.

Las olas del mar me llaman a meditar y no deseo ya seguir siendo parte de la monotonía, quiero dar pasos atrás buscando alguna forma de seguir escribiendo con aquella avidez de antes, con esa misma inquietud nueva de sentir las letras sinuosas dibujando y desdibujando paisajes de cuentos e historias que intervienen en el universo literario como el primer día de clases en un colegio, historias con ojos bien abiertos aprehendiendo novedades, historias que balbucean respuestas a preguntas que piden datos personales con la timidez de no saber qué tema hablar, con la gran interrogante de qué primera impresión estaré dando. Pero eso ya no puede volver a ocurrir, ya las primeras historias fueron escritas y mis ojos ya no pueden tener solo una perspectiva limitada de la realidad, ahora es tiempo de pensar en buscar más ideas, más tendencias, más métodos de escritura. Y más tiempo los fines de semana para segregar historias que nacerán con los ojos cerrados insapientes de lo que les deparará el tiempo.