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29.6.10

Arigatô gozaimasu, go buji de


"Ella no iba a llorar o a lamentarse o a preguntarse por qué... Si la muerte había llegado tan cerca de ella, iba a mirarla de frente. Se sentía con la fuerza suficiente como para domesticarla, rebajarla y ponerla a sus servicio. La muerte no es una desgracia, me dijo..., sino el final de una vida. O sea que en realidad es parte de la vida. solo la muerte nos hace verla en todo su esplendor. [...] Gracias a su muerte, sabemos que han tenido vidas maravillosas y completas en todo lo bueno que nos dieron. [...] Convertir la tristeza en una inspiración para que nos ayuden. Es lo que hubieran querido. Que vivamos bien es bueno para ellos, para su recuerdo." 
La venganza del silencio, Alonso Cueto. 

Estuve revisando un correo que solía tener como por pretexto. Encontré como es sospechable una lista considerable de mensajes por leer, empecé con el filtro de avisos de cuentas actualizadas que ni siquiera uso. Luego, los forwards con noticias para abrir nuevas cuentas que ni siquiera usaré. Y luego mensajes directos, como es sospechable ya para ese momento quedaban unos cuantos mensajes. El primer mensaje me invitaba a un curso de análisis transaccional que me interesó mucho. El segundo mensaje llevaba por título Para Lucía, me pareció extraño recibir un mensaje con ese título así que lo leí para cerciorarme que estaba dirigido para mi, era un mensaje que contenía muchas emociones encontradas, me hablaba sobre la vida de una amiga de la escribiente, de Lucía. Alguien quien en medio de las descripciones que daba el texto pude reconocer quien era y de cómo la había conocido, de una manera singular.

Lucía, mujer pequeña de estatura pero grande en carácter y amistad, de rasgos orientales, con el mensaje me enteré que tenía ascendencia japonesa. Con una sonrisa amplia en su rostro que contagiaba, ella era una mujer fuerte, de convicciones claras frente a la vida, el respaldo profesional como terapeuta le permitía tener recursos muy valiosos y prácticos aplicables a la vida para una toma de decisiones efectiva. Recuerdo que por esa fecha estábamos mi primo (que también estudia psicología) y yo buscando una ponente para unos talleres que pensábamos promover para los estudiantes de años recientes de nuestra carrera. Una profesora, muy apreciada por la didáctica que utilizaba para enseñarnos el curso relacionado a Psicoterapia, nos aconsejó visitar el grupo de profesionales psicoterapeutas en el que pertenecía Lucía y sus amigas. Fuimos a visitarlas con un poco de miedo, lo admito, temíamos que no pudiéramos causar la impresión adecuada para que accedieran ser parte de nuestro proyecto. Llegamos con media hora de anticipación y con los puños apretados para liberar nuestra tensión. Después de una espera de cinco o diez minutos la puerta de su consultorio se abrió y nos avisaron que podríamos entrar, del recinto salió una madre con sus dos hijos, despidiéndose agradecida. Encontramos a Lucía y a su amiga Ángela, nos saludaron muy amablemente y nuestro nerviosismo se noto en nuestros pasos y rostro. Ellas sonrieron y nos preguntaron el motivo de nuestra visita. Entre palabras y frases entrecortadas les comentamos sobre nuestros planes de dictar talleres de formación en destrezas terapeúticas para nuestros compañeros y ellas sonrieron y conversaron en clave, como enseñándonos un poco sobre la teoría que ellas utilizaban para su trabajo como docentes en algunas universidades cercanas. Comprendí entonces que el rol que iban a cumplir estaba familiarizado con su labor secundaria de docentes y ellas no dejaban de sonreir, intente poner cara de que si les entendía y ellas hablaron un poco más sobre la teoría que en esta oportunidad no pude decifrar, sólo asentí con la cabeza esperando caer bien. El ambiente se sentía agradable, el escritorio, los sillones, la alfombra, los floreros, todo encajaba como si hubieran utilizado feng shui, sabía que era mi imaginación y la impresión de estar conversando con profesionales en el área que me hacía ver las cosas como extraordinarias. La autovigilancia se incrementaba cada vez que decía algo sabía que ellas tenían un posgrado en comunicación no verbal así que debían sospechar que estaba ocurriendo en ese momento conmigo. Lo mismo con mi primo. La reunión culmino quince minutos después de haber ingresado al recinto, y con las frases y acuerdos necesarios como si sólo estuviéramos recordándonos cuál era la función de cada cual. La cita había sido acordada para dos semanas después de ese día. No pensábamos fallar.

Para esas dos semanas después, todo estaba dispuesto en nuestro lugar de reuniones con nuestros compañeros de años recientes. Yo en mi mente repasaba lo que tenía que hacer cuando llegue al centro de reunión para recogerla y guiarla en la hora y media de viaje hasta la universidad. Llegué al lugar con un cuarto de hora de anticipación. Ella como si sospechara que yo estaba llegando, se mantenía en su oficina esperando que la secretaria le comunique que yo ya había llegado. Así ocurrió, salió a los dos minutos y me dijo "llegaste temprano" con una sonrisa que convertía sus ojos en dos lineas muy agradables de imitar. "Si, el carro vino rápido" le respondí mas confiado, como si fuéramos amigos. Luego tomamos la combi que nos llevaría a un viaje de hora y media de conversación agradable, como si se adaptara a mi lenguaje semidepurado y me invitara a sentarme en un sillón imaginario a conversar sobre cómo me fue en la semana. Me sorprendí sobre lo que me comentaba de su encuentro con los grandes exponentes internacionales de Análisis Transaccional... mi quijada se encontraba por los suelos (en mi imaginación claro está, pues en la realidad trataba de mantener la cordura) y sólo intentaba ordenar la información rápidamente para no perderme ni un sólo detalle, pero explicó tan fácil aquella teoría que supuse que Eric Berne si había cumplido su objetivo de "hacer una teoría que la pueda entender hasta un niño". Yo lo entendí, me sentí feliz como un niño. Su sonrisa inacabable lo confirmó. Llegamos a la universidad después un largo viaje en el que hablamos sobre el proyecto que teníamos planeado mi primo, mis compañeros de salón y yo. Sobre el área en la que planeaba especializarme. Sobre una anécdota más sobre su encuentro internacional. Sobre los detalles últimos para su exposición. Llegamos a la puerta y me sentí un guardaespalda, venimos para el "taller de psicología" dije con voz fuerte como para asegurarme que lo escuche, el       personal de seguridad me dejó entrar y ella me comentó una frase que me hizo pensar mucho sobre el comportamiento humano. Luego llegamos y la presente a mis compañeros de salón y a mi primo que ya la conocía y le saludó con la misma confianza con la que yo le había saludado hora y media de viaje atrás.

Luego de la exposición, conversamos un poco sobre qué le había parecido la experiencia de estar en nuestra universidad, ella me dijo que le gustó mucho. Luego nos despedimos. Ella nos dijo que les contaría a sus amigas sobre lo que había pasado y nosotros le dijimos que le visitaríamos. Fue la última vez que la vi. El mensaje que leí en ese correo comunicaba que el cáncer se había presentado súbitamente y de la misma forma había acabado con su salud, mas no con su alegría contagiante, sus lecciones de vida dichas en pequeñas frases que se referían algo sobre el comportamiento humano. Sólo puedo pensar en que ella fue muy feliz porque iluminó muchas vidas. Me ayudó a redefinir algunos objetivos en una conversación de hora y media de viaje. 

Gracias y buen viaje. Lucía.
zach.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hi, new to the site, thanks.

890.zach.604 dijo...

Hope you to enjoy and debate after reading my posts :D.