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26.10.10

Pendientes

Una ducha fría llega a tiempo, cuando las cosas estuvieron sobrecargadas en el día. Y escribo "cosas" porque ya me liberé de ellas así que forman un recuerdo difuso en este momento de esparcimiento mental y de tranquilidad después del intercambio de información abundante e involuntaria con la combi en el viaje de regreso a casa. Ahora, ya todo se ve diferente, continúo con una documento que debo presentar a la universidad y lo envío a mi asesora. Converso por chat con G y siento que nuestra conversación no se iguala al echo de estar frente a frente y tocarnos, saber que uno esta cerca y sonreír comunicando mucho más que felicidad a través de nuestra mirada. El viaje se acerca y todavía quedan algunas cosas pendientes en el quehacer semanal. Felizmente el trabajo se ha puesto más rutinario y no tan exigente por estas semanas y no produce mayor estrés que el acostumbrado, claro el único estrés nocivo que percibo es el viaje en combi.

Me encanta recordar las gotas de agua próximas, verlas escapar de su escondite y arrebantárse, incrementando su aceleración y estrellárse sobre mis hombros dividirse en gotas más minúsculas y desaparecer en la multitud. Me gusta pensar en el futuro, recuerdo cuando solía pensar en el pasado, en lo próximo, en lo que se viene después de que todo haya acabado. La respuesta indiferente a mis reacciones es: continuar, entonces nada hubiera acabado. Pero considero que si. Se acaba la universidad, aunque continuará si pretendo estudiar alguna especialidad o posgrado. Se acaban las tareas, pero continuarán si me mantengo en el trabajo o si consigo otro y si no consigo será la tarea de buscar uno. Se acaban los privilegios de estar en etapa formativa y asumir nuevos roles se avizoran muy cerca, a unos meses. Incluso se avizora también la independencia y es tanto emocionante como preocupante, pero es el ritmo de la vida y hay que respetar sus sincopas tal y como se presenten. Poco a poco asimilarlos. Espero...

25.10.10

Expectativas


Tengo sueños recurrentes de que estoy de viaje. No creo que sea la consecuencia de mis constantes ires y venires del trabajo a casa. Mas bien de las ansias que experimento del sólo hecho de pensar que voy a viajar a la ciudad donde nací. Lo comento con G y ella también espera conocer aquel lugar que me acompaño el primer año de vida y algunas temporadas de vacaciones en la diversidad de las historias que guardo en mi memoria como momentos de libertad en las alturas. Se encuentra a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y envuelve en sí misma un aura de sol y frío que me tranquiliza saber que volveré a experimentar. Cuando le cuento a G aquellas historias personales de mis travesuras en aquella ciudad ella revive también algunas historias que vivió mientas vivía en su ciudad natal. Tal vez por eso nos parezcamos tanto y a la vez tengamos algunas individualidades singulares, eso alimenta nuestra relación como aliciente para momentos en los cuales no queremos callar.

Recuerdo la primera vez que me interesó observar una hoja de eucalipto, con el alma de libertad en su aroma. Sentía que era todo un descubrimiento importante, un descubrimiento personal y del universo que me rodeaba. Luego observar lo transparente de las aguas del puquio, y entender porqué los árboles bailan antes de la lluvia cuando son llevados por los vientos que la anuncian. El sonido del agua corriendo desde lo alto del cerro a través de riachuelos. O el rebuznar de un asno a unas cuadras de donde nos encontramos. Son detalles que me hacen saber dónde me encuentro y que me otorgan un sentido de descanso, de pausa de todo cuanto me estresa en el trabajo. En suma sería mejor compartirlo con G. Es seguro que pronto ocurrirá. En los sueños me imagino caminando sobre sendas empedradas y crujientes en cada pisada, el sol radiante de fondo o a lo mejor la lluvia suave que invita a quedarse debajo de un techo para ver su danza de tiempos rápidos y bien marcados en el camino, sobre las paredes de quincha, sobre las tejas, sobre los sembríos de caña de azúcar, papa y quinua y sus acompañantes al lado del camino, el maguey y los eucaliptos mirando desde arriba.


Pronto en la ciudad también se presentan otros espectáculos. El cielo despejadísimo y oscuro con algunos pinchazos de luz que dan las estrellas y la sonrisa nítida de la luna liderando la noche. Caminar por el parque donde se encuentra la catedral o tal vez ir a visitar un lugar donde vendan artesanías. Visitar algún lugar turístico o simplemente quedarse en casa acurrucado, abrigado y pensando en escribir con una taza de leche al lado, sobre el buró.


Respirar profundo y saber que el viento está helado, sentir que ingresa por su nariz, continúa en la garganta y cambia de temperatura ya en el interior de la tráquea hasta los pulmones. Sentir que tu piel cambia de estado por el frío o aferrarse cada vez más para no perder el calor tan fácilmente. Luego pensar en visitar el punto más alto de la ciudad y observar las construcciones de todo tipo, desde rudimentales, de quincha y reforzadas con concreto, o de material noble o reliquias desde la época de la conquista. Es como estar volando, es como vivir cerca al cielo. Pronto será momento de despertar y darse cuenta que aún no estoy allá. Pronto estaremos allá ;).

Cuando algo falta

Hay algunas oportunidades en las que el encuentro con el pasado se describe como una suave tela que te envuelve y luego te deja una sensación de que algo falta. Tal vez el vacío se manifieste en la garganta, tal vez en la espalda, al vez en las plantas de los pies. Sea donde fuere esa sensación te impide sentirte cómodo y sólo esperas alguna oportunidad para encontrarte nuevamente con el pasado y hacerle frente, o en el peor de los casos lo olvidas y te acostumbras a aquella incomodidad, que pronto deja de ser inconfortable. En muchas oportunidades, el pasado tampoco viene a nuestro encuentro tal y como lo esperamos. Viene envuelto en paquetes de regalo, o nos espera en lugares infrecuentes, más aun nos podrían encontrar en personas que conocemos recién, y también en algunas historias que escuchamos de alguien. Es así como no nos podemos anticipar a esto, es así como debemos aprender a reconocer cómo nos encontramos anímica y psicológicamente para afrontar este encuentro inesperado con algo que ya fue escrito por nosotros mismos sin la intención que sus consecuencias nos alcancen.

Me encontré con ella por internet. Me preguntó si podía llamarme, como solía hacerlo hace mucho. Accedí. Me pareció gracioso, saber que era la primera vez que esperaba su llamada y sabía que iba a durar mucho, pues solía ser también así. Pero ahora las cosas habían cambiado tanto. Ella se había casado y ya tenía su bebé, una linda bebé que crecía rápidamente y que sólo la conocí cuando estaba aún formación, aunque desde ya era un poco inquieta. Por mi parte, aún estoy terminando mi carrera, tengo una relación que me impulsa a esfrozarme cada día más y cumplir tanto como sus objetivos los míos también y todavía no pienso tener hijos, el futuro se presenta como un papel en blanco pero hay algunas que cosas que ya estoy seguro haré por allá. Escribir y abrazar, es suficiente saber esto para mi curiosidad.


Me contó muchas cosas que desconocía desde su viaje a donde reside actualmente. Los problemas que tiene que enfrentar alguien foráneo en un lugar donde todos están con la vida escapándose a la vuelta de la esquina, tuvo que aprender muchas lecciones apresuradamente y asumir roles que en el tiempo que la conocí no pensaría a desarrollarlos tan rápido. Por acá las actividades se delimitan a viajar en carro durante algunas horas con la certeza que todo estará tal y como quedó en el momento que partiste. Fue muy agradable saber que ella ya está más estable después de todo y que está disfrutando de la alegría de criar una bebé en la cual forjar un futuro con mayores espectativas.


Al ponernos al día sobre nuestras vidas comprendí que ella necesitaba ser escuchada sobre algunos problemas que le aquejaban y que naturalmente no podían ser controlados sólo con actitud pues involucraba parte de su familia. Supe que las decisiones que se tomarían serían cruciales para su bienestar emocional y pensé en que podría mejorar su actitud siempre y cuando esperara en que el desenlace sería positivo. Sólo escuché y le di mi opinión, no podía hacer más. Aunque me hubiera gustado influir sabía que no debía. Eran sus decisiones las que le debían ayudar, no mis intenciones. Creo que lo mismo me correspondería a mi hacer si en todo caso avisorara algún problema próximo. Tal vez sea momento de una introspección.

23.10.10

La galleta Óreo con crema


En el camino a casa podemos sonreír y contarnos historias. Mi mano sobre su hombro se aferraba y de vez en cuando mis dedos marcaban el tiempo a alguna canción en el ambiente. Estamos en un lugar frío y hemos aprendido a mantenernos refugiados envueltos cada quien en sus abrigos y mantener el calor con las manos en los bolsillos o con guantes. Llegamos a la puerta de nuestro hogar y sabemos que el refugio pronto nos acogerá con sus luces tenues y las luces de las ventanas en los edificios como un cielo artificial mostrando sus estrellas. Recostarnos en el sofá y ver algo en la televisión o a lo mejor, tomar una bebida caliente compartiendo los desenlaces de las historias que empezamos contar cuando nos encontramos para ir camino a casa. Desde hace muchos solemos hacer esto, contarnos historias. En algunos  casos son historias muy nuestras, incluso perspectivas de cómo interpretamos alguna situación que vivimos juntos, otras historias nos nos perteneces pero las compartimos para saber cómo reaccionaríamos respecto si en todo caso nos corresponde vivir o afrontar. Hubo un tiempo en que compartíamos nuestras historias en muchos lugares donde nos encontrábamos, tal vez en la universidad, tal vez de paseo. Pero ahora nuestras actividades nos reducen a compartir este momento como un regalo en medio de nuestras tardes de la semana.

Recuerdo cuando solíamos compartir los últimos meses en la universidad, cuando esperábamos con muchas ansias el viaje de promoción y cuando intentábamos compartir tiempo de sonrisas mientras repasábamos para los exámenes o cuando veíamos alguna película. Sabemos que dedicamos mucho tiempo a conocernos y que nuestra relación ha fortalecido el vínculo de amistad, comprensión y respeto que mantenemos. Por eso creo que entendemos, ahora que ha pasado tanto tiempo juntos, que podemos seguir compartiendo historias y con mayor razón experiencias nuevas que nos impartan alegría y satisfacción.

20.10.10

Decisiones apresuradas

Me encontré frente la multitud, la mayoría de morado y no sabía a dónde dirigirme. Tenía que encontrarme en máximo dos horas con G y el tiempo parecía no ser suficiente para el viaje que me esperaba si continuaba viendo a la multitud caminar como tambaleándose con la imagen a cuestas del Señor de los MIlagros. Concluí que si no podía tomar alguna combi por el Paseo Colón tendría que tomar alguna otra ruta alterna. El tiempo me ganaba y mi prisa por encontrarme con G, se acrecentaba. Decidí entonces tomar el metro. Aquel paradero subterráneo donde me había encontrado varias veces con G me daba un ambiente familiar, muy conocido. Decidí llegar cuanto antes para tomar la ruta hacia la Av. Javier Prado. Al caminar me vi envuelto en la multidtud de morado, involucrado en el caminar cavilante y meditabundo de los transeúntes devotos al Cristo de Pachacamilla, que no es sino otro nombre que le otorgan. A mi alrededor flanqueado por policias que observaban por la conducción de la multitud, madres de familia con alguna prenda morada, padres de familia con sus hijos menores en hombros, parejas enamoradas observando la imagen y el humo del incienso que se elevaba como una columna etérea. Intentaba camianr lo más rápido posible mas no era suficiente, pues el ritmo era el mismo. Me escabullí poco a poco para llegar al Parque de los Museos donde me encontré con un Mercado improvisado de ambulantes que ofrecían todo tipo de productos, desde chocolates hasta un baile de un mono maquizapa que vestía un tutú. En pocos minutos logré ingresar al subterráneo y me sentía salvo de que el tiempo otra vez estaba a mi favor.

Ya en el bus pensaba en mi recorrido una vez que llegue al paradero. Tomar una combi hasta el Jockey Plaza y luego de ahí hasta el Puente de Santa Anita donde tomaría otro carro que me llevaría casa en una hora por lo mucho, el viaje en síntesis estaba programado en dos horas y no tendría necesidad de presionar al chofer para que conduzca más rápido ni preocuparme por el flujo del tráfico. Llegué a la parada del autobús y subí las escalera para estar en la pista que me llevaría a la siguiente escala, hice un paseo por puentes peatonales de unas dos cuadrs y media y me encontré en un corredor escoltado por edificios que ostentaban una arquitectura modesta y moderna. Tomé la combi que me llevaría al Jockey Plaza. En aquella combi estaba un personaje de un metro de estatura que vendía chocolates y animaba a los pasajeros a conseguir algún asiento vacío sólo por el hecho de haber subido al vehículo, naturalmente todos los asientos estaban ocupados. Me aferré al pasamanos y al echar un vistazo a los viajantes me percate que había una jovencita muy parecida a Marcia que estaba hablando por teléfono, pensé en saludarle pero me percaté que no era ella. Sólo recordé que Marcia ya estaría a muchos kilómetros de acá. Estaba por llegar al paradero del Jokey Plaza pero decidí bajar antes. No sé por qué, tal vez más tarde le asignaría una explicación.

Al bajar en el Trébol de Javier Prado me vi envuelto en un subir y bajar por rampas en espiral que sin lugar a dudas me llevaría a donde planeaba pero después de un pequeño tour por los jardines que le rodean. En uno de esos subeybajas me encontré con una señora, ya de edad adulta que buscaba un paradero que le llevaría a la Av. Elmer Faucett. le recomendé ir por una rampa y que tomará un linea de carros. ella accedió y me agradeció. Tal vez por eso tuve la necesidad de bajar antes, pensé. Me percat{e que la luna me observab tras un velo de niebla, continué en mi camino. Una vez que llegué al paradero planeado, a la altura del Jockey Plaza, subí a un bus inmenso que albergaba a parte de los pasajeros a dos personas muy particulares y que poco esperaba encontrar.

El varón llevaba en su mano una zampoña que tocaba cuando no cantaba, y la dama cargaba graciosamente una mandolina que tocaba diestramente mientras hacía equilibrio para que el movimiento del carro no le haga caer. Cantaban alguna canción que escuché de pequeño en un restaurante campestre y que recordé unos segundos después de haber escuchado el ritmo y la melodía. Mientras las luces de los edificios y casas pasaban rápidamente por la ventana, yo trataba de adelantarme a la letra de la canción. Simplemente, sonreí y luego me apresuré a bajar a mi destino parcial. Ya estaba a una hora de viaje y mientras tanto recién habían pasado treinta minutos. Era tiempo de enfrentarme al movimiento del Puente de Santa Anita.

Ya en el paradero consentí en caminar en medio del tumulto que se forma en el puente, poco a poco sin intentar pisar en falso avance hasta llegar al camino de la ruta inferior del puente. Caminé una cuadra a lo mucho y encontré la movilidad que me llevaría a casa. Sospeché que no tardaría mucho y felizmente así fue. Luego de una hora de viaje y ya estando en mi casa descansando de todo el trajín del día recordé que doce horas antes me había despedido de G en el subterráneo del metro, ahora nos encontraríamos sonriendo y compartiendo gratos momentos. Incluso esta historia.

16.10.10

Historia de un convicto

Nací lejos de la ciudad. Desde pequeño me dijeron que mi misión en la vida era dar alegría a los humanos, me convencieron que mientras crecía iba respirando más "dióxido de carbono" y exhalando "oxigeno" para que los humanos lo puedan respirar y seguir sonriendo. Me sentía encaminado y con muchas ganas de salir adelante ayudando a los humanos a llevar una vida mejor. Aunque en algunos paseos que daba por la granja, mis ánimos se perdían pues me daba cuenta que algunos mayores de mi especie tenían sus hojas mas oscuras que las mías y suponían que su destino iba a ser que los llevaran a la cabaña. Aquel lugar de donde nadie de nosotros regresaba. Los veía tristes y melancólicos, otros enojados. Y me prometí nunca ser como ellos

Después de muchos años la promesa no la cumplí pues eran tantos años que había pasado viviendo en la granja que no sabía mucho sobre la felicidad de los humanos ni de mis sueños de darles alegría. Mis hojas se oscurecieron y me llevaron a la cabaña. Ahí sufrí mucho. Es un lugar horrible donde te quitan las raices y te ponen a secar tus hojas. Hubieron muchos días soleados y muchas noches frías que lastimaron mis hojas y me puse marrón, demacrado y amargado.

Después de haberme secado, me hicieron trizas y me envolvieron en papel, uno de los humanos que me envolvió dijo: Ahora tal vez puedas alegrar a alguien.


No podía dar crédito a lo que había escuchado. ¿Sería verdad? Finalmente después de tanto sufrir iba a cumplir mi misión. Tenía que estar preparado para cualquier cosa. Unos amigos vinieron conmigo y aunque incómodo nuestro viaje duro un día, luego nos pusieron en la vitrina de una tienda. Desde ahí podíamos ver a muchos humanos caminando y observándonos. Poco a poco nos fueron llevando, día tras día íbamos quedando menos. No sabíamos qué sería de nosotros. Algunos iban felices, pues aquel hombre que los llevaba parecía famoso, otros un poco tristes pues venían  jóvenes, incluso algunas veces adolescentes que aún no mudaban su rostro de niños.

El día se acercaba. Ya estaba pronto a ser llevado por un humano y al fín mi propósito se cumpliría. Mientras tanto mis compañeros de lugar se preguntaban al igual que yo cuando llegaría su momento de ser recogidos.

El 31 de mayo fue un día soleado. En ese día un hombre delgado, con la voz ronca y aguda casi inaudible, llegó a la tienda veloz, y le dijo algo al que atendía, estaba muy apurado pues puso el dinero en la mesa y ni bien el señor que atendía tocó mi espalda el señor apurado le quitó de las manos y me llevó afuera de la tienda casi corriendo. Miró a todos lados y caminó hacia un callejón a la vuelta de la esquina. El momento parecía el indicado para darle felicidad, el sujeto parecía delgado y ojeroso, además de que tenía un color amarillento.


Me extrajo de la caja donde estaba, me sentí libre. Me cogió en sus dedos largos. Y prendió con fuego un extremo de mi . Sentía que ardía, era un dolor muy intenso e insoportable. Era imposible que ese sujeto me estuviera quemando a propósito, yo no le había causado ningún daño. A pesar de mi dolor mientras me iba quemando, observé una extraña tranquilidad en el sujeto. Me tenía entre sus dedos largos de los cuales sobresalían unas venas negrísimas. Mi cuerpo se fue desvaneciendo con mis cenizas. Sentía que me iba descomponiendo en muchas partes, por un lado me hacía humo, por el otro sentía que me absorbían a un conducto oscuro frío. 


Una parte de mí, la que se estaba haciendo humo, ingresaba por las fosas nasales del sujeto y era transportado hacia su cerebro, ahí los restos de mi iban afectando sus neuronas, algunas estaban acostumbrada a recibir restos de plantas quemadas como yo. Algunos rastros parecían a los de mis amigos que compartieron conmigo la vitrina de aquella tienda. Por otro lado era trasportado al interior del cuerpo del individuo. Algunas cavidades parecidas a un conducto frío donde entraba y salía un viento potente, llegué rápidamente a la traquea, ahí vi más claramente el daño que le habían causado mis compañeros de vitrina en aquel ser humano, las paredes de aquel lugar estaban rasgadas, dañadas, al límite de lo que podía soportar, comprendí porqué su voz era ronca, ligera y aguda, casi inaudible. Seguí siendo transportado y me encontré con unos señores que se llamaban “alveolos”. Me vieron con tristeza, como si se tratara de un enemigo. Les pregunté que pasaba, ellos me dijeron que hace mucho tiempo el sujeto se había olvidado de ellos. Que yo no debería estar ahí sino otro señor llamado “oxigeno”, porque una vez que hacían el cambio con “dioxido de carbono” ellos estarían purificando el cuerpo humano. Pero conmigo eso no iba a poder ser así porque mi composición era otra y no servía para el ser humano.


Fueron sinceros, pero el hecho de que no reconozcan mi trabajo me molestó mucho. Cómo era posible que el sujeto me ingiriera sabiendo que yo no servía para su cuerpo. Incluso que le estaba haciendo daño. Me parecía muy irresponsable, empezando por aquellas personas que me dejaron al sol durante semanas para que mis hojas perdieran color, el señor que nos llevó de viaje, aquel otro que nos tenía en la vitrina y por último el sujeto que me quemó con fuego y me ingirió sabiendo que todo lo que yo era no le daría felicidad sólo una ilusión de tranquilidad que produce la “nicotina” al llegar a su cerebro pero que en sus pulmones y en la sangre estaría destruyendo sus tejidos y la función de su cuerpo. Se estaba simplemente matando. 

Me enojé y me introduje en su torrente sanguíneo y luego al llegar a su corazón ahogué las pocas células de oxígeno que quedaban. Me encontré, saliendo de nuevo hacia la traquea esta vez por otro lado, con “cancer”, que estaba ahí hace mucho tiempo pero que el sujeto no se había dado cuenta.


Se veía horrible, era una masa deforme que se enquistaba en los tejidos y destruía todo a su paso, me dijo que se uniera al equipo. Que ya faltaba poco. ¿Faltaba poco? ¿Para qué?. Ya verás - contestó.

Me uní a aquella masa deforme y poco a poco sentí que el sujeto sentía que todo se nublaba y caía al piso por un súbito dolor de cabeza. “Cancer” en su extensión se iba riendo, como lo hacen los villanos en las películas. Todas sus ramificaciones se llenaron de risas maléficas. Poco a poco la vida del sujeto se fue desvaneciendo tanto como el humo que inhalaba cuando me convertía en cenizas.

Y todo acabó. Con sólo una (última) vez más.

***

Por cada 15 cigarrillos fumados se produce una mutación en el código genético del tejido pulmonar, la principal causa de formación de cáancer de pulmón. ¿Qué esperas para dejar de fumar?

Colores

Me agrada la iluminación de este lugar
Cuando me abrazas y podemos hablar
Te miro a los ojos y sonreímos
Aquel color particular del que nos teñimos
Rojo, tal vez
Azul, a lo mejor
Amarillo, con música
O quizás Blanco, en secreto.


Podemos ser cómplices
Decir lo que pensamos
Comprender lo encubierto
Saber que estamos serios
O bromeando...
Simplemente conocernos
En la teoría de nuestra relación
Y en la práctica de nuestro amor.


Reconocer que queremos estar solos,
Acompañados o en una multitud
Y a la vez, juntos
Sin dejar de ser nosotros
Sin olvidar que somos tu y yo
Romper las barreras del tiempo, 
Del espacio y saber que
Nuestro  sueño, es real
A través de una luz
Que nos hace ver nuestros colores.

11.10.10

In Quietudes

Cargando un paquete en una bolsa de papel marrón paramos el taxi que nos llevaría al colegio. El taxista tenía una apariencia peculiar y naturalmente no la me percaté de aquello hasta que se puso  a conversar con un compañero de trabajo que iba en el asiento de adelante. Me pareció que tenía muchas ganas de hablar y a la vez en muchas oportunidades imponía lo que pensaba y en otras me causaba mucha suspicacia su actuar. Empezó hablando de política, mencionando sus aportaciones al fondo Nacional de Vivienda y sus múltiples conjeturas respecto a cómo estuvo la política en Perú desde un poco antes de la década de los ochentas, a ser exactos durante y después del gobierno de Belaunde. Hizo una pausa a su discurso de conocimientos políticos y se concentró en el camino hacia aquel colegio en el centro de Lima, observamos con curiosidad un anciano con delirios de policía de tránsito que dirigía el tráfico en una calle con semáforo. ¡Avance! - gritaba - ¡Avance! - otra vez. Observé con gracia el silbato que colgaba en su cuello. Luego de unos segundos, el taxista empezó a cantar alguna canción de hace mucho tiempo. Hoy para mi es un día especial, hoy saldré por la noche... No lo podía creer ¿estaríamos a salvo en aquel vehículo? Seguro que sí... en realidad muy poco seguro. Luego de su interpretación intempestiva hizo un comentario sobre el gobernante actual y su primer gobierno y luego continuó hablando su discurso político, tal vez versado, tal vez contrariado, tal vez desinformado, tal vez por necesidad de hablar. Y llegamos.

La actividad que fuimos a realizar a aquel colegio se llevó sin accidentes, de no ser por mi inquietud al hablar y atropellar algunas palabras en el camino. Observé los autobuses morados que tenían su paradero en el parque afuera en la calle. Octubre, el mes morado, todo por el centro se torna en morado, las paredes, las ropas, los anuncios... y cada fin de semana el Cristo de Pachacamilla dirige la procesión multitudinaria. Terminamos nuestra visita al colegio y regresamos al centro de labores a continuar con las tareas que dejamos pendientes.

***
Al salir del trabajo, mis piernas no escatimaron esfuerzos para llegar pronto a la estación del metro, donde me iba a encontrar con G, pero antes hice una escala en una librería donde busqué un libro cuya publicación fue reciente. Santiago, su autor parece ser un gran novelista, vive en España si mal no me equivoco y me causa gran curiosidad observar sus imágenes narrativas. Bueno, llegué a la estación del metro y supuse esperarle en un centro de comida, donde me serví un pie de manzana y una bebida caliente. Aproveché para leer las últimas páginas a un libro de Alonso, Sueños Reales. Al terminar concluí que quería seguir leyendo pero ya estaba por llegar G y tenía que peinarme, por lo menos.

Nos encontramos en un abrazo infinito que duro medio minuto y caminamos a la zona de comida, me propuso comer algo, le comenté de mi reciente merienda, aún así compartió conmigo y sonreí con mis ojos, mientras comíamos le contaba algo acerca de lo que había leído en la mañana sobre las noticias de actualidad, me escuchaba y sentí que podía continuar hablando del tema, una vez terminada su merienda decidimos regresar a Chaclacayo y tomar un vehículo que nos llevaría pronto de regreso. Conversamos durante el viaje, esta vez estaba autovigilado en no atropellar mis palabras y ya me equivoqué menos, conversamos como siempre: sin necesidad de disfrazar las palabras, intentado ser sinceros y comunicar cuanto sea posible lo que nos pasó y cómo interpretamos aquella interacción. Compartimos lo que nos pasó en el día y entre risas y comentarios nos decíamos frases de aprecio. Luego llegamos a nuestro destino y la despedida fue larga y los detalles me los reservo. Llego a mi casa y a este escritorio, me encuentro con las palabras y el recuerdo de un día agradable, de mensajes en el celular que hacen sonreír al revisarlos y de noticias nuevas de cómo les fue a mis familiares durante el día. Echo un vistazo por la ventana, encuentro la luna en cuarto creciente tanto como ayer, tanto como lo estará mañana. Espero mañana tener la misma curiosidad por el mundo y las cosas que él hacemos, lo decidiré pronto, quizás en un sueño.

10.10.10

Hipocampo

El camino de arena me llevó a las orillas de un mar celeste hasta en sus extremos, las olas se elevaban muy altas y el sol de fondo me podría regalar la vista de un cardúmen a trasluz. Las filas de peces yendo de izquierda a derecha parecía tener un orden en ese cúmulo de suaves lineas de escamas brillantes y alineadas. Las olas ya debilitadas en la orilla sólo alcanzan a convencerme que mi orientación no es tan buena una vez que intentan arrastrarme para ingresar al mar. Las huellas de pisadas que dejo atrás se dispersan con un nuevo venir de las suaves olas frías. Observo los trozos de minerales singulares que componen la arena y me pregunto cómo pudieron llegar a ser tan pequeños y reunirse todos en este lugar. Continúo caminando mientras el sol se esconde en el horizonte y su brillo viene con la brisa marina y el susurro del caer de las olas. Es un momento de paz que se abre paso desde fondo del mar y canta para que el universo se entere que todavía hay esperanza para los humanos.

Al caminar encuentro algunas cubiertas de erizos de mar quebradas, las plumas de las gaviotas en la parte seca cercana a la orilla y algunos hoyos de crustáceos rojizos que solemos llamarles "carreteros", que salen apurados corriendo de lado con las tenazas a los costados del cuerpo acorazado y sus pequeños ojos como perlas en el centro éste. Me acerco a los hoyos y sonrío porque observo unas tenazas esconderse raudamente en uno de ellos. Doy pasos atrás y regreso en el camino recorrido.

El recuerdo del mar me trae a la memoria muchos lugares parecidos del litoral peruano que he visitado: Punta Sal, Pimentel, Huanchaco, Ancón, las playas de Lima, Cerro Azul, Puerto Viejo, Punta Ñave, Salinas, León Dormido, El Silencio, entre otras que me gustaron por el impacto de sus olas al mostrarse indomables por los avezados jóvenes que retaban al mar, tal vez por la tranquilidad de sus olas o por la claridad de sus aguas. Además recuerdo mucho la primera vez que me encontré con un hipocampo.

Fue hace unos años, estaba en el muelle de Pimentel intentando no pisar en falso algún supuesto soporte de aquel edificio. Miraba a los pescadores preparar sus barcas para ir a altamar, algunos preferían la pesca ornamental con azuelo y carnada. A través de las tablas de soporte observé las bases del puerto que estaban recubiertas de óxido tal vez, obtenido por la sal marina. Al salir del puerto encontré algunos jóvenes que vendían unos llaveros peculiares, eran hipocampos disecados, me impresionó tanto, no sólo porque era la primera vez que veía un hipocampo sino por el uso que le daban una vez pescado. Además, le otorgué un valor de simpatía debido a que es uno de los peces más singulares de la vasta población de especies marinas. Me fui sin poder hacer nada, tal vez porque aún no entendía la complejidad del problema sino hasta hace que indagando me enteré que la valorización de esta especie es muy grande en nuestro país dado que está en peligro de extinguirse por la pesca ilegal e indiscriminada. Espero que podamos pasar la voz y denunciar si en todo caso tenemos la dicha de vivir cerca al mar. 

¡Ah! por cierto escribir sobre el hipocampo también me interesó debido a que en nuestro cerebro existe una estructura que tiene el mismo nombre. Pertenece al sistema límbico y comparte funciones con otras estructuras cerebrales de memoria y orientación espacial. Al parecer es una coincidencia que el movimiento de los hipocampos sea particular y único, por ende su orientación. Creo que si tienes la oportunidad de ver alguno, tampoco lo olvidarás. Disfruta de las maravillas que ofrece la naturaleza, nos vemos pronto.

6.10.10

Significado

Hay frases que no quiero hablar, entonces las escribo. Hay ideas que no puedo escribir, entonces las dibujo. Detrás de todo esto hay intenciones de catarsis, entonces sólo soy emocional.

Hay circunstancias que solemos calificar de agradables, apreciables e inclusive útiles para un mejor mejor estilo de vida en la salud mental. En muchos momentos, las historias te encuentran como si doblando la esquina una esté calculando en chocarse contigo, algunas veces hay que buscarlas. Hoy me encontraron y aprendí mucho.


En muchas oportunidades me dificulta separar mis actividades regulares de las historias que imagino, a veces tengo dificultades para entenderme y para entender a los demás sólo intento seguir su curso de pensamiento, la mayoría de veces me funciona, no puedo con mi curso de pensamiento. Aprendí desde pequeño a buscar un punto de acuerdo y conciliación si se presentaba algún problema, pero no aprendí a conciliar las luchas internas, interrogantes ajenas a la interacción de dos creencias sino la contradicción de dos ideas confluyendo en un solo bagaje cultural, algo complicado y algunas veces inconciliable. Felizmente aún puedo lidiar conmigo.

Hoy, alguien a quien aprecio mucho y con quien comparto muchas actividades gratificantes me preguntó sobre el móvil para que escriba. Fue motivo para instrospectar, fue motivo para pensar en mis luchas internas. Lo pensé mucho, tal vez demasiado por mi hábito de poner mi pensamiento en stand by de un momento a otro. Encontré algunas razones por las cuales escribo y las contrasté con algunos autores que suelo leer. A veces escribo para generar un cambio en la sociedad, con motivos morales o de reclamo del uso del sentido común. Escribo también para imaginar historias plausibles en la realidad, nunca ocurrieron pero son posibles de ocurrir en cualquier momento, a veces sueño despierto mientras le pongo ambiente a aquellas historias. Escribo para contar historias de personas que conozco y a veces las cuento en primera persona para comprender un poco más sobre sus reacciones y creencias. Escribo para contar historias que me ocurren y que me enseñan, por ejemplo lo que ocurrió hoy y no detallaré solo por darme el gusto de reanimar mi memoria y sonreír luego.

Escuché alguna vez decir a alguien que cada día tenemos la oportunidad de aprender algo. sólo necesitamos ejercitar nuestra sensibilidad moral. Hoy mi lección fue: Sé sincero contigo mismo primero, luego con las personas que más quieres. Esto no deseo desaprenderlo. Aloha.

4.10.10

Motion

Mientras leo estas lineas empiezo a imaginar la personalidad del personaje que describe Alonso, tal vez una historia que lo precede, tal vez problemas no resueltos en la niñez, tal vez discusiones recientes. Intento entender cada palabra que leo y entiendo que las descripciones pueden ser exactas tanto como no. A raiz  de esto empiezo a divagar en mi pensamiento

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Me interesaría conocer las redes de nuestro pensamiento, aquel laberito de ideas que confluyen de vez en cuando por circunstancias quizás únicas en momentos en los que el tiempo y el espacio concurren aleatoriamente. Somos parte de un juego de variables, de intenciones, latencias y actitudes que según su intensidad varían el ambiente y sus formas. Es interesante ponerse a pensar en la multiplicidad de posibilidades que pueden acaercer en cada extremo y puntos intermedios del universo, es hasta cierto punto incontrolable e inabarcable. Me causa mucha impresión entender cómo funcionan los elementos que conviven con nosotros en este gran proceso de vida. Me interesa comprender cuál es nuestra función. Para qué se escriben nuestras historias en este planeta. Somos gregarios en contra de nuestra voluntad, aún así lo aceptamos y cumplimos la regla al pie de la letra. Somos seres con emociones, estas nos dirigen, nos impulsan, permiten que liberemos nuestras consternaciones oprimidas en nuestra memoria, canalizamos nuestras iras y felicidades gracias a las emociones, esto nos hace humanos. Somos racionales, o al menos tenemos la capacidad de serlo, es aquella parte de nosotros que algunas veces no llegamos a conocer puesto que no nos permitimos explorarla. La negamos y subordinamos a nuestros impulsos y se hace cada vez más pequeña e inmutable. A veces, decidimos usar nuestra razón y conseguimos algunas victorias, pero cuestan mucho y a veces se nos hace dificil creer que es posible vivir con la razón como parámetro de vida, tememos convertirnos en insensibles y aburridos, aunque no sea necesario catalogarlo así, una vez más erramos de emocionales.

Hace poco, en el trajín de los días me dediqué también a pensar en lo importante que sería movilizarnos periódicamente. "El cambio es la única cosa inmutable", dijo Shopenhauer y es una frase que podemos contrastarla día a día a nuestra experiencia. Conocí a un joven que se dedicaba a una actividad muy estresante y trabajaba más del tiempo adecuado, su voz estaba ronca de tanto gritar y pocas veces podía atender bien a las personas que requerían subir de buen humor al vehículo donde él y su amigo trabajaban. Las razones de su oficio no tengo por qué explicarlas ni tampoco las de sus iras que desquita con ajenos. Sus peleas suelen comenzar con un "te estoy pidiendo por favor" y terminar en una lisura, observando los puntos intermedios de denigraciòn y odio contenido entre frases como "malcriado", "cachudo" o "que vas a saber tú", algunas veces me quedaba observando la causal de ese comportamiento en algunos de sus colegas, pero pocas veces lograba comprender dónde residía esa causal. El me explicó "fácil, pe". " Si no consigo subir más puntas (personas), no consigo cheques (billetes)". Esa es la única forma que tienen de proceder, debido al entorno laboral y a las presiones del jefe. Qué pasaría si movilizara. Tal vez pueda tratar mejor a las personas, esto en sí mismo ya es un reto para su carácter. Una vez que movilizamos, creamos nuevas oportunidades al ambiente de generar otras respuestas, impulsamos nuevas actitudes, podemos controlarlo toda vez que nos controlemos. Eso es movilizar. Tal vez sea motivo para intentarlo ¿verdad?

1.10.10

No quiero explicarlo

Las luces aún se mantienen encendidas, siento que el universo no desea extinguirse aún. El viento sopla en mi oído y las nubes se superponen una a la otra en su simple danza de tiempo lento y sincopado. Mis brazos sólo se extienden hacia el horizone infinito y quiero llegar a alcanzar con mi vista el origen de aquel. "Muy pronto" es mi eco en el silencio.

Doy pasos que crujen en el suelo empedrado y considero que las sombras de los árboles me darán paz tanto como una sonrisa la da. Sus manos me abrazan. Lo sé. Aún no estamos juntos. También lo sé. Camino hacía un puerto, camino para embarcarme en un sinfin de avenuras, camino por donde otros caminaron y tropiezo también.

Las estrellan predicen el pasado que aún me sigue, me cuentan que el pasado todavía no ha acabado y los recuerdos son su manifestación en mi presente. Me intrigan, me convencen, me hacen olvidar lo que ten{ia planeado, me invitan a jugar. Juegos que son de niños, juegos que no terminan cuando termina el día sino que continúan hasta que dejen de ser rutinarios.

Aquella ventana que me acompaña en mis viajes, en los paseos por carreteras largas tanto como los cables eléctricos que les acompañan, tanto como el mar al lado que le canta al oído canciones susurrantes que suplican avanzar, a paso lento, más nunca retroceder. Aquella ventana me mira con un reflejo tibio de mi, y me mira siempre y sonríe conmigo.

Las sombras dulces de la mañana en el campo suave de quinua llevada y acariciada por el viento avasallante en plena tempestad de torrentes y chubascos. Los rayos, que irrumpen en la oscuridad y las gotas de lluvia que percusionan en las calaminas de las casas. ¡Cómo extraño este lugar!¡Cómo dibujar el ambiente en un cuadro monocromo!¡Cómo tocar esas sombras dulces y sentir su cálida mirada a través de los trazos de grafito!

No quiero explicarlo, sólo intentar apreciarlo. Tal vez en sinestesia, sin sabor no color que pueda ser esuchado o tocado. Lo pienso una vez más, y no quiero explicarlo.