Ya es de noche, muy noche. Mañana tendré que despertar temprano y no tengo idea cómo ni cuánto tiempo descansaré, sólo quiero escribir y este es mi séptimo intento. Hace mucho que no me pasaba y supongo que cada vez que me ocurre esto es a causa de un evento que me impide pensar en un solo tema del cual comentar sino que acontecen en mi mente muchos temas sin ninguna relación entre ellos. Sé que tal vez por eso suelo parecer un poco distraído cuando no respondo a una pregunta hecha antes y después de quince segundos de silencio eterno me dispongo a contestar a aquella pregunta en stand by, aunque algunas veces no logro contestarla certeramente y respondo del tema que estuve pensando más no sobre la pregunta. A veces suelo odiarme por eso, a veces me exaspero por no estar atento, pero siempre me declaro en el pensamiento que para la siguiente vez dejaré mis actividades intrapsíquicas a mi momento de soledad. Como ahora es, en el silencio de la noche, en el silencio de la neblina, en lo atrayente que se muestra mi cama para llevarme a episodios oníricos que disfruto siempre y cuando duerma temprano, hoy no será pues ya es tarde así que mis sueños agradables pueden esperar un día más.
Han pasado muchos meses desde que no me acontece un insomnio parecido. Será por el poco trajín que le estuve dando a mi rutina que después de dormir me daba más sueño y contrastando este caso con aquellos momentos en que mi tiempo se diluía como azúcar en limonada, en los que compartía mucho tiempo con mi pensamiento en aquellas noches reflexivas, tal vez terminando de leer un libro adictivo o escribiendo en papel y lapicero iluminado por una linterna de campamento actividad que por cierto también era adictiva. Tal vez tipificando mi situación sería: Trastorno de Insomnio Recurrente por Dependencia a los Textos, episodio actual en Remisión. Entendí entonces que lo mejor que podía a hacer para mi insomne adicción a las letras era pues recargarme de cierto trabajo durante el día uno que no cansara hasta dejarme exhausto pues entonces dormiría más temprano, sino uno que me ayudará a quedarme con ganas de plasmar mis ideas desarrolladas en los pequeños espacios libres en el trabajo diurno para cuando me enfrente a un papel en blanco.
Empecé con escudriñar entre algunas cajas, escondidas de la vista del público, en las que guardaba a fin de año todos los documentos de estudio que tuve en los años de universidad, así que tenía en promedio unas tres o cuatro cajas. Fue ahí cuando encontré algunos trabajos de primer año, cuando toda la carrera se presentaba inmensa, gigante y larga, muy extensa. Sabía poco sobre las escuelas de la psicología así que mis opiniones estaban un poco sesgadas con el juicio juvenil y la imparcialidad adolescente que en ese entonces me caracterizaba y que espero haberla perdido aunque sé que por momentos la recobro, felizmente es sólo por momentos cada vez más esporádicos. Aquellos documentos criticaban sin muchos argumentos a Freud, ideas que años más tarde cambiaría a raíz de otra temprana desilusión con el conductismo y un posterior acercamiento al cognitivismo que hasta cierto punto tiene algunas suposiciones teóricas afines o al menos eso me parece, así que fue un viaje teórico que me ayudó a comprender un poco más sobre la historia de mi carrera y de su relación con otras ciencias sociales. Mis apuntes de primer año también contenían algunos dibujos particulares que realizaba en las esquinas de las hojas de los cuadernos o de algunas separatas. Por ahí se camuflaban entre los textos informativos algunas figuras extrañas, cuadrados, equis, ojos, sonrisas, soles, lunas, firmas entre otras cosas más todas con la misma tinta con la que escribía acerca de Freud y Watson o de Rogers y Frankl.
La tarea anterior me ayudó a repasar algunos que había olvidado por completo cinco años después, la carrera no había sido tan larga como lo imaginaba en ese entonces pero vaya que si me había olvidado muchos temas y algunas anécdotas de aula. Encontré además algunos textos del curso de Filosofía, un terror para algunos y una recreación para pocos, yo era del segundo grupo. En esos escritos encontraba nombre peculiares que ya con un año de ventaja los había estudiado en el colegio y por interés propio indagué un poco más leyendo “Un mundo para Sofía”, así que conocer a Sócrates, los estoicos, Aristóteles, los epicureos, los sofistas, los hedonistas, Platón y su caverna, no eran tan novedoso o intrigante como lo fue para algunos compañeros que desde entonces empezaron a odiar el curso. Encontré esos textos y sonreí con nostalgia pues me pregunté dónde estaría aquel profesor que con vehemencia nos explicaba sobre el mundo de las ideas y el mundo real. ¿Dónde estará?
Mi tarea de escrutinio de aquellos documentos todavía es vasta. No imaginé que sería mucho pues cinco años más tarde los años en la universidad aún parecen breves. Aún faltan muchos textos que desempolvar y ser releídos. Tal vez sea una buena razón para seguir escribiendo sobre aquellos. Ojalá que así sea.
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