Hice dieta. Estoy un poco más delgado. Me enfundo en mi traje elegante (que no es una armadura pero me hace parecer gallardo) y voy en búsqueda de mi doncella armado con mi celular, un objeto-amigo que me anima a seguir adelante, que me muestra lo bello de lo absurdo de los juegos que contiene en sus circuitos, que me cuenta las noticias de la radio y me permite conversar a lo lejos con mi amada, cumple mucho mejor la función de vigia, juglar (por su tonadita alegre cuando alguien llama) y mensajero. Le llamo a mi musa y quedamos en salir. Pero antes debo pasar por su morada, a recogerla de aquel castillo donde reside. Preparo mi arma nada letal, pues lo más dañíno que puede tener es una luz que emerge por sobre la pantalla, y la guardo en mi bolsillo por su alguien osa arrebatármela. Llego y me apresuro a tocar el timbre, despacio para que ella entienda que soy yo, que llegué para recogerla. Imagino que la luz de su recámara está brillando y una sombra se apresura a salir de allí y bajar las escaleras para abrirme la puerta y dejarme entrar. Pero no ocurre eso. Una sombra se acerca a la puerta y pregunta que quien soy.
- Vengo por la doncella que mora en este palacio - respondo.
- Al parecer a salido - me responde la voz, ahora con tono más amable y continúa - pero si deseas puedes pasar y esperarle.
Acepto.
La puerta se abre y me encuentro con un señor muy amable, ya con el tiempo en su rostro pero con la avidez de haber vivido bien y feliz. Me hace pasar a la sala principal del castillo y siento que puedo entablar un conversación amena con aquel señor de cabellera blanca y caminar lento.
- ¿Cómo están tus padres? - Me dice.
- Bien, justo ahora salieron a visitar a un familiar a una comarca lejana - le contesto y continúo - ¿Y usted cómo está de su salud?
- He estado un poco mal, pues el cambio de clima me afectó mucho. Admito que he sido irresponsable con cuidar mi salud. Las cosas ya no son como antes.
- Si pues, el mundo está loco.
- ¡Mira! He recogido unos casets de hace tiempo - me muestra unos ejemplares donde se solía guardar información auditiva - Ahora ya no sacan de estos, ahora todo es en discos, estuve escuchando algunos de estos y me dí con la sorpresa de escuchar una grabación que hice con mi hermano hace unos treinta años atrás - Saqué mi cuenta y me percaté que ese objeto tenía más edad que yo - en esa grabación está mi hijo aún pequeño tocando el piano. La doncella a quien buscas, mi nieta, me ayudó a superar el recuerdo. Me consoló pues empecé a recordar aquellos momentos gratos cuando podía viajar, cuando podía leer. Te cuento que leí la Biblia en 40 días la última vez que pude leer, luego ya la luz y mis ojos no me apoyaron. He aprendido mucho desde entonces. Tengo para escribir un libro de todo lo que me ha pasado desde que salí me mi comarca en aquellos años cuando tenía unos veinte años aproximadamente, luego de estudiar un curso por correspondencia. Por ese entonces era difícil viajar no habían carreteras como las hay ahora, teníamos que viajar con la ayuda de bestias de carga, a veces el viaje duraba días y teníamos que llevar provisión para todos esos día. Son cosas que no se olvidan y que me traen alegría, a veces nostalgia tambien, recordarlas.
- ¿Alguien llegó? - Se escucha una voz desde el segundo piso del palacio.
- Si, llegó tu caballero a rescatarte - bromea el Coleccionista de Recuerdos, un hombre con una memoria lúcida y con bondad para las personas que son cercanas a él - Si estaba acá, parecía que había salido - me dice como susurrando.
- Ya bajo en un momento - Responde la voz de mi doncella.
- Bueno, creo que es hora de seguir buscando en mis casets, nos vemos.
- Hasta luego, señor.
Creo que le ayudaré a escribir su historia, espero tener el tiempo para compartir con el sus recuerdos. Mi doncella, bajó las escaleras y me saludó con una sonrisa que reconstruyó mi universo una vez más. Decidimos salir, se despidió de su abuelo y le dijo que regresaría pronto. Paseamos y compartimos historias nuestras, y sueños también. Le dije que la amaba y ella me dijo que no quería dejar de abrazarme. Luego llegó el tiempo de despedirnos, una despedida larga como solemos despedirnos.
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