Camino sobre los pequeños rectángulos que parecen una pared tendida sobre el piso que se extiende por los extremos de este apacible parque, los árboles se mecen al ritmo de una suave brisa que los empuja a su gusto como acariciando el cabello de alguien. Los sectores de césped se visten de verde claro como llamando a una siesta con la cabeza recostada a las raíces de un árbol con copa ancha y frondosa, de hojas pequeñas que dejan pasar el calor del sol entre su formación aleatoria. Hace mucho tiempo que no me daba un tiempo, me digo. Y empiezo a soñar.
Me encuentro en un parque subiendo las escaleras de una resbaladera, mis manos son más pequeñas y poco me tardo para darme cuenta que soy un niño, naturalmente en este estado de sueño no me da mucho tiempo para racionalizar y disfruto del juego, siento como el viento choca sobre mi rostro al bajar por la resbaladera y cómo mi estómago se contrae como sabiendo que algo no está tan bien con la gravedad, me encanta sentir esto, pienso y continúo mi recorrido para volver a resbalarme, pronto me encuentro en los columpios y gano velocidad para saber cuán alto puedo llegar, luego salto y parece que me suspendo un momento en el aire y caigo sobre arena. Todo el entorno parece más grande cuanto más pequeño me considero, siento que tengo más aire para respirar y caminos para correr. Subo una cuesta y encuentro un lago verde donde habitan peces grandes y renacuajos que pronto tendrán extremidades, siento un asombro incesante y llamo a mis compañeros de juego, ellos vienen y empezamos a descubrir nuestro nuevo laboratorio ecológico. De pronto alguien escucha el llamado de los mayores y la diversión se guarda en nuestro pechos para luego salir corriendo a contarles lo que hemos encontrado. Algunos se asombran con nosotros, otros se asustan y prohíben que no volvamos a ir, intercambian entre ellos algunos consejos de crianza y prefieren comunicarnos que es hora de ir a nadar. Antes que terminen de hablar reconocemos de que se trata y gritamos a una voz "¡Al agua!" y corremos como si el necesitáramos del agua tanto como el aire. Aunque... asi es ¿verdad?
Las imágenes se mezclan y me encuentro nuevamente jugando esta vez solo, miro a mi alrededor y me doy cuenta que todos se han ido, el sol se esconde tras nubes y empiezo a correr llego a abrazar a alguien y me doy cuenta que está llorando, le digo que todo pasará, mis hombros se mojan con algunas lágrimas suyas y despierto.
Me pregunto porqué habré soñado aquello, lo descubro unos metros mas allá de camino. Empiezo a recordar algunas cosas que se hacen perdurables por su contenido emocional, experiencias que reconocemos como agradables en la infancia y que con la frecuencia de ellas a veces olvidamos de cuán valiosas eran para nosotros. Esto me llevó a pensar en las personas que recuerdan las cosas que le sucedieron como irrepetibles y singulares en una etapa de sus vidas, y sufren mucho por aquello, me pareció extraño que en alguna oportunidad de los pocos años de existencia que tengo haya podido pensar también lo mismo. "Se acabó", " Ya fue", "Ni más"... eran algunas frases que aquejaban mis pensamientos y me empedraban el rostro cada vez más. Tal vez por sentirme infranqueable, pude conocer casos extremos de esto. Personas que vivían en deuda con su pasado y se sentían incapaces de volver a vivir aquello que les llenaba la vida, tal vez por decisiones no tan acertadas y algunas llevadas por emociones tormentosas, al conversar con ellos me percaté que su máscara de infranqueabilidad se deshacía cada que se tocaba el tema de su pasado y de situaciones con la familia en su vida infantil. Luego el hecho de enfrentar algunas nuevas emociones y confrontarse con la frustración y la negación de algún sueño potencialmente posible se impedían la posibilidad de ser felices, Me recordé a mi mismo y me vi abrazándome al pasado, saldando cuentas que no había decidido saldar a tiempo. Ahora vivo el presente.