El firmamento recién acaba de pintarse de noche, no habían nubes, las estrellas y la luna se mostraban libres, tal vez alegres. Acaba de llover y las veredas tenían pequeños pozos de agua que se alimentaban de las gotas que caían de las hojas de los árboles, sin apuro. Llegamos a aquel parque donde alguna vez llegué a pensar. Ahora pensaríamos juntos. Caminamos por aquellas veredas que marcaban nuestro paso entre los jardines que también estaban alegres. El olor a lluvia, a tierra, a viento estaba en el ambiente y la iluminación del parque nos hacía pensar que el tiempo nos pertenecía, era nuestro para detenerlo y conversar cuanto podamos, cuanto necesitemos conversar.
Recorrimos unos metros para encontrar algún lugar donde sentarnos a conversar. Las bancas parecían estar también mojadas, pero éstas siendo de madera estában en proceso de secarse much más rápido que el piso donde estábamos. Llegamos y sonreímos. Compartimos sonrisas y conversamos de algunos recuerdos y de algunos proyectos, de algunas peculiaridades de nuestros familiares y de lo mejor que podemos observar en las personas. Observamos la luna que la noche anterior nos había sido esquiva por la neblina, estaba cerca, muy cerca como hace dieciocho años atrás lo estuvo más no estabamos al tanto de su cercanía, ahora sí. La primera vez juntos viendo la luna tan de cerca, fue muy agradable.
El tiempo se diluyó y sentí que ya no podía detenerlo más para seguir conversando, para seguir abrazados, poco a poco las personas a nuestro alrededor empezaron a aumentar en número y los pozos de agua en la vereda se empezaron a secar. Ya era tiempo de regresar. Tomados de la mano caminamos el camino de regreso. Compramos algo de comer y regresamos a casa. Comprendí que nos hace bien un tiempo juntos en un lugar nuevo, comprendí que podemos conversar mucho y apoyarnos el uno al otro, comprendí que te amo y tu me amas, comprendí que es posible realizar nuestros sueño. Gracias por esta pausa de tanto trajín en la semana, gracias por sonreir, gracias por compartir, gracias por ser tú.
Recorrimos unos metros para encontrar algún lugar donde sentarnos a conversar. Las bancas parecían estar también mojadas, pero éstas siendo de madera estában en proceso de secarse much más rápido que el piso donde estábamos. Llegamos y sonreímos. Compartimos sonrisas y conversamos de algunos recuerdos y de algunos proyectos, de algunas peculiaridades de nuestros familiares y de lo mejor que podemos observar en las personas. Observamos la luna que la noche anterior nos había sido esquiva por la neblina, estaba cerca, muy cerca como hace dieciocho años atrás lo estuvo más no estabamos al tanto de su cercanía, ahora sí. La primera vez juntos viendo la luna tan de cerca, fue muy agradable.
El tiempo se diluyó y sentí que ya no podía detenerlo más para seguir conversando, para seguir abrazados, poco a poco las personas a nuestro alrededor empezaron a aumentar en número y los pozos de agua en la vereda se empezaron a secar. Ya era tiempo de regresar. Tomados de la mano caminamos el camino de regreso. Compramos algo de comer y regresamos a casa. Comprendí que nos hace bien un tiempo juntos en un lugar nuevo, comprendí que podemos conversar mucho y apoyarnos el uno al otro, comprendí que te amo y tu me amas, comprendí que es posible realizar nuestros sueño. Gracias por esta pausa de tanto trajín en la semana, gracias por sonreir, gracias por compartir, gracias por ser tú.
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