Hubo algún momento en que deseaba escribir todos los días, hasta que aprendí a pensar en soluciones y escribír cuando tenga que escribir sin ánimo de querer cumplir con un régimen.
Hubo algún momento en que me enfrentaba a una hoja en blanco sin saber qué escribir, hasta que aprendí que las hojas esperan y tenemos que llegar en algún momento a comentarles qué nos ocurre.
Hubo algún momento en que soñaba con contar historias de ensueño, de realidad, de cuentos, de sospechas, de delirios y de sinceridades, hasta que me dejé llevar por la libertad de mi imaginación, por las memorias y mis sueños, luego todo pudo fluir con mayor facilidad.
Hubo algún momento en que sentía que lo que podría escribir se quedaría ahí, inmutable, determinado a acompañarme durante mi vida y en algunos casos sería una carga, en el mejor de los casos sería un vehículo, hasta que aprendí a corregirme, a dejar de tener miedo a equivocarme.
Hubo algún momento en que llegué pensar que estaba solo, en que lo que deseaba saber no lo podría llegar a saber nunca, hasta que decidí pensar en saber lo básico y recapacité en mi alrededor y encontré a personas que querían saber también y nos apoyamos juntos en la búsqueda del conocimiento.
Hubo algún momento en que mis emociones me llevaron por caminos desconocidos, alfombras voladoras y castillos oscuros, hasta que encontré el mapa de mi razón y encontré un camino en el que podía reconocer los lugares peligrosos y evitarlos y en los lugares divertidos, disfrutarlos.
Hubo algún momento en que soñaba con volar, hasta que comprendí que no tengo alas y que tengo que escalar para conseguir las alturas.
Hubo algún momento en que las cosas grises pintaban mi mundo, hasta que aprendía pintar con sonrisas y esfuerzo, con cooperación y tolerancia, y los colores llegaron como una lluvia de verano.
Hubo algún momento en que sospeché que no tenía rumbo, hasta que me dí cuenta y reconocí que lo necesario para avanzar estaba a mi alcance, y avancé.
Hubo algún momento en que el cielo estaba oscuro, hasta que me percaté de la luna y las estrellas.
Hubo algún momento en que me pareció tener frío, hasta que aprendí a disfrutar del invierno.
Hubo algún momento en que intenté hacer cosas nuevas y no funcionaron, hasta que descubrí que primero tenía que cambiar yo antes que las cosas nuevas.
Hubo algún momento en que quería romper todo, hasta que aprendí a construir cosas de mayor utilidad.
Hubo algún momento en que las circunstancias no parecían favorables, hasta que aprendí a asumir mi responsabilidad y darle solución a lo que podía solucionar, a pedir ayuda y a valorar lo que tengo.
Hubo algún momento en que era yo, hasta decidí, en efecto, ser yo mismo.
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