Hoy llovió. Por primera vez en todo el verano tengo unas ganas inmensas de andar con ropa para la ocasión, intentar por lo menos sentirme feliz de poder estar vivo (¿es raro sentirse feliz cuando llueve? (porque si es así, entonces soy raro)) Cada día que pasa me parece muy largo y no es porque esté extrañando algo (o a alguien), sino que estoy de vacaciones duh!... siento que momento para pensar (y eso que lo hago muy a menudo).
Estoy escuchando Jonas Brother (creo que la música es inherente a la adolescencia (por modelamiento) y a la juventud (por que ellos (y ellas) lo hacen)), unos muchachos con buena voz, y buenas canciones con buenas letras, por lo tanto es un buen grupo (¿bueno?, ¿sólo bueno? ¡Genial! ¡Lo máximo! (eso me diría una quinceañera gritona, tal vez entre otras cosas como que son guapos y etc.)). La razón que los estoy escuchando es porque dada esta fiebre juvenil con los muchachos ya mencionados (no me di cuenta que estaba en el medio (me refiero a espacio pues a mi lado estaba una quinceañera) de esta fiebre hasta que recapacite y reconocí que UB40 ya había pasado de moda (según la opinión de la señoritaaaa), y también Simple Plan, y también “ese grupo que te gusta escuchar, si, ese con el nombre de un simio…” (¿Puede ser Gorillaz?, pregunto nomás ah?)), encontré en el llavero tanto como en el cuaderno y en el wallpaper del celular (y eso que no soy choro…) de la señorita quinceañera sentada a mi lado en la combi la foto de estos muchachos posando como estrellas de rock (bien gays y bien maquillados) y por curiosidad (o tal vez chisme) le pregunté a la niña-mujer (más tarde me enteré que se llamaba Norma) a qué colegio asistía, ella me miró como si fuera la primera vez que me veía (en efecto lo era, pero en esta oportunidad prestaba más atención que a algún extraño que vez por la calle) y sacándose los audífonos, sonrió y dijo: estoy yendo a la academia… y así poco a poco fuimos hablando de las carreras, luego de la música y finalmente de la familia…
Intentando hacer la obra buena del día, tratando de convencerla que no debería ser tan fanática, y redarguyendo sobre la relación con sus padres, me choqué con una situación inesperada. Quedé como pensando qué palabras serían las más indicadas, decir lo más asertivo, lo menos… hiriente, enredado nada sabihondo, nada complejo, nada difícil de entender. Se me hizo un hoyo en la cabeza y regresé de la dimensión sin tiempo y sólo pude decir: wau! No me lo esperaba – fui honesto, me quedé sin palabras, y luego pregunté - ¿en qué te gustaría mejorar para que esto cambiara?...
La conversación se alargó un poco más, tan sólo hasta que ella tuvo que bajar y perderse entre los demás estudiantes que llegaban apurados a sus clases. Mas tarde, en el mismo vehiculo, divagando en mis pensamientos, me pregunté: ¿Cuán difícil ha de ser criar a una hija solo? ¿Y extrañar a tu esposa? Y aún así seguir con la cara al frente y estar dispuesto a hacer de tu hija una persona realizada y cumplir sus sueños… Llegué a una conclusión.
El dolor humano en muchos casos es muy profundo, en otros no se llega a comprender pues simplemente se cierran los ojos para no ver y otras veces llega de pronto, pero más allá de los umbrales de tristeza traspasados, el ser humano tiene una reserva más grande aún de esperanza, esperanza que a veces suele acrecentarse cuando alguien se ocupa en cosas trascendentales y que decrece cuando por descuido o por sentirse parte de un grupo (que muchas veces no es el adecuado) o por desfasarse un momento de la realidad dirigimos a otro punto nuestros anhelos, afectos, ideales y nos olvidamos de cumplir nuestra función como entes dentro de una sociedad y empezamos a cerrar nuestros propios círculos de convivencia y creencias, perdiendo así la esperanza una vez más.
Esperanzado en que algún día haya un mundo con personas viviendo en él, y en que vuelva a llover otra vez.
zach.
Lima, 12 de febrero del 2009
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