Dibujo sobre el cielo estrellado suaves formas curvas, quizás una sonrisa por extrañar, quizás unos brazos incasables de abrazar.
Camino mirando al suelo y espero a que los buses en el subterráneo lleguen a la hora indicada. Hay mucha gente, muchísima para mi acostumbrada soledad y sus acompañantes cavilar y pensamiento, todas ellas caminan cada quien en dirección a su meta o a donde quieran llegar así sea ningún lugar conocido, sólo miro al piso y soy sincero: Tengo la necesidad de verte. Pronuncio las palabras y me doy cuenta que estoy viendo el panel de llegadas. Pronto escucho el freno del bus y pienso en encontrarte con la mirada antes que tu lo hagas. No lo consigo. No llegas aún.
Camino unos cuantos pasos en todo el pasillo y regreso a donde te estaba esperando, giro y encuentro tu mirada entre el caminar de la multitud a tu alrededor, tu mirada familiar, tu sonrisa singular que no sólo termina en los bordes de tus labios sino que ilumina tu rostro. Ese gesto familiar que continúa haciéndome sentir que estoy en casa y puedo ser quien soy sin temor a errar. Aquel gesto que me dijo que tenía la decisión correcta para sugerirte compartir conmigo parte de tu tiempo en conocer nuestro mundo el uno al otro. Aquel gesto que conocí cuando mis convicciones cambiaron y decidí que nuestra relación tendría que ser cada día un aprendizaje. Aquel gesto que me regalas cada cierto tiempo para alimentar nuestro afecto. Aquel gesto que encontré ese día y todos los días que compartimos sonrisas. Aquella sonrisa que me recibió el abrazo ese día en el subterráneo.
Muchas veces en mi melancolía, sueño en poder construir futuros en los cuales pueda protegerte. Lo sé, yo no he de construirlos solo, hemos de construirlo los dos. Y pienso que me gusta esa idea más que la primera. Por tu buen gusto, porque gustas de la misma tonalidad de rojos y sepias, porque las formas ondulantes también son tus favoritas y porque prefieres la luz en momentos en los que el ánimo lo precisa. Tal vez así sea como se construyen los sueños, con emociones, con ilusiones, con deseos y con pequeños deslices de formas y figuras obtenidas de nuestra imaginación de aquel mundo donde somos realmente nosotros.
El tiempo cuando estaba solo, antes, era un momento de introspección que me llevaba a subjetivizar mi perspectiva de todo cuanto consideraba abstracto, incluso el amor. El tiempo cuando estoy solo, ahora, es un momento de introspección que me lleva a observar que no sólo existe mi perspectiva de lo que me rodea sino que también hay otros entes en el entorno que me pueden dar más información de lo real que puede ser lo abstracto, uno de aquellos entes eres tú, y me siento privilegiado, pues tus perspectivas son ajenas a las mías, son interesantes y me enseñan a ponerle color y texturas, a mi mundo monocromático y lozano, incluso en el amor. Gracias por este regalo. Gracias por tus opiniones.
El futuro ¿falta mucho para llegar allá? Quizás. Es parte de nuestro sueño llegar. Espero y oro por llegar pronto, pero aún falta un poco más. Nos vemos pronto, amor. Muy pronto.