Mis ojos ya no me ofrecen la misma claridad con la que solía disfrutar del mundo, ahora todo lo veo como en sepia, por supuesto la iluminación no ayuda a poder enfocar muy bien la imagen y eso me impide inclusive delimitar a qué distancia los objetos están de mí. Aún así me obligué a dar un paseo vespertino por el parque de Chaclacayo. Las luces amarillas de los postes no aclararon mi ceguera parcial y a lo lejos (o a lo cerca) pude identificar una banca vacía donde pueda escribir tranquilo sobre cualquier desequilibrio cósmico o singular fenómeno de la naturaleza.
Me senté en la banca que estaba a unos metros (pocos a decir verdad) de la banca donde me senté con Andrea hace 8 años atrás. en la penumbra logré observar unos cuantos niños jugando, corriendo, gritando y riendo. en una esquina del parque un grupo de adolescentes: algunos en sus bicicletas, otros en patines, otros en skates y otros vestidos con ropa de marca. Al extremo opuesto y por coincidencia de la vida dual, un grupo de jóvenes aplicando el lenguaje procaz y fumando para completar el contraste en el medio de esta asimetría una pareja de estudiantes muy adolescentes que se besan con inmadurez e inocencia, claro está, perdiendo poco a poco estas cualidades.
Observo atímico esas puestas en escena improvisadas de la vida y conforme a mi actitud impersonal me refugio en la banca solitaria, el papel y mis pensamientos. Cuando de pronto un niño corre frente a mis ojos, un perro cocker le sigue con sus orejas saltando al compás del correr del cánido, la situación me roba una sonrisa y a la vez un recuerdo; aquel de la mascota de mi "ex" ( qué doloroso pudo ser cambiar el término "actual" por "ex"). En fin, el recuerdo se fue tanto como la oportunidad (al menos eso parece). Mi mirada continúa su recorrido y observaba a la pareja muy adolescente que se pone de pie y el muchacho observa su reloj de los Power Rangers y se retiran. Supongo que hacia la casa de la niña para despedirse, supongo... con ellos se va otra sonrisa y otro recuerdo.
Un paso delante mío una amable señora de vestido casi jipi (de seguro ella no se percata que es jipi) me propone venderme tres caramelos por cincuenta céntimos, yo en mi afán por estar solo le regalo una sonrisa y una mirada de aprecio innecesario con tres cucharaditas de afecto por su larga caminata con el fin de vender una pequeña caja de caramelos de diferentes marcas. M devuelve una sonrisa aquejada por los años y una frase con sinceridad "Dios le bendiga", le agradezco la frase y se va con ella: una sonrisa y un anhelo forzado.
Decido cerrar los ojos en una práctica poco usual de liberar tensiones y ansiedad además de un deseo incondicional de llamar a Marcia, quien estoy seguro no vendrá pues no es el mismo parque, intento con otro nombre: Ella, pero recuerdo que ya va casi un mes que nos perdimos contacto, la extraño con cierta alegría, intento recordar otro nombre y me encuentro con el nombre de la madre de mi hija, pero recuerdo que un recuerdo se fue con ella, en medio de tanta confusión pretérita escucho el reír de unos niños que juguetean en el jardín próximo de la banca que me encuentro, abro los ojos y percibo a una niña de ojos grandes y cabello semiondulado que juega en medio de muchos niños y niñas de diferentes edades, sonrío y evito que se lleve el recuerdo de mi hija consigo lo cual me impulsa a articular su nombre y sonreír. Cuando lo hago ella gira y me mira, sonríe y corre hacia mi, mis pensamientos me traicionan y se retiran dando paso a la emoción, sonrío con más alegría sin saber que ella no es mi hija y veo como sus cabellos cubren en tres hileras su rostro elevados por el viento. Ella grita ¡papí! ¡viniste! y yo permito que la única conciencia de realismo me invada y veo atrás de mi un señor alto con bigote que extiende los brazos, la niña pasa por mi lado y abraza a su padre. Mi desilusión queda reprimida y con ellos se va un recuerdo y una lágrima no llorada.
Decido sonreír y caminar pasos atrás en la memoria para darme cuenta que mis ojos ya ven mejor y el efecto sepia de la imagen se fue en la foto imaginaria de niña abrazando a su padre.