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1.2.10

Pausa

Qué agradable es salir del temblor. Despertar sobre la arena y tener el brillo del sol sobre las olas reflejado en tu rostro. Ojos arriba, en el cielo, una nube cual monsoon cubre el firmamento, sin embargo las sombras no están, el sol inclemente detrás de la nube aún deja pasar su rayos en los espacios que encuentra y estos se proyectan sobre el mar y aquella cortina de haces simplemente despierta una alegría y otorga un sentimiento de paz.

El susurro del mar establece un ritmo que al resonar en mis oídos conlleva aquella impresión que deja una obra de arte con fondo blanco, o con colores claros. Luego a lo lejos en el horizonte  se empieza a dilucidar la claridad del día y eso sólo indica que la nube se está moviendo y que pronto dejará que el sol se muestre brillante y abrasador sobre nuestras cabezas. Aunque me encuentro alejado de la bulla, siento que algo anda mal. Las olas siguen estando igual de altas, igual de sonoras, igual de veloces. La arena sigue estando caliente en su superficie y fría debajo de ella. A lo lejos puedo observar algunos plantíos de maíz algo muy particular en esta playa, bueno no en esta playa sino en la entrada de ésta. Al llegar por la carretera antes de entrar a Chincha se puede observar más claramente los plantíos. La orilla, muy marcada por cierto, singular en esta playa está como debe de estar, marcando los pasos de los bañistas. El sol se aproxima a la región dónde me encuentro y continúo renuente a moverme y a esperar aquella oportunidad de la naturaleza para que se manifieste en un revés interesante de observar el retornar de las nubes a su posición inicial. No ocurrió así.


El resultado, mis hombros terminaron rojos y ardiéndome. Y yo recordando que no hay nada que lo que uno decida hacer que no tenga consecuencias. Entonces tuve que enfrentarme una vez más la temblor y al ardor que mi piel quemada otorgaba.


.zach.

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