Fue un viernes. Tomé el carro que me guiaría al Centro de Lima, para ser más específicos al Centro Cívico. ¿Mi objetivo? Caminar, un hobbie, una adicción. Conoces cuando caminas, conoces cuando vas a un destino sin premura. Llegué sin mayores apuros, caminé por donde pensé que caminaría un paseo breve por Real Plaza y luego hacia una tienda de sellos para hacer un pedido.
-Buenas tardes, deseo un sello con estas características.
-Si, si podemos hacerlo te costará tanto.
-Mmm. Esta bien. - No me quedaron mayores interrogantes.
-Por favor escriba en este papel lo que va a ir en el sello.
-Ok.
-Tomará una hora, si desea puede regresar.
-Ok.
Salí de la tienda con la sensación de que debía haberme quedado mas tiempo, sin embargo la idea de que G llegaría de viaje por el fin de semana me hizo desplazar la primera idea. Fui de regreso al foodcourt, en China Wok pedí ChiJauKay y Coca Cola, uno de mis pecados más arraigados. Y esperé. Me entregaron la bandeja y me enfrente a una realidad poco usual, estaba solo. La busqué y quise encontrarla guardando la mesa para comer juntos, no estaba. Caminé buscando alguna mesa, recordé que en el segundo piso también había un grupo de mesas. Subí las escaleras eléctricas y me sentí diferenciado pues en la escalera descendente iban personas con bolsas de ropa y yo sólo con mi bandeja de comida chinoperuana.
Comí sosegado, parecía que el tiempo pasó lento con las personas a mi alrededor comiendo, conversando o leyendo el periódico. Terminé y decidí ir a ver algunos productos en Oeschle, como paseando, como planeando al futuro, como si se presenta la oportunidad lo compro, algo que usualmente hacíamos juntos y que se me hizo muy corto el tiempo haciendo por mi mismo. Caminé y me encontré con una pila de peluches de dinosaurio de todas las razas que alguna vez regresando de mi trabajo en el Ministerio vi, había uno en particular que me hizo recordar a los tiranosaurios hijos de la Mama Dino de la Era del Hielo 3.
Me llamó, y conversamos, su viaje estaba a la mitad y me recordó sobre un encargo que debía realizar cerca de ahí. Así que me dispuse a ir unas cuadras más abajo. Llegue a la avenida y busque una tienda donde puedan vender lo que estaba buscando. Pregunté en una tienda no tenían lo que buscaba, busque en otra, tenían algo que se parecía. Finalmente encontré e hice el pedido, me dijeron que esperara media hora. Tenía dos pedidos en espera y ambos tomarían el mismo tiempo desde entonces.
Salí de la tienda y me encontré con un grupo de gente. Un pintor, con spray en mano, realizaba su labor como se lo habían enseñado, aunque le asignaba un valor artístico a sus obras. Recordé cuando recién aparecían, esporádicos, los pintores urbanos. MI padre y yo paseábamos por Chosica cuando nos cruzamos con uno, muy culto por cierto, digo muy culto pues en el usual rito de repartir boletos de rifa éste regalaba a quienes contestaban algunas preguntas sobre literatura peruana, ese día mi padre respondió la mayoría de preguntas. Fue ese día cuando escuché por primera vez el nombre de Alfredo Bryce Echenique. En fin. Me encontré con ese grupo de gente y el pintor en el centro, pensé que que tal vez probar suertes por un cuadro onírico no me haría mal, y esto bajo la excusa de que hace tiempo no lo intentaba y que tal vez podría serme provechoso. Al terminar una de sus obras, proyectó fuego con un spray y su encendedor para que la pintura seque pronto, y la mostró para que su público viera cuan fácil era realizar una imagen de ensueño como esa.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_XELyJtNdDAAV6WSEiWNTKJ7oMoM8bfiZfA7FjlgX5zL4RBgQYGfz33Glv4slN8e6RpAfpkYtj1lWcw4KJgTPKSnfdt86zVqb5khACnqNlxjoXtXDZHqaDi2rAPQExuFlj3nqbSz4lbM/s320/painter2.jpg)
Compré dos boletos, el pintor empezó con su discurso de siempre, que lo que recaudo por cada pintura es para conseguir mis aerosoles, que una pintura en realidad debe costar veinte soles, que por esta vez voy a sortearlos pero necesito que me colaboren. y le compraron y sorteó y salió el número ganador.
Ganó una señora, se la vio feliz. Decidí esperar un poco más y recoger los pedidos, luego caminaría de regreso, también paseando. Visité algunas librerías y me desvié buscando otras más. Buscaba novelas clásicas, no encontré. Llegué a la Plaza San Martín e imaginé la imagen que viene a continuación, no al detalle pero si algo parecido a ello.
Giré sobre mi sitio y me enfrente a una imagen que alguna vez pensé me encontraría en un sueño de aquellos lúcidos que recurren de pronto. Era la Lima que conocí, pero en una perspectiva que no atrevía a observar. guardé ese retrato para ella, para preguntarle qué le parecía.
Después regresé raudo a casa. Para encontrarnos.
Calculando mas o menos el tiempo que le tomaría llegué a tiempo a casa para esperar su llamada, para asegurarme le llamé. Estaba apagado. Empecé a conjeturar respecto a su paradero, un poco preocupado un poco impaciente. Salí a caminar otra vez.
Cuando estaba ya en camino para esperarla en la terminal mi celular sonó.
Quedamos en encontrarnos en un lugar usual. Le entregué el peluche y le gustó, nos abrazamos acaparando una eternidad en un segundo. Le dije que la extrañé y ella me correspondió. Me contó sobre cómo era allá, sobre los retos que toca enfrentar y sobre las nuevas amistades que se van ganando. Después de ello el tiempo fue nuestro.
Pasamos un fin de semana genial y espero que podamos vernos más seguido, por el momento nos escuchamos que es casi como vernos.